miércoles, 18 de junio de 2025

Por qué hay que leer a Pasolini en estos tiempos

 


Por leer palabras como estas de una entrevista que Furio Colombo le hiciera en 1 de noviembre de 1975:

"- ¿Qué es el poder para ti? ¿Dónde está? ¿Cómo lo haces salir de la madriguera?

  - El poder es un sistema de educación que nos divide en subyugados y subyugadores. Pero cuidado. Un mismo sistema educativo nos forma a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta los pobres. He aquí por qué todos quieren las mismas cosas y se comportan del mismo modo. Si tengo entre las manos un consejo de administración o una maniobra de Bolsa, lo uso. Y si no una tranca. Y cuando uno usa una tranca empleo mi violencia para obtener lo que quiero. ¿Por qué lo quiero? Porque me han dicho que quererlo es una virtud. Ejerzo mi derecho-virtud. Soy un asesino y soy bueno.

...

 - Déjeme volver a poner en orden las cosas. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja a todos a la arena de tenerlo todo a toda costa. Somos empujados a esa arena como un ejército extraño y sombrío en el que unos tienen los cañones y otros tienen garrotes. Entonces, una primera división, clásica, es 'estar con los débiles'. Pero yo digo que en cierto sentido débiles lo son todos, porque todos son víctimas. Y todos son culpables, porque todos están dispuestos al juego de la masacre. Para tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruir".


Por criterios de este tipo merece la pena leer a Pasolini. ¿No son palabras de una actualidad manifiesta en nuestros días, es decir, a estas alturas o bajuras de la Historia?

Estos textos se recogen en el libro Todos estamos en peligro, selección de entrevistas a Pier Paolo Pasolini aparecidas en Editorial Trotta.




lunes, 16 de junio de 2025

Lo permanente

 











Hay imágenes del pasado en que fuimos otros, Cao. Pero, Xiao, aunque crezcamos yo me llamo igual y me siento el mismo de siempre. Xiao está a punto de soltar una de sus advertencias fraternales. No te fíes ni de la impresión que tengas de ti mismo, simplemente porque sí, dice. Solo porque te veas como el hombre que sigue viviendo y adaptándose y a su vez reconociéndose. Ya viejas fotografías nos indican cambios en nuestras fisionomías y corpulencias. En algunos más marcados que en otros. Nos encontramos hoy día con lejanas amistades ¿y somos capaces de identificarlas al momento? Pero no es solo esa la cuestión. Lo de fondo es: ¿cuánto hemos cambiado en actitudes, en modos de pensar, en comportamientos? ¿Y en qué dirección lo hemos hecho? ¿Han sido cambios para ejercicio del bien y mejora de la convivencia o para enfrentarnos maliciosamente con el otro cuando no contra el mundo? Nuestras ideas, ¿han sido capaces de evolucionar de manera abierta y prestándose a interpretar la vida? ¿Han progresado pensando en la cooperación con los demás hombres? ¿Han ido dirigidas, no solo al goce y el beneficio personal, sino a la transformación de las condiciones de vida? 

Me abrumas, Xiao, no he vivido tanto como tú como para digerir estos pensamientos a la primera. No pretendo abrumarte, Cao, solo transmitirte percepciones que voy comprobando, que no intentan influir en ti, pero que te regalo, porque también hay que obsequiar a los otros con pensamientos sensatos y dudas constructivas. A lo largo del tiempo me he ido encontrando con viejos amigos en los que he observando renuncias, contradicciones, olvidos, traiciones y pérdidas de su propio norte. Tal vez sea parte de esa adaptación a la vida a la que nos vemos obligados. Pero en medio de tantos cambios, ¿cuánta inteligencia, sensatez y sentido cooperativo se ha cultivado o bien se ha desechado? ¿Sabes, Cao? Admiro a los hombres que pudiendo haberse agotado en sus ilusiones transformadoras o renunciado a esfuerzos benéficos cuando no haberse corrompido permanecen en una dirección honesta y exigente. Debe ser difícil eso, Xiao. Es costoso pero no imposible. De vez en cuando sé de algunos que desaparecen pero lo hacen en la plenitud de su permanencia. Tal vez por ello siguen siendo permanentes faros para nuestra propia conducta. Cao, cuando oigas decir a más de un necio que estos o los otros hombres son iguales en cuanto a dejarse corromper, ignora a ese necio. Hay hombres que saben estar en un lugar digno toda su vida. 


NOTA.

*En recuerdo y homenaje muy póstumo a Jaime Bueno Pardo, entrañable amigo de viejos tiempos que las circunstancias de la vida nos mantuvieron alejados, y de cuyo fallecimiento he sabido dos años después. Fue un irrenunciable y tenaz defensor de lo que merece la pena defender.  




viernes, 13 de junio de 2025

Lo belicoso

 










No puedo negarte, Cao, que siempre me han atraído las obras públicas. Sean caminos o casas, acequias o pantanos creo que cualquier tipo de obra representa el lado constructivo de la aventura humana. Porque además de responder a la utilidad necesaria se pueden ejecutar de manera armoniosa y estética. Pero Xiao, antes decías que lo negativo, lo destructor, estaba arraigado en el alma de los hombres con más relieve que lo que es edificante. En bastantes ocasiones, Cao, piensa que ambas actitudes, crear y derribar, son pulsiones de las que no nos libramos ni individualmente ni en una reacción colectiva. Además, hay tiempos de la historia en que los hombres parece que nos inclináramos más por levantar y beneficiarnos de una tarea de paz y otros tiempos en que un comportamiento belicista nos pone en riesgo tanto a quienes lleven la iniciativa como a quienes sean víctimas de esa determinación. Xiao, ¿toda guerra es justa? Toda guerra es injusta por naturaleza, Cao, aunque no creo que guerra y paz repondan a criterio moral alguno, pues los contendientes opuestos de hecho se amparan en justificarla el uno contra el otro de igual manera. Pero sin embargo todo el mundo vive preparándose para ella. ¿No es una contradicción que puede llevar a desenlaces desastrosos, Xiao? Lo es, lo ha sido siempre, pero el belicismo no nos puede tomar nunca por sorpresa. Ya dijo aquel ancestral pero siempre vigente Sun Tzu, y habrás oído hablar de él, que toda guerra se basa en el engaño. Por eso, cuando seas capaz, finge incapacidad; cuando estés activo, inactividad. Cuando estés cerca, aparenta lejos; si estás lejos, que estás cerca. Y el engaño, la extensión de la mentira en general, la manipulación para influir y condicionar la opinión social, ya se produce antes de llegar al enfrentamiento. ¿Quieres decir, Xiao, que quienes se organizan para la guerra y en un determinado momento entran en ella primero están llevando una guerra interior, contra el mismo pueblo al que dicen que van a defender? Saca tus propias conclusiones, Cao, y aprende a preservarte de quienes dicen que con las armas obrarán por tu bien.




