Al abrir la ventana huelo a tierra húmeda, lejana. El día trae lluvia, muy fina, un calabobos. Lo que tiene esta clase de lluvia es que no es ruidosa ni demoledora. Es persistente, entra en los cuerpos sin que apenas se perciba. Pero impregna. Hoy, por lo tanto, es un día de lluvia generosa. Criadora, que dicen los campesinos. ¿Lo será a todos los efectos? Bienvenido todo aguacero fecundo que venza al desierto inhóspito. Aunque no sé.
Benvenido.
ResponderEliminarSalut
Y sea lo que sea, todo por ver. Me he vuelto cauto y poco entusiasta, lo siento.
EliminarBella imagen.
ResponderEliminarY significativa, pero me parece que no va de rouge.
EliminarQué envidia; aquí en Madrid el cielo parece abril... Así que añoro esa felicidad del paraguas abierto, el cielo gris de la transparencia . Un gran abrazo y feliz jornada.
ResponderEliminarNos esperan tiempos en que no sabremos si la aparente claridad nos dejará ver, puede haber mucha grisura encubierta. Se verá. Feliz sensatez.
EliminarFecundo, tu escrito...
ResponderEliminar=)
En línea con mis incertidumbres, Neo, qué se le va a hacer.
EliminarEstoy en esta onda:
ResponderEliminarhttps://vivirdebuenagana.wordpress.com/2015/12/20/manana-mas-o-manana-que/
Fermín
Lo había leído, Fermín, un texto de un tipo que tiene callos, más que yo o por ahí.
Eliminar¡"Ojalá que llueva café en el campo"!... Este país necesita de un buen y reparador chaparrón que haga la tierra de todos fecunda.
ResponderEliminarBon Nadal.
Un amistoso abrazo.
Ojalá. El problema es que no depende sólo de un ojalá. Gracias Fanny.
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