lunes, 21 de febrero de 2011
Mi ojo / y 31
Llevo unos días sentada a la puerta de casa, casi sin hacer nada más. Los días son largos y este calor de verano agobia un poco. De vez en cuando vienen a buscarme Shinju y Yashiro, pero a mi no me apetece ir a ningún lado. Al verme así suelen quedarse y jugamos un poco por la huerta. Pero ellos se van pronto. Siempre me dicen: mañana volveremos, ¿quieres? Mamá no sabe qué hacer conmigo. Yo sigo viendo al danzarín corriendo todas las mañanas. Aunque hace varios días que no aparece, yo le sigo viendo dando volteretas y arañando el aire con su figura frágil. Nadie sabe de él, y eso que mamá ha preguntado a varios vecinos de los alrededores. Tampoco me interesa nada de lo que pase en el pueblo. Aunque haya llegado gente la verdad es que no quiero conocerla. Hace algunas semanas que tampoco tenemos noticias de mi hermana. Ya nos hemos acostumbrado a no tener noticias de nadie. A veces le digo a mamá: ¿nos lo habremos imaginado? ¿Habrán existido papá, Hitomi, el monje, el danzarín? Ella no sabe qué contestar. Creo que en el fondo se hace la misma pregunta que me hago yo.
(Fotografía de Itou Kouichi)
Un relato triste, sutil, bello, donde se intuye más que se dice. No soy entendida en el tema pero creo que has recreado muy bien la vida rural del pueblo de Japón durante la guerra, de una forma muy inquietante y tierna.
ResponderEliminarEste final me ha gustado especialmente, y esa foto con la niña rodeada de pisadas fantasma es un broche perfecto para las maravillosas fotos qu e han acompañado el texto.
No sé qué opinarán los demás (hemos estado todos muy calladitos...escuchando) pero a mi me ha atrapado el relato.
Mi más sincera felicitación.
Sencillamente genial
ResponderEliminarGracias, Rat, por el estímulo. Supongo que siempre me atrajeron las causas perdidas, y no me refiero tanto por la vertiente ideológica, como por la manera de vivir, las alteraciones, las interferencias, los enigmas y misterios que se desatan en una situación extraordinaria como es una guerra. Creo que una guerra genera una cascada de soledades con unas características particulares. Como también procura encuentros, reencuentros y pérdidas.
ResponderEliminarEn fin, no sé qué más decir, así por las buenas.
También agradezco tu ánimo, Inner. No ha sido más que un ejercicio...
ResponderEliminarEs tuyo el texto?
ResponderEliminarDe ser así es precioso. Me encantó la sutileza del relato.
Un abrazote
Gracias por visitarme, STren. Un ejercicio de un mes, ya ves. Me dio por ahí.
ResponderEliminarUn abrazo.
"Tampoco tenemos claro si es mejor saber algo o no saber nada"
ResponderEliminarMejor seguir cuidando las peonías.
Más que un ejercicio diría yo. Enhorabuena
Irene
Gracias por el comentario, Irene. En determinadas circunstancias límite puede que en el cuidado de las peonías permanezca la última esperanza.
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