* Fotografía de Leni Riefenstahl

jueves, 12 de junio de 2025

Lo hundido

 


Lo bueno de estar en un rincón de la tienda de Qi hojeando papeles es que oyes comentarios. ¿Comentarios que no deberías, Cao? Yo no los busco, ellos me llegan a los oídos. 

He debido poner una sonrisa malévola porque Xiao, sin aprobar ni condenar mi actitud, parece estar expectante. Muy sagaz tú, dice, pero a ver, ¿qué has oído que te intrigue? Bien sabes, Xiao, que por allí pasan personajes peculiares, unos alardean, otros se muestran tímidos, los más bajan la voz ante ciertas confidencias. Y me sorprendió, y no entendía lo que quería decir, un tipo flacucho, con aire enfermizo y carente de gesto amable, que le comentaba a Qi que había perdido todas las batallas. Eso suena a grave y muy íntimo, Cao. Ya lo sé, por eso agucé el oído con discreción y hasta con respeto. No tengo experiencia suficiente para saber si de lo que se quejaba tenía base o era un lamento gratuito. Seguro que no era gratuito, Cao, sigue. Decía que todas las cosas que había hecho en su vida, y en las que había puesto tanta ilusión, no le habían salido bien. No solo que no le habían sido afortunadas sino por las que había tenido que pagar un precio. Bueno si no en todo él hizo hincapié en algunas en concretas. Cómo no había sabido cuidar las amistades. Cómo no se encontró nunca a gusto con su familia, donde el padre obraba tiránicamente. Cómo no había acertado al elegir sus amores. Cómo había sido traicionado en negocios que parecían limpios. Cómo la salud de la que había disfrutado de joven se había vuelto en su contra. Demasiados cómo, Cao, y se ve que oíste mucho, demasiado. Y al final, Xiao, ahogado en su propia angustia dijo aquello de que no había sabido estar nunca en el bando ganador. Que cuando parecía que una de sus elecciones iba para adelante algo cambiaba de pronto y se le venía abajo. Y que aunque resistía se sentía hundido. ¿A eso se refería con haber perdido todas las batallas? Me temo, Cao, que utilizamos términos bélicos para definir la vida, como si esta fuera un campo de batalla, una contienda, un enfrentamiento dentro y fuera de nosotros mismos. Suena duro y desagradable, Xiao. Xiao se piensa lo que va a responder. Luego, con lentitud y firmeza, da su veredicto. Las palabras traducen la severidad de los hechos y de las circunstancias. Acaso por esta vez te ha sido útil escuchar y, por supuesto, y aquí hace un guiño irónico, sin querer. Y muchas veces los términos guerreros interpretan la esencia de la vida con mayor claridad, por no decir exactitud, que los pacíficos. Da miedo lo que dices, Xiao. 

Pero Xiao se ha puesto a hablar con los albañiles que están reparando la acequia, acaso huyendo de la misma conversación que hemos mantenido.


 


* Fotografía de Jacques Henri Lartigue

martes, 10 de junio de 2025

Lo luctuoso

 










El otro día escuché a Qi decir que piensa cada vez con más frecuencia en la muerte. ¿Esa es buena o mala cosa, Xiao? Todo pensamiento sobre el devenir de la vida no me parece nunca mal, sobre todo si hay conciencia de ello. Qi tiene edad para percibir más cercano su destino. No es necesario que le acucie ningún tipo de enfermedad. ¿Te parece poca afección que haya visto caer a muchos de sus familiares o amigos? Por supuesto que no, Xiao. ¿Quieres decir entonces que cuando va muriendo gente del entorno es como si uno mismo estuviera viendo las orejas al lobo? Es sobre todo una sensación doble y opuesta, Cao. Por un lado te apena y en cierto modo te asusta ver desaparecer  a los conocidos. Pero por otra parte te elevas, y ya sé que es algo estúpido, al decirte: a mí no me está pasando todavía. Eh, Xiao, eso suena a consolación. Y no te consueles, Cao, no te consueles. La angustia por el hecho de lo que acaecerá siempre nos acompaña. Deberíamos reducir no tanto el pensamiento como el efecto sobre nuestro ánimo. Hay que evitar que sea un caballo desbocado. Pensando obsesivamente en circunstancias luctuosas nos restaría una parte de nuestra salud integral y por lo tanto de nuestras energías. Dar vueltas de modo recurrente al asunto debe ser solo una especie de juego. No podemos traicionar el instinto de supervivencia, al que además acompaña el disfrute que sea posible, ni rebajar la pasión por el conocimiento y la curiosidad. Me pregunto, Xiao, si conseguirá Qi sujetar el caballo o le estará arrastrando en el galope. Eso habría que preguntárselo a él, y acaso no se deje interpelar, pues ya sabes, Cao, que es muy discreto con lo que quiere. 

Xiao gusta de hablar de los temas duros sin remilgos. Se ha quedado abstraído. Por cierto, dice de repente, hace poco leí un relato de un escritor ruso, que precisamente me lo había proporcionado Qi. En él el protagonista, que se encuentra atormentado por los dolores extremos de una enfermedad sin cura, y además se siente incomprendido por el poco caso que le hacen los familiares, se deja invadir de pensamientos negros. Entonces el autor lo relata así: "...Padecía en soledad los mismos sufrimientos sin solución y daba vueltas en soledad a los mismos pensamientos también sin solución. ¿Qué era eso? ¿De verdad que eso era la muerte? Y una voz interior respondía: Sí, de verdad. ¿Por qué toda esa tortura? Y la voz respondía: Porque sí, no hay ningún motivo. No había nada más aparte de esto, nada más allá de esto". Xiao, ¿me dejarás leer esa novela?, parece interesante. Te la puedo prestar, Cao, aunque acaso no vas a comprender toda la tralla. El ruso la escribió al comienzo de la vejez, cuando ya la edad le iba abasteciendo de conclusiones más definitivas sobre la aventura de vivir y, sobre todo, de la finitud.




domingo, 8 de junio de 2025

Lo envidioso

 












