jueves, 3 de febrero de 2011

Mi ojo / 13



Ha vuelto tarde e inquieta. Yo estaba amodorrada cuando entró con mala cara. Mañana te contaré, me ha dicho. Mamá no ha querido cenar. Es raro. Los días que ha estado con el monje se la ve radiante y hoy no es la misma. Se ha quedado callada un buen rato en su cuarto. Me he asomado y la luz del farolillo proyectaba en la pared una sombra desfigurada. Deben ser visiones mías. Me ha dicho que pasara.

Michio tiene que marcharse, dice. ¿Michio?, le contesto extrañada. Es la primera vez que le llama por este nombre. Sí, el sabio anacoreta, el monje, el hombre que no hace daño a nadie. No entiendo bien por qué despliega tantas calificaciones, pero lo dice con rabia. Unos funcionarios del gobierno andan preguntando en el pueblo por él. Si sigue aquí se juega la vida, me aclara mamá.

Es una novedad para mí. Y a la vez un enigma. No puedo entender por qué puede perseguirse a un hombre alejado del mundo. Alguien que dedica su vida a la búsqueda del camino recto. En el que solo hay bondad y meditación. Esta guerra ha complicado mucho nuestras vidas.




(Fotografía de Eikoh Hosoe)

2 comentarios:

  1. Es curioso quién es quien nos soporta viendo algunas curiosas perspectivas.

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  2. Sí, ciertas perspectivas son muy significativas, J.G.

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