lunes, 7 de febrero de 2011

Mi ojo / 17



Le veo raro al danzarín estos últimos días. No tiene tantas ganas de saltar. Se sienta en el suelo de nuestro jardín sujetándose las manos con la cabeza. A veces se encasqueta el kasa, muy echado hacia adelante, y no se le ve la cara. Mamá dice: Este hombre está mustio desde que se fue el monje Michio. Mamá tiene olfato o sabe algo que los demás no sabemos. ¿Qué te hace pensar eso?, le espeto. El danzarín no es un personaje cualquiera, me sorprende mamá. Él y Michio hablaron mucho durante este tiempo de guerra. Tampoco el danzarín está libre de que las autoridades se interesen por él cuando menos se lo espera. Y él lo sabe.

Al igual que los paisajes del año cambian, así se modifican las vidas. Eso estoy comprobando. Y como las estaciones, de las que no se puede decir esta es más bella que aquella o esta es más interesante que la otra, porque todas cumplen su función y todas son hermosas, así sucede con los personajes que nos rodean. ¿No se esconden las estaciones una detrás de otra antes de manifestarse en todo su esplendor? ¿No aparentan llegar antes de tiempo o retardan su presencia? Algo así pasa con todos nosotros. En el pueblo solo queda la gente anciana, bastantes mujeres de edad y los niños. Y, según dicen, como este pueblo todos los demás pueblos del país han visto partir cada día a hombres jóvenes y maduros para un destino incomprensible. Se nos ha dicho hasta la saciedad que tiene que ser así por la patria. Pero la patria se está quedando vacía y no sabemos si quienes se han ido regresarán. O qué será de nosotros.

- Danzarín, ¿quieres cenar con nosotras esta noche? Hace bueno, sacaremos el mantel y nos colocaremos los tres en el suelo. Mamá ha preparado un yakisoba frito y unas tortas sabrosas que seguro que te gustarán. Ah, y habrá sake.

No ha respondido, pero se ha alzado el sombrero. Ha puesto una sonrisa amable y se ha colocado en una postura decorosa. He vuelto a verle el tatuaje. Mamá tiene que saber más de lo que cuenta.




(Eikoh Hosoe, fotografía)


2 comentarios:

  1. Me tienes totalmente enganchada a la historia.
    Por un momento pensé que aquel hombre misterioso que enviaba cartas a la madre era también el padre,creando una falsa doble personalidad...Pero ya era anticipar demasiado. Aunque realmente eso es lo que ocurre tanto en la cotidianeidad como en los libros y películas, anticipamos y después contrastamos con la "realidad". Otras veces vivimos engañados, consciente o inconscientemente.

    Hacía tiempo que no escuchaba la palabra patria, y me he acordado de la frase del poeta polaco Rainer Maria Rilke [i]"La verdadera patria del hombre es la infancia"[/i]

    Contestando a lo de cambiar el rumbo, si, la idea no es del todo mala, el problema es...¿Se puede cambiar el rumbo? Si esto no estalla por un lado lo hará por otro, pero la autodestrucción ya está servida.

    Saludos.

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  2. Inner. Gracias por el comentario. No imaginaba que fuera tan sugerente esta historieta. Lo de anticipar y contrastar luego con la realidad...no sé. Debemos tener, yo creo, bastantes pájaros en la cabeza para no dar tiempo y margen a lo que debe acontecer. Los "media" actuales piensan por las gentes y condicionan nuestra imaginación.

    Lo de "patria", bueno, ya sabes que es parte del mito. Y sin embargo qué poco se habla de las matrias, ¿verdad? Que también existen. El relato exige que salga esta palabreja que tantos males ha causado en la historia de la humanidad.

    Buena noche.

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