¿Por qué muchos envidian posesiones y logros de los demás pero no sus aptitudes, Xiao? Debe ser, Cao, porque a primera vista una propiedad o una posición social destaca más que el valor y el mérito de la persona, digo yo, ¿no? Pero no te fíes, en el fondo es obvio que envidian a su vez la capacidad y el esfuerzo ajenos, si bien su propio cegamiento suspicaz les lleva a no admitirlo públicamente. Pero el envidioso, ¿envidia lo que tiene el otro o a la misma persona que es objeto de envidia? Yo diría que ambas cosas. Desearía disponer de los bienes o facultades del otro y como no los va a tener centra su recelo en la persona ajena. Pero eso, Xiao, tiene que envenenar al envidioso. Tiene que ser un tormento su vida. Lo es, Cao. Y te diré más. La envidia les conduce a sospechar de aquel que ha conseguido recursos o reconocimientos como si los hubiera obtenido de manera ilícita o vendiendo su alma al diablo. Pero también hay individuos que por obtener cualquier beneficio se venden al mejor postor, Xiao. También los hay, pero es otro tema. Todo afán de celo enfermizo respecto a otros implica tal vez un desajuste de sus emociones que se ve acompañada por una insuficiencia cuando no carencia moral. ¿Será, Xiao, que esos personajes tienen por nacimiento una tendencia a la envidia? Creo, Cao, que  quien más o quien menos nos sentimos tentados a envidiar a otros. Pero acaso si se reconduce esa tendencia con una comprensión razonada, y sobre todo ética, la obsesión pasará a un plano insignificante que no afectará negativamente a las pasiones. A mí me parece, Xiao, que es un desastre padecer de envidia y también puede serlo para quien es objeto de ella, por cuanto este puede ser agredido por el envidioso. Sin duda, el riesgo es para ambos, así que toma nota, Cao. 

Si yo te dijera, Xiao, que envidio tu temple, ¿qué dirías? Que envidiarías una apariencia o un error o un sistema de autodefensa, siempre circunstancial aunque parezca que forma parte de mi carácter. Y que estarías envidiando algo de mayor gravedad que si envidiases mi huerto o mi taller artesano. 


* Grabado de José Hernández

sábado, 7 de junio de 2025

Sin más palabras

 



El Roto hoy en El País.

(Por mi parte copio y pego al reflexivo El Roto y se lo dedico a las nuevas generaciones a las que les están volviendo a contar mentiras y a las viejas por olvidar y no enseñar la verdad a las nuevas)



jueves, 5 de junio de 2025

Lo infame

 










No te sorprendas, Cao, si te encuentras gente que practica la infamia pero la vende como nobleza. ¿Cómo es eso, Xiao? Ya ves. El canalla no gusta de reconocerse como tal aunque se porte con las conductas más arteras. Te señalará la luminosidad de un día de verano pero dirá que está cayendo la noche. Afirmará qué frío hace, aunque nos estamos asando. Proclamará lo bien que vivimos todos, aunque haya innumerables seres que se hundan en la miseria. Presumirá de la libertad multitudinaria si bien las cárceles estén a rebosar y los exilios vayan siempre a más. Pero eso no puede ser, Xiao, sería negar lo evidente. Pues el infame siempre niega lo evidente, Cao. Lo niega con rotundidad unas veces y otras reconduciendo a su interés particular lo que es obvio para todos. Y siempre haciendo de la mentira verdad. Bueno, su verdad, la inventada para lo que persigue. Pero, Xiao, él mismo queda en entredicho, la gente se dará cuenta. Oh, no creas. O sí, pero muchos aun sabiendo de la incongruencia malévola del infame acepta esa manera retorcida de contemplar el mundo. Negar la evidencia no tendría mayor importancia si se diera en una conversación divertida o superflua, sin trascendencia alguna,  pues todos caemos a veces en ese defecto. Pero ante hechos o situaciones determinantes adquiere un plano de gravedad perjudicial. Incluso para los propios seguidores de los infames. Xiao, eso les convertiría a estos en cómplices de sus maquinaciones. Por supuesto, Cao, ya está sucediendo, pero hay algo peor.  Se dejan tomar como idiotas, aceptan ser individuos sin personalidad propia y que además escupen contra su condición humilde.  ¿Hasta ese punto, Xiao? Mi amigo no duda y habla con la precisión que da la firmeza de pensamiento. Más allá de ese punto, dice. Cuando se ha traspasado el límite entre lo obvio y lo inventado y acto seguido se generan argumentos y situaciones de rencor y odio la infamia alcanza las cotas más inimaginables. Ya pasó otras veces. Pero la gente olvida. 

Ambos nos hemos quedado sin palabras. Como si el diálogo nos hubiera agotado. Xiao me mira con gesto de resignación. De pronto me motiva. Vamos a dar un paseo por el largo y florido camino de los almendros, propone.



* Fotografía de André Kertész.

miércoles, 4 de junio de 2025

Lo abrumador

 












Hoy Xiao está muy callado. Me ha dicho que no puede con el peso de la bóveda celeste. Y es que gusta de imágenes excelsas. Ya será menos, le he replicado. Pero él ha insistido con apatía. Ni siquiera puedo con la levedad de una de sus dovelas. Todo me abruma. El tráfago de gentes, el roce callejero, la vocinglería, la vaciedad de las palabras emitidas, la bulla de los mercaderes, las órdenes de los emisarios, las decisiones que los magistrados toman en mi nombre, las ansias desmedidas de muchos, la insensatez de otros. Mi propio pensamiento se me rebela y ramifica mi capacidad de entendimiento de las cosas. Así que compóntelas tú solo. Yo sería hoy un mal acompañante para quien tiene que descubrir aún el lado constructivo de la vida. ¿Ni siquiera puedo contar con tus comentarios triviales que tanto estimulan?, le digo más por animarle que por necesitar su guía. Ni siquiera. Es lo que tiene haber visto ya demasiado que no tiene solución o el haber dormido lo insuficiente sin recuperación. Ah, entonces es algo pasajero, Xiao. No sé. Es algo instalado y sin mucho aviso de que me vaya a abandonar.

He tomado una senda que va hasta los escarpes que acunan el torrente presuroso. Las margas lo vuelven más denso. El cielo, incierto. Serenidad. 



*Fotografía de John Heartfield


lunes, 2 de junio de 2025

Lo indeleble

 












Cao, no todo viene en los libros, acaso cada vez menos. Pero en las flores, y te sugiero que aproveches la primavera, hay mucho escrito. Si, ya sé lo que me vas a decir, Cao, que no reconoces todos sus signos. Pero están ahí, solo tienes que observar un rato, luego dejarte sorprender. Tal vez nunca los interpretes con la razón. Pero si te has emocionado un instante, si te ha envuelto su ritmo, si te ha embargado su despliegue es que has creado un vínculo con ese otro mundo. Pero, Xiao, es un mundo tan efímero el de las flores...Cuando te encaprichas con ellas empiezas a perderlas. Xiao hace una mueca de escepticismo. Pero, acaso, dice, ¿no sucede lo mismo con las relaciones humanas? ¿No son pasajeras las pasiones? ¿No son mutables los gustos?  ¿No es incierto el conocimiento? ¿No se tuercen las aspiraciones? ¿No es frágil la salud? Siento como que sus preguntas me bloquean. ¿Quieres decir, Xiao, que no hay nada indeleble? Eh, Xiao, escucha, espera. Pero Xiao se ha acercado a oler de cerca el campo de lavanda.



