lunes, 29 de agosto de 2011

veintinueve de agosto




…entonces le preguntó si la crueldad y la ternura eran como las dos caras de la misma moneda. ¿Son las dos caras de la misma moneda? Y ella: sí, son dos caras, no sé si las dos caras únicas, o sólo dos de las posibles, pero ahí permanecen. ¿Constantemente?, preguntó él. Acaso; se alternan, toman el relevo. ¿Cuánto duran? Y ella: su tiempo no se mide, no hay manera de saberlo. Pero debe ser angustioso vivir en una de las dos y no saber hasta cuándo, insistió él. Puede serlo, dice la mujer, hay algo de prueba en ello. Pero las pruebas pueden quemar y hasta destruir, como si te expones a saltar sobre una hoguera, arriesga él. Es que en la hoguera está el símbolo, replica ella, y de ahí también que se te ofrezcan los dos rostros: saltar sobre ella y salvarte o no saltar y perecer. Pero no saltar no implica riesgo, dice el hombre. Todo lo contrario, ahí radica el mayor riesgo, el de que si nunca lo haces no sabrás jamás si podrás poseer el fuego. Al decir esto ella, le miró, pero él no pudo advertir si con ternura o con crueldad.


(enigmático modo de observar la noche; el bosque delante pero invisible; se escucha el rumor de las hojas; el aroma se vuelve más intenso)




(Imagen de Shirin Neshat)



2 comentarios:

  1. Las monedas siempre tienen dos caras, hasta donde tengo entendido, pero tambien un "canto" y por ese canto tienen la posibilidad de rodar y rodar. Es el canto del equilibrio. Inestable, pues siempre suele caer dando una de las caras, pero equilibrio, al fin y al cabo. Quizas en eso consista la gracia. Beso.

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  2. Ciertamente, MJota, no nos olvidemos del canto...pero el canto adolece de inseguridad de inestabilidad...Y una gracia que no persiste, qué tremendo.

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