Le llaman solsticio, pero aquí es niebla. Ese episodio que parece incierto pero resulta firme. También es un signo. Pasa página el acabamiento de un ciclo. Comienza a incubarse uno nuevo. El florecimiento aún está oculto, sin exhibirse, haciéndose. Es una marca callada que se irá revelando en pequeños indicios. La naturaleza nos ofrece más o menos puntual su eterno acontecer. ¿Y los hombres? Aquí, entre la niebla, todo inseguro. Aunque a algunos les brillen los ojos por sus golpes de vanidosa euforia, las certezas parciales tienen también un rostro de incertidumbre. Se busca superar lo mortecino y uno quisiera que lo vivificante encontrara el camino de manifestarse. ¿Será posible, más allá de los comportamientos emocionales del momento? Ojalá (lenguaje de esperanza) Pero no sé (lenguaje de incrédulo)
Solsticio vivificante. Por ello las antiguas tradiciones esotéricas plantaban el nacimiento de sus mesías arquetípicos en semejantes fechas. Luego las vulgaridades e ignorancias imperantes lo han prostituido en grandes comilonas, materialismo exacerbado y estupideces varias. Y aunque resuenen a palabras de añosa lo cierto es que llevo sintiendolo desde la más tierna infancia. Gracias Fackel.
ResponderEliminarRubrico tu comment. Pero hay que ver cómo los esotéricos más dominantes en el país (que a la vez son sumamente materialistas mercantilistas) saben nadar y guardar la ropa de sus artificios y sus egoísmos, aireando su Niño Jesús. Ellos todo lo justifican. Menos mal que la madre naturaleza sigue su curso no obstante tanta falsedad.
EliminarEl solsticio siempre vivifica. La naturaleza nos renueva, aunque algunos quieran huir de ella
ResponderEliminarCada estación tiene su luz y su sombra. El paso del otoño al invierno nos permite cruzar el umbral del mundo interior. Hacer nuestros el silencio, el frío, la desnudez, el vacío. Despojarnos de lo superfluo para más tarde, en el equinoccio de primavera, florecer.
Un abrazo de enero
No recordaba ya esta entrada, Ana. Pero me ratifico en ella, no soy más crédulo ahora que hace cuatro años, pero sí algo más templado. Los mundo interiores no funcionan hoy como antiguamente en que los cambios de estación, solsticios o equinoccios, marcaban mucho más a las gentes. Me planteo la renovación o la destrucción cada día, pero ni avanzo ni retrocedo. Qué poco dado estoy siendo a los símbolos, no sé si madurez o confianza interior pero solo creo en el día a día. No quiero ni encadenar triunfos ni derrotas. Gracias por tu lectura gentil y amable.
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