jueves, 29 de mayo de 2025

Lo mezquino

 







¿Sabes, Xiao, que el viejo Qi nos deja leer los libros de segunda mano que tiene en su chamarilería? Xiao pone gesto de sorpresa. No sabía que además de trastos viejos, arramblados de mala manera, tuviera también libros el viejo oportunista, dice. Pero me sorprende más que os deje tocar y leer las revistas y los libros de los que otros se han desprendido. ¿Desde cuándo se está volviendo comprensivo y generoso? Bueno, no creas, Xiao, nos deja pero nos controla. Nada de pasar las páginas con el dedo untado de saliva, ni de revolver las revistas y mucho menos que rasguemos las hojas. Si ve que alguno rompe las reglas le manda para casa. Todo el mundo sabe, Cao, que Xiangzi ha sido siempre un gruñón y un tipo hosco. Con cuántos vecinos del barrio no acabó mal en el pasado por sus maneras despóticas y poco amables. Pero sobre todo porque de tapadillo era el usurero al que muchos recurrían para aliviar sus deudas. ¿De dónde crees que sacó tantos muebles y utensilios y a veces cédulas de propiedad? ¿De recogerlos en la basura? ¿Regalo obtenido por una bonhomía y colaboración que desconocía? Pues hoy no parece el mismo del que me hablas, Xiao. Ciertamente, que ahora muestre un temple más comprensivo y hasta saque una mansedumbre ignota en él es algo inédito. O está enfermo o los años le han restado aquella altanería y maltrato con que se dirigía a la clientela. O bien ha tenido una revelación que se nos oculta, apostillé riendo. Mira, Cao, la revelación de Qi ha sido siempre hacerse con los bienes del prójimo. Pero el cuerpo habla sobre todo para quien lleva el propio y ve a saber si no se encuentra próximo al fin de sus días. Al fin y al cabo no tiene familia y puede que quiera recibir in extremis nuestra complacencia. De momento, si ha empezado por dejar que invadáis pacíficamente su tienda es buena señal. Pero sospecho que por mucho que haga ahora no va a cambiar la imagen que tenemos todos  de él. Por cierto, Cao, ¿sabes cómo le llaman muchos a Qi?  



*Fotografía de André Kertész.

martes, 27 de mayo de 2025

Lo narcisista

 












El rumor del arroyo en primavera despierta el instinto pero invita a la contemplación. Al borde del tramo de agua plácida juego con unos juncos. Me detengo y el remanso me devuelve con nitidez sorpresiva al personaje lúdico que soy. 

No te inclines demasiado, me dice Xiao. La culpa no la tendrá el río si te caes. Solo me quedo absorto por ver si me veo en el agua de otra manera a como me veis los demás, me defiendo. Xiao sonríe. ¿Crees que el reflejo de nuestro rostro nos aporta la mirada acertada sobre nosotros mismos? La búsqueda de nuestra imagen aparente difumina nuestra propia verdad y no nos hace ver cómo somos. Me rebelo y hago valer mi gesto. Pues yo al mirarme me divierto y no creo que haga daño a nadie por ello. Xiao parece apiadarse de mí. Por supuesto, Cao, si te diviertes al contemplarte es porque te burlas y he ahí una manera de ser auténtico contigo mismo. Pero no sucede lo mismo cuando te presentas ante alguien. Piensa más bien que cualquier postura que ofrezcamos sabiendo que nos observan es algo apostado. La naturalidad no es siempre tal. Muchas veces se trata de algo aparente. Es como una actuación. Solo el instante improvisado que nos coge por sorpresa dice del tipo de persona que somos ralmente, aunque no todo el mundo sepa apreciarlo. ¿Quieres decir, Xiao, que para conocer a otros debo estar más atento a sus reacciones incontroladas? Por ejemplo, Cao. Cuando otros se ponen en guardia, o nosotros mismos, representan un guion de normalidad social que puede reprimir y ocultar su personalidad. Pero eso ya lo irás descubriendo. Incluso lo utilizarás como recurso para defenderte en la maraña de relaciones que es la vida. 

No entiendo muy bien a Xiao pero sus opiniones las ofrece con serenidad y dulzura. Si todo va a ser tan complicado, digo arañando con el junco la corriente, mejor hago las preguntas al río. A medida que agito el agua mi imagen oscila, se desvirtúa. ¿Seré yo también el mismo personaje que se diluye en el arroyo? Pero Xiao se ha alejado persiguiendo como un niño el vuelo de una libélula.



*Fotografía de André Kertész


NOTA

Si tardo en responder o no respondo es debido a problemas del mundo Blogger. Espero que sea pasajero. De cualquier modo vuestras opiniones las considero y me resultan útiles. Vale.


sábado, 24 de mayo de 2025

Lo ubicuo

 










¿Sabes, Cao? Ese hombre de ahí, me dice Xiao señalándome un individuo de mediana edad embebido en la lectura de un libro, posee el don de la ubicuidad. ¿Cómo es eso, Xiao? Yo le veo sentado bajo la higuera todos los días y haciendo lo mismo. Si está ahí no puede estar en otra parte, y apenas se desvía unos metros de su casa. Xiao esboza una media sonrisa. Probablemente se mueva más que tú y yo, que presumimos de paseos y de encontrarnos con conocidos. Probablemente sus viajes sean más enriquecedores que los nuestros, que no pasan de ser recorridos urbanos donde vemos a prácticamente la misma gente todos los días. Probablemente los paisajes y las ciudades se desplieguen ante su mirada con mayor diversidad que las calles que pisamos nosotros. Probablemente los idiomas se le ofrezcan con mayor fluidez que el nuestro, que tanto reducimos. No puede ser, Xiao. No es una divinidad ni benefactora ni maléfica, sino un simple y común vecino de este barrio. Ve a saber, Cao. Puede que también sepa mucho de obrar con bien y de actuar con mal, según se lo pida su criterio. Pero si tú no crees en esas invenciones sobre seres fantásticos, Xiao. Yo no, pero él puede que sí o, acaso mejor dicho, él crea sobre todo en la evolución de su propio pensamiento que sabe distinguir lo que conviene y lo que no conviene. Xiao me genera cada vez más inquietud. Decido romper su misteriosa plática. ¿No podemos nosotros ser también ubicuos como él?, y no quito ojo a la postura inamovible del hombre sumergido en el libro. Supongo que sí, Cao. ¿Le preguntamos cómo lo consigue?, me atrevo a proponer. Xiao me pausa. Mejor no interrumpir su ejercicio. Tal vez no esté ahora aquí ni hablando en nuestra lengua ni se reconozca en quienes pasan junto a él. Creo que la respuesta a tu pregunta nos la ofrece implícita y explícitamente este ausente de la higuera.   


