Una palabra lo unifica todo.
¡Negocio!
Negocio entre las nubes o en las fábricas,
Negocio de Individuo, del Estado.
El planeta se llama hoy “Negocio”.
¡Negocio!
Privilegio de alguno: no ser socio.
Es Jorge Guillén quien habla en su poemario Final. Clarividencia de hombre viejo. O mejor, comprobación veterana cuando ya no queda tiempo ni ganas de constatar nada más.
Reducido mundo a un reducido destino. ¿Es impropio decir que el mundo está que arde? Literalmente parecería exagerado. Sin embargo, lo magmático tiende a ser expulsado. Y el incendio en el sotobosque es un hecho. ¿Qué cabe esperar? Cuestión de tiempo.
Occidente -¿u Oriente también, que, aunque no tenga el mismo nivel de gasto, va funcionando con el mismo modelo?- se mata por reducir la existencia de sus ciudadanos a la compraventa elevada en niveles como jamás conoció la humanidad. Los dos puntos de presión de la tenaza, la producción ilimitada y el consumo sin fin, golpean a cada individuo. Lo aprietan, lo reducen, lo anulan. Obteniendo a cambio basura y contaminación que degradan la atmósfera y el suelo como si no fuera con ellos. ¿Qué queda de ese enorme chantaje? Tal vez la eliminación del pensamiento. El negocio es un circuito en que todos estamos atrapados. Quien hable contra el mismo está mal visto. Si un individuo que quisiera ser libre conspirase contra el mercado sería perseguido. Lo será.
Dejación del pensamiento. Toda lectura que lleve a un ejercicio dinamizador, por lo tanto clarificante, de la conciencia estará mal vista. Por el contrario se liberará al aire enrarecido de las almas cada vez más monóxido de textos para consumo del entretenimiento.
Ni que decir tiene que en el otro lado -¿arriba, abajo, al este, al oeste, fuera, dentro?- la presión descomunal del mercado empobrecerá más a los de casa. Los vecinos del sur ya lo estaban, por activa (baja renta y nivel de consumo y asistencia) y por pasiva (carencia de sistemas de representación democráticos) Pero ahora se han hartado. Protagonizan revueltas, que de momento no revoluciones. ¿Volverán a pagar el pato del ansia de Occidente, de la gran extorsión de las multinacionales? Mucho me temo que sí. Y todo va tan deprisa.
¡Negocio! Clamaba el gran Guillén. Y todos los hijos de la especie dejando de ser otra cosa que no sea negocio. ¿Quién se atreve a no ser socio?