miércoles, 16 de febrero de 2011

Mi ojo / 26



Debiste sufrir mucho cuando te tatuaron, amigo mío. El danzarín contempla ensimismado los dibujos de sus brazos y encoge la frente. ¿Recuerda o revive? Lo que merece la pena tiene un valor. Todo valor tiene un precio. Lo que cuesta hay que soportarlo. Lo que se soporta premia y satisface. Esto me responde con voz templada y reposada. No me gusta que hable con sentencias. Tanta seguridad en sí mismo me da temor. Y sin embargo me deslumbra. No puede ser que solo lleves tatuados tus brazos. Lo que muestras en ellos es incompleto, tiene que haber algo más. El danzarín se saca la camisa y deja al descubierto su torso. Jamás imaginé tal fantasía de imágenes decorando el cuerpo de un hombre. Su pecho muestra una inmensa máscara de vivos colores que refleja la alegría. Su espalda exhibe otra máscara con tonalidades oscuras que muestra la tristeza. El danzarín se da cuenta de mi asombro y entonces se concentra. Cierra los ojos. Respira profundamente y hace mover con parsimonia sus músculos. El rostro triste se convierte de pronto en un rostro risueño. La máscara risible se trastoca en colérica. ¿Cómo lo haces, danzarín? Tienes que conocer muy bien tus músculos para conseguirlo. El danzarín pone aire de ir a soltar otra de sus frases graves, pero duda. Abre los ojos. Baja de la nube. Es más fácil de lo que parece, dice, y ríe con estrépito. Desde que llevo a cuesta las dos máscaras del kabuki ellas tienen vida propia. ¿Me lo creo o no me lo creo? Bah, no puede ser, le contesto, no me tomes el pelo. Y él, observándome desde muy cerca, engatusándome con su mirada de serpiente, baja la voz: algún día te hablaré del poder de las máscaras. Nos poseen mientras dormimos. Actúan mientras nos movemos. Ha sido en ese momento cuando me he prometido a mi misma ir a que me hagan un tatuaje cuando sea mayor.



(Fotografía de Eikoh Hosoe)

4 comentarios:

  1. Integras el diálogo en la narración, manteniendo sin embargo el estilo directo. La frase corta crea el clima. Y la mítica de la cosa cotidiana, las máscaras que nos poseen, hace el resto. Visto así, quizá también yo cuando sea mayor me haga un tatuaje...

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  2. Se agradece el coment, Ramón. Lo tengo en cuenta. Ay de las máscaras. Ay de los tatuados. Ay de los impolutos.

    Un abrazo.

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  3. Muchas de las fotografías que voy colgando aquí lo son, Jesús.

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