 

*Fotografía de André Kertész

jueves, 22 de mayo de 2025

Lo venenoso

 



Qué rareza, dije al encontrar aquella flor diferente a las otras. Sus pétalos parecen tan frágiles y tan sedosos como los de las bermejas. Ya había alargado la mano para acariciarla cuando el viejo Xiao fue imperativo. Para, Cao. Mira y contempla, pero no la toques. Si entre todas las rojas esta es la excepción puede que guarde algún peligro. Hay hombres que la buscan con avidez y se dirigen a los campos que su albura los cubre como si fuera nieve. ¿Por qué las buscan allí si tienen peligro?, pregunté a Xiao. El hombre sonrió. Hay personas que no solo aman el peligro sino que buscan envenenarse con él y de paso emponzoñar cuanto les rodea, sean personas o circunstancias. Y lo peor es que tienen adicción, pues debes ir sabiendo que el mal no existe por sí mismo, pero la maldad de los hombres crece con la familiaridad con que se desarrollan los cuerpos. Xiao, y eso ¿depende de las flores blancas?, pregunté con ingenuidad. Yo diría que más bien de las almas negras, respondió enigmático el viejo botánico.



*Fotografía de Inés González.

martes, 20 de mayo de 2025

Revelación

 



Los últimos días de mi vida 
unas voces me hablaron: 
vuelves a nacer y ella vendrá a ti. 
Abrirá los surcos y alzará las olas. 
Su viento agitará crines de ébano. 
Ha domesticado la tormenta 
y pondrá en las yemas de tus dedos 
una señal encendida. 

Abandona cuantos sueños de eternidad 
te haya propuesto el destino 
a cambio de su mano tendida.



viernes, 16 de mayo de 2025

Opinar, ¿para qué?

 


 

Max se me presenta sin ímpetu. No es el mismo. No sé si detrás ha tenido un sueño placentero o es que se está volviendo abúlico. Mientras vierte café en una taza yo le escucho expectante. Hay mañanas en que te levantas y piensas: opinar ¿para qué? Observo un rictus de rendición en el rostro, más allá de sus palabras, y me preocupa. ¿Tuviste alguna revelación negativa en tus sueños?, le digo bromeando. Sorbe de la taza. Puede ser, replica lamiéndose los labios. Los sueños saben traducir lo que la razón de la conciencia a veces nos bloquea. ¿No será a la inversa?, le objeto. Puede ser también, me concede. 

Se muestra tan lacónico que temo alguna incidencia. A ver, ¿qué te ha sucedido que no te pasara el día anterior? Permanece manso, autocontenido pero sin esfuerzo. Eso es lo peor de todo, dice, que no hay más que una sucesión de lo que parece irremediable. La incomprensión de los acontecimientos que vives. La desapacibilidad producida por la degeneración de la convivencia. El temor a la propia fragilidad a medida que los años avanzan y ya no eres el que fuiste una vez. El abandono del diálogo tranquilo tal como aprendimos a fecundar en otros tiempos no menos duros. El desasosiego por no saber hilar con más paciencia la racionalidad que este mundo complejo nos exige. ¿Sabes? Sería más fácil si claudicase uno y se entregara de nuevo a utopías obsoletas, a religiones que prometen mundos en los que ya no existes, a magias esotéricas que te endulzan el instante pero no el momento siguiente, a contemplaciones estéticas que te extasían pero que te conducen a plantearte nuevas preguntas sin fin. Y si hay que elegir, yo elijo esta última opción. 

Hay un reposo en las palabras de Max. Lo aprovecho. Podrías plantearte reverdecer la pasión, amar nuevamente, no eres tan viejo. He debido poner cara risueña porque Max arranca en una carcajada que de pronto corta en seco. Podría, dice. Pero ¿como flor de un día? ¿Como una senda laberíntica donde nunca llegas a nada? ¿Como una maraña en la que no es difícil entrar pero de la que no sale indemne?

Max señala la cafetera. Con o sin tu permiso, me sirvo otra taza. Tal vez necesito ponerme nervioso para aguijonear la indiferencia. Tú, ¿indiferente?, le ataco. No te imagino. Max sorbe y mira a la mesa desordenada. ¿Qué estás leyendo estos días?, pregunta.

 

 

*Grabado de José Hernández

jueves, 15 de mayo de 2025

Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...De Niro denuncia y avisa




Lo que Robert de Niro dice dirigido a estadounidenses, y en concreto a las artes, puede extenderse a los otros países democráticos que aún quedan. De Niro no se muerde la lengua llamando a las cosas por su nombre. 

Nota bene.Y mientras, Israel sigue asesinando impunemente día tras día, todos se lo permiten, y encima al extremo agresor le molesta que le llamen genocida. 





lunes, 12 de mayo de 2025

Dirección única. A pie de sepulcro

 




















"Se suele decir que al hombre dos metros de tierra le bastan. Pero esos dos metros le bastan a un cadáver, no a un hombre".
 
Antón Chéjov, cuento La grosella.


El hombre se comía el mundo, me dijo al oído Mijail Aloyan en aquella tarde fría de Novodévichi. Era afable, colaborador, desprendido, daba de él todo y ahí le tiene usted. Mijail Aloyan, repliqué muy tenue, ahí solo tenemos lo que no fue nuestro amigo. Pero un muerto reciente es la estela del que habitó una vez un cuerpo, ¿no le parece?, insistió. Aunque no creía oportuno seguir manteniendo la conversación en plenas exequias a pie de tumba siempre he sido muy polemista. La estela, Mijail Aloyan, está en el recuerdo que mantengamos del finado. ¿Que usted quiere quedarse con la memoria de la compasión y entrega del hombre en vida? Quédese pues con ello. Yo he oído cosas de este ilustre que despedimos muy opuestas a la imagen que algunos han sublimado de él. Incluso a mí me han afectado. Pero estaría mal por mi parte si, aprovechando que no puede defenderse, revelara su lado oscuro. Mijail Aloyan dio un paso atrás del grupo de allegados y se giró con gesto hosco hacia mí. No le creo, acaso usted no ha sido el buen amigo que él esperaba, me soltó con acritud. Me faltó tiempo para objetarle. Tal vez, pero eso usted no lo puede saber, concédame a mí el beneficio de la duda y, por extensión, al fallecido, al cual yo he tratado en aspectos bastante espinosos si no turbulentos. Como mis últimas palabras las pronunciara con énfasis Mijail Aloyan enmudeció. Luego: ¿Quiere usted decir que...? ¿En qué se basa para cuestionar su integridad? O me lo explica de manera más extensa o me obligará a declararle a usted non grato. Y no tenga dudas de que se lo haré saber a los que preservan un sano recuerdo del amigo ilustre. Mi respeto por el extinto me lleva a guardar discreción, y también secreto, sobre algunas vivencias que compartimos. No voy a ir por ahí pregonando nada. Si usted toma una iniciativa en mi contra en realidad se volverá contra usted mismo, pues en alguna de las confidencias nada ejemplares de quien hoy despedimos aparecía su nombre, Mijail Aloyan. Y solo le digo lo siguiente. El lado oscuro del hombre ilustre lo sería para la sociedad, no para mí ni para quienes cuestionamos la farsa de la vida. Con frecuencia lo que la sociedad, dejándose llevar por una moral intransigente y brutalmente cercenadora, considera oscuro y sinuoso de un individuo no es sino el esfuerzo por elevarse sobre las ideas imperantes y las leyes que auxilian estas. En ese instante Mijail Aloyan se distanció de mi. Se sacó entonces un guante pero lo retuvo con la mano temblorosa. No es el momento, dijo con voz apagada, de seguir el tema.
 
