¿Os habéis dado cuenta de lo simbólicos que son los lugares de los atentados de París? Un café, un estadio de fútbol, una sala de espectáculos. ¿No son representativos de una forma de vida occidental abierta y comunicativa? ¿No han sido elegidos por el fundamentalismo islámico porque representan todo lo contrario de la ideología y las formas de vida que los bárbaros y energúmenos desearían imponer? Por supuesto que Europa puede suscitar muchas críticas, empezando por las que hacemos aquellos a quienes desde casa no nos gusta la deriva que está tomando la UE, por supuesto que hay un pasado colonizador y un presente intervencionista poco acertado, por supuesto que nuestros usos y costumbres tienen doble rostro, pero si quitamos todas las capas de la cebolla que somos ¿quién de nosotros no se siente identificado con la libertad, el hedonismo y el sentido de disfrute que representan charlar en una terraza de bar, escuchar música en público o contemplar un espectáculo deportivo? Lugares de encuentro no solo de los individuos en agrupamiento, sino también del encuentro y la evolución interior de cada uno. Cada individuo sabe o debería saber si aquello a lo que asiste o de lo que participa es alienante o liberador para él, y con frecuencia ambas características van asociadas, pero la posibilidad real de elegir, el ejercicio de las prácticas del descanso y el sano ocio, la comunicación y el intercambio, la mirada y la reflexión, la intervención en lo colectivo y la opción de disentir, que no son exclusivas de Occidente, pero que el Occidente laico ha sabido mantener frente a las religiones opiáceas (en el sentido marxiano) es algo irrenunciable. Es la opinión de alguien que no es proclive de acudir a actos de masas y de delegación mental. Uno no puede ser ingenuo y creer que el terror presente es mera cosa de intolerantes. La intolerancia, más bien, está al servicio de intereses oscuros, revueltos, de ámbitos políticos que mueven los hilos y tratan de influir, quebrando la convivencia para que la ciudadanía a su vez presione sobre los gobernantes. Pues bien, la respuesta al terror y la barbarie no debe ser la restricción de los derechos de la ciudadanía. Habrá quien traduzca su pensamiento maduro en reacción emocional y conceda su voto a otros fundamentalistas de signo opuesto en nuestros países, algo sumamente peligroso si llegan a controlar los resortes de poder. Pero en la inteligencia e independencia interior del hombre está la capacidad de elección. Necesitamos más Voltaire. Mantener y recuperar la libertad de criterio, la riqueza de la expresión, la capacidad de participación. Mirada despejada frente a las tinieblas. Uno desearía que no volviera el mundo viejo con su rostro de barbarie, por muy mundo viejo nuestro que nos digan que sea. No sé si es mucho pedir, no sé.
¡Bataclan vive!
(Un par de comentarios de Voltaire en su Tratado sobre la tolerancia:
"...¿Y con qué cara podemos reprochar a los paganos haber hecho tantos mártires cuando nosotros hemos sido culpables de la misma crueldad y de las mismas circunstancias?"
"...Es preciso, por lo tanto, que los hombres empiecen por no ser fanáticos para merecer la tolerancia")