 
 
 

sábado, 10 de mayo de 2025

Dirección única. Desenmascaramientos

 








 

 

"Los hombres parecen desdeñar la libertad, pues si la desearan, la tendrían; es como si se negaran a hacer esta preciosa adquisición solamente porque es demasiado fácil". 

Étienne de La Boétie, Discurso de la servidumbre voluntaria.

 

Recuerdo un eslogan de hace muchos años que escuché en el Vallés Oriental: rompe la norma (trenca la norma, decían allí) Y sí, me pareció rompedora. Me gustó. Después de romper de manera contradictoria y acaso incompleta con la oscuridad de unos tiempos pretéritos algunos proponían ir más allá de un espacio de ideología intocable y plantarla cara. Si no derribar ídolos -algo nada fácil por mucho voluntarismo que se tenga- al menos quebrar algunos de sus presupuestos, cuestionar sus tradicionales principios y desenmascarar sus falsas moralidades. ¿O toda moralidad ya lleva implícita su embuste y oportunismo? Romper normas implicaba ser audaz. Ser audaz obligaba a transgredir. Y la transgresión volvía a enfrentar a los individuos con su propio concepto de libertad. ¿Dónde quedó tanta sana como acertada intención de quebrar normas obsoletas? ¿No da la impresión de que algunas están volviendo, suponiendo que se hubieran ido, con rostros y sonrisas cameladoras? Desembozar al otro, desenmascarar los elementos estructurales de un sistema que se reorganiza de modo cíclico, denunciar las nuevas formas de servidumbre conlleva destapar tu propia caja de Pandora, aunque no sea cómodo. Parte, pues, el rostro de tu máscara. Después solo tendrás dos opciones: o reponer una nueva que te dé seguridad y no te aleje de la normalidad social, o estar en guardia para no adjudicarte otra careta que no te deje ver el mundo real, inclusivo el tuyo propio, y vivir la resistencia que, no lo dudes, tiene sus satisfacciones. Sabes de sobra que lo importante es que una pregunta conduzca a otra pregunta, pues cualquier respuesta no pasa de ser un puente y en ocasiones un puente con agujero por el que uno puede precipitarse al vacío.   



*Máscara del teatro griego llamada L'Etera, del Museo Arqueológico de Lípari.

 

jueves, 8 de mayo de 2025

Dirección única. Sus eminencias

 












" P. ¿Es idéntica la fe de los que creen?

  R. Unos tienen una fe viva, otros muerta o moribunda. Hay, y estos son los más numerosos, quienes no tienen ni una ni otra".

Pierre-Sylvain Maréchal, Catecismo del cura Meslier.


La puerta se había cerrado con expectación, aunque es de suponer que no tanta como al abrirla. Los elegidos por la intervención divina habían ido tomando posesión de sus pupitres entre risas de complicidad y camaradería. A primera vista no se distinguían enconos, diferencias u otras zarandajas de la naturaleza humana. Diríase que todos se hallaban en estado de gracia, y no en vano las oraciones de que hacían gala parecían estar causando su efecto. Lucían unas vestimentas purpuradas que en unos casos tapaban la flacidez de los más enjutos. En otros procuraban disimular su constitución oronda. Había eminencias más jóvenes, la mayoría bordeaba la edad de la chochería, que armonizaban su físico aún bien parecido con la sotana y la muceta que tanta prestancia proporciona a tan altas dignidades. Entre los más ajados los había de rostro severo y displicente, pero también los que con sus sonrisas repartidas a diestro y siniestro trataban de soslayar la puñalada de la edad excesivamente tardía. Con disimulo se observaban entre sí, de abajo a arriba, que es el orden que han seguido en su carrera extraordinaria para ocupar el alto estamento que les aseguraría la bondad celestial por toda una eternidad. Es de suponer que ese fuera el fin deseoso de alcanzar y no las vanidades mundanas. Un sector nada despreciable de aquella curia elevada marcaba la diferencia al mirar en sentido opuesto, manteniendo la mirada primero, bajándola hacia el resto del cuerpo del otro con gesto de desprecio contenido hábilmente, pues se sabían purpurados de nacimiento, impulsados por las grandes familias nobles cuyo poder compraba todo. Si había entre aquella grey signada por el Altísimo algún miembro que no procediera de la influencia arrogante de alguna clase de poder era algo excepcional. En aquel conjunto de prelados, intermediario entre los cielos y la tierra, la humildad residía más en su discurso que en su posición y en sus hechos. La voluntad de cambiar se centraba más en no perder autoridad que en defender con autenticidad a los desfavorecidos de la sociedad. La tolerancia solo disponía de un rostro: el que su propia moral permitiera para que no entrara en colisión con sus intereses. Quien más o quien menos conocía las posiciones estratégicas de unos y de otros. No tanto la maniobra táctica, que no había sido copiada de los ejércitos o de la alta política de los Estados, como uno podría deducir, sino que más bien su estamento ya la había desarrollado ampliamente desde la Antigüedad y habría servido de modelo para las actividades de los otros poderes territoriales. Los ruidos de los tejidos satinados fueron disminuyendo a medida que se iban colocando en sus sedes. Las risas mermaron. Los aspavientos se relajaron. Por el contrario, las señas secretas enviadas entre aquellos y los de allá de manera sigilosa pero diestra sobrevolaban la gran capilla. La eminencia designada por el protocolo para dirigir tal congregación instó a los presentes a encomendar su labor al Padre eterno. No dijo nada nuevo que el texto ritual no tuviera previsto, pero todos entonaron una plegaria que si bien utilizaba el nombre más elevado de su fe en realidad era un mensaje de acatamiento al buen orden y una invitación a la buena elección. Pero nadie ignoraba que tras esta verbosidad se ponían en marcha las instrucciones, consejos, presiones y amenazas del sector más organizado que haría todo lo imposible por no perder el control. Acabado el rezo todos se sentaron, expectantes ante el juego que comenzaba en aquel momento.  



*Rafael Sanzio. León X y los cardenales Giulio de Medici e Luigi de Rossi.

miércoles, 7 de mayo de 2025

Dirección única. Cobardías

 


 

 

 

 

 

 

 

Hay palabras y terminologías que al solo mencionarlas y tratar de aplicárnoslas en nuestra actualidad sentimos rechazo. Nos parecen desmesuradas, demagógicas, fuera del tiempo. Una de ellas es esclavitud o su personalización, esclavo. De hecho el término se usa de forma más metafórica que de significado real. No seas esclavo de...quiere decir simplemente no dependas o no te ates o no sucumbas a tal práctica o a tal persona o a tal moda. No tiene la caracterización antigua, o no tan antigua, de dependencia de la vida individual de manera total a un amo o un sistema, dependiendo de la condición social donde se haya nacido. Ciertamente aquella condición, donde no había márgenes porque no había reconocimiento de derechos ni patrimonio ni seguridad, hoy se ha reducido considerablemente,  probablemente algo quede. Pero tras la conquista de derechos y la asunción de ese concepto esquivo denominado dignidad humana, la libertad supuestamente conquistada sigue siendo un señuelo y tiene un precio. Los medios de que dispongas definen tus márgenes de libertad. Habrá quien piense que eres libre en tu fuero interno, en tu pensamiento, en tu buena voluntad, en tus intenciones colaborativas o a los ojos de una deidad, que dirán los religiosos. ¿De verdad nos creemos que es así? Me hace pensar en ello Fernando Pessoa cuando leo en su Libro del desasosiego: "La esclavitud es la ley de la vida, y no existe otra ley, porque esta ha de cumplirse, sin revuelta posible ni refugio que descubrir. Unos nacen esclavos, otros se hacen esclavos, y a otros la esclavitud les es impuesta. El amor cobarde que todos tenemos a la libertad  -que, de tenerla, la extrañaríamos como cosa nueva, repudiándola- es la verdadera señal de la tragedia de nuestra esclavitud".

Cuestión de amor cobarde, pues el amor es el otro cebo con el que seguimos obnubilándonos y creyendo ser lo que no somos. Pero mientras, sigamos tirando.

 

 

 

*Máscaras de teatro del Museo de Lípari.

 

lunes, 5 de mayo de 2025

Dirección única. De sombras


















"¿Acaso toma el color nuestra vida
de nuestras sombras? 
¿O es que, acaso, nosotros mismos somos 
las sombras de nuestras propias sombras?"


Forugh Farrojzad, El mundo de las sombras, del poemario Muro.


Al leer el poema de Farrojzad se me desveló uno de los misterios de mi curiosidad. De una de mis curiosidades. O, mejor dicho, de una de mis manías. La de permanecer un rato observando el reflejo de las figuras sobre una pared. Es decir, las sombras producidas por el sol o por la luz eléctrica mortecina de una calle. Y, si es posible, fotografiarlas en su instante único. Pero más que un desvelamiento es una interrogación continuada. ¿Somos el reflejo? ¿Nos sustituyen las sombras? ¿Nos cuestionan? ¿Son la otra piel con que el combate entre la luz y las tinieblas conforman nuestras vidas? ¿Son actores que se burlan de nosotros? Si, como dice la poeta, es tomada de las sombras el color de la vida, ¿acaso esta es más oscura si no tenebrosa de lo que pensamos? ¿No nos estarán engañando las luces de neón que nos acompañan a su vez en este mundo de fantasía retorcida y contradictoria que nos hace sentir vivos? Tal vez todo el montaje de ilusiones que vamos encarando desde la niñez sea el mundo sombrío en el que nos movemos inconscientemente, sin reconocernos. Tal vez cada proyecto, aspiración, ejercicio o labor desarrollados años tras año, con su serie de pensamientos y argumentos fabulados, no sean sino posiciones que van quedando reflejadas, efímeramente, sobre ese muro contra el que nuestra testa golpea una y otra vez. Sí, alegrémonos, incluso desdramaticemos si nos hace estar más tranquilos, pues todo lo que dice Farrojzad y me contagia es metáfora. Pero una pregunta siempre conduce a otra, más que a una respuesta. ¿Será la metáfora el inmenso y extenso mundo de las sombras? 

Voy a ver qué colores me ofrece el día. O la sombra.


sábado, 3 de mayo de 2025

Dirección única. Representaciones

 











Hay imágenes que, sin literatura adjunta ni instrucciones de interpretación que valgan, dicen todo del paisaje y del paisanaje. El paisaje es tanto una sociedad como una época. Y ambos, a su vez, pueden desdoblarse en micropaisajes, tales como la familia y el individuo. El paisanaje sería entonces una distribución más o menos concreta y dispersa, pero también la grey abigarrada. Una imagen contiene entonces tal cantidad de elementos que se pueden ver a las claras, como lo que no se ve ni se sabe de lo que existe detrás de ella. Juegas con tu capacidad de penetración, más intuitiva que cognoscitiva. Una imagen te ofrece un panorama superficial: un grupo de personas, una serie de gestos, una o varias actividades aparentes que realizan estas, un entorno. Sin dejar de permanecer absorto te abres a un segundo plano, más recóndito y arriesgado de descifrar, aunque la imagen te aporte sugerencias y datos implícitos. ¿Qué miras entonces? La postura de cada personaje de un grupo, por ejemplo. Los componentes que los definen: vestimentas, posturas corporales, posiciones de las manos, miradas hacia un objeto. Luego observas el objeto hacia donde cada miembro del grupo fija su atención. Tu mirada al objeto es rápida y la identificas sin mayor reflexión. Ese objeto da la clave del comportamiento de las personas pero no te interesa más. Es lo que es, te dices. Porque sigue interesándote la actitud de quienes integran aquella agrupación entregada a un quehacer. Vas pasando la vista sobre cada figura. Por un instante la aíslas de las demás. Relacionas un rostro con una posición de las manos o de los brazos, tratas de acertar sobre la edad, compruebas su lozanía o su ajamiento, analizas los vestidos que, ya por sí mismos, te hablan de un tiempo pretérito y de la posición social de los presentes. Ahora quedas detenido ante las facciones, intentando adivinar cuánto hay en ellas de extrañeza, de dolor, de resignación, de ira contenida, de miedo, de fortaleza. Esta propiedad es la más difícil de identificar. Cualquier rostro puede estar protegiendo la capacidad de fortaleza del individuo. Dispuesto a llegar hasta el fin de esa exégesis, aun sabiendo que vas a errar, te lanzas a posicionar a cada individuo. Indagas, o mejor ficticias, sobre la relación de cada cual con el muerto. Ya tienes claro, o eso crees, quién es la madre, la hermana, la esposa, la nuera, la vecina. De pronto, te centras en aquella figura bajita que lleva algo en sus manos. Es un ángel, te dices, tú que no crees en estos seres imaginarios pero que han dado tanto juego en el mundo irreal en que vive tu cultura. Es un ángel y como está más allá del bien y sobre todo del mal no dirige la mirada como los mayores. Te mira a ti directamente. Eres tú, el hombre de la cámara misteriosa, quien recaba su atención. Pero no, tampoco. Amplías la imagen: no mira abajo como las demás, tampoco a un horizonte claro. Es una mirada entre pensamiento y sentimiento. Hay dolor contenido y curiosidad atropellada. Una mirada que cabalga entre una reflexión aún primitiva, y seguramente influida, y la emoción interna de quien está afectado. No sabes si está atormentada por los recuerdos o si aún es pasto del estupor. Puede que en ese instante vea en las flores algo más que solo el futuro le revelará. De momento es un ángel. Un ángel paradigma de la fortaleza interior, he ahí la respuesta. Mas acaso también un ángel vengativo, porque su mirada desviada hacia lo incierto queda respaldada por unos labios que se muerden de rabia.



*Ignoro la procedencia y autor de la imagen, lo siento.

viernes, 2 de mayo de 2025

Dirección única. Suplantaciones

 



















Hay algo de sonambulismo en el diálogo interior. Una sensación de que te mueves ante otras presencias, que en realidad son reflejo de un espejo impostor que te ausenta de ti mismo. Reproducciones burladoras, suplantación de roles, intercambio de personalidades deseadas e indeseables. Temes ser despertado en plena ensoñación porque por una parte te sientes cómodo creyendo vivir otras vidas. Pero de pronto, sin brusquedad, los espejos van reflejando un rostro opaco, anodino, que se apodera del tuyo propio. Y no poder reconocerte en esa cara desprovista de humanidad te espanta. ¿Debe cesar tu íntima conversación? ¿Debes despedir a los interlocutores que has inventado? ¿Vas a hacer añicos el cristal? ¿O acaso crees que puedes desviar el curso apacible del río cotidiano donde te contemplas? Entonces escribes, no sabiendo si para ti mismo o dirigido a una imaginaria carencia: 

y si apareces 
y desapareces y si estás
y no estás 
¿cómo nombrarte? 
¿a través de qué pasos te reconoceré?





*En la fotografía Maya Deren.

jueves, 1 de mayo de 2025

Dirección única. Olvidos

 


Solo olvida quien ha vivido, por supuesto, quien únicamente se ha limitado a dejarse llevar. Pero quien ha vivido más intensamente y con conocimiento de causa y ha reflexionado no olvida. No puede. Por mucho que se tape, se confunda, no esté en la cresta de la ola o se diverja hacia temas secundarios y superficiales hay significados que han sabido recurrir a un significante con entidad. ¿Es irrenunciable la fecha? La respuesta, en el viento del futuro. Estos son tiempos de masa que se atropella, de individualismo cegato, de desconocimiento a propósito del pasado, de ignorancia sobre claves fundamentales que siguen condicionando nuestras vidas. Han cambiado tantas cosas pero que en su esencia siguen igual...Solo niega quien no ha conocido o es un cínico. Pero quien ha sabido del pasado y entiende que el meollo de la cuestión sigue siendo el mismo, del que no se puede escapar, simplemente afirma y resiste. Siquiera en silencio.



miércoles, 30 de abril de 2025

Dirección única. Diálogo con el artista de las pinturas negras

 











Allá donde no se sabe di con Exequias y se lo pregunté sin vacilar. Era una cuestión que me había perseguido toda mi vida. ¿Qué quisiste representar en aquella ánfora con los héroes Aquiles y Ayax? (En el inframundo el tuteo es ley) Mira cómo sois los modernos, que todo lo queréis saber sin esfuerzo ni imaginación. ¿Acaso no te basta con lo que aparenta la escena?, respondió con carcajada. 

Había imaginado siempre que Exequias se trataba de un anciano curtido por el sol, con las manos agrietadas y secas, el espinazo torcido, la mirada cargada de opacidad. Ninguna de estas características rudas se ofrecían a mi vista.  Es que he vivido sin fiarme de las apariencias, dije. Los acontecimientos me enseñaron que lo que se muestra abiertamente no suele ser lo que se pretende por detrás. Exequias me miró fijamente. Joven, porque tú eres para mí un joven, en mi época también distinguíamos entre lo imaginario y lo real, aun contando que la realidad fuera defectuosa y harto fingida. Y que lo fantástico también se trataba de una expresión real. Puede que por ello algunos nos entregáramos a la invención, a generar leyendas o a practicar el disimulo como arte de la supervivencia.  

Debí poner cara de lelo, pues su filosofía era tan fina como sus pinturas e incitaba a un debate más allá de la oratoria a la moda. Esto ha pasado también en los tiempos que he vivido, que son más recientes, me justifiqué. Me paró en seco. Pero no creo que hayáis tenido las generaciones de ahora mayor calidad que nosotros en cuanto a crear mundos imaginarios. ¿O acaso habéis creído que rozáis ese espacio indescifrable al que los mortales siempre hemos aspirado, y que hemos llamado verdad, con mayor conocimiento de causa que hace milenios? La humanidad, por lo que veo, sigue siendo ingenua al reclamar un concepto esquivo, incierto y manipulable. 

Me rasqué la cabeza, no porque me picase pues ya no disponía de los sentidos, sino a causa de la inercia a la que había estado acostumbrado por ley natural. Insistí. ¿Debo conformarme, por lo tanto, con lo que a primera vista ofrece la escena entre dos compañeros de fatigas, cuya existencia no se sabe si fue o se fabuló? Es decir, un descanso en la batalla interminable. La exhibición de sus armaduras. Las armónicas líneas de sus cuerpos. Una partida de dados. Una apuesta sencilla para ver a cuenta de quién de los dos correrán las copas a escanciar. Pensé, Exequias, que el tan agudo y delicado pintor de las pinturas negras estaría escondiendo en la imagen de los guerreros un mensaje más profundo, arriesgué con cinismo. 

Exequias no se inmutó. ¿Más profundo? ¿Te parece poco la diabólica hondura que puede haber en una escena de feroces combatientes, aunque hayan hecho un alto en el oficio más terrible de la vida? Conocerás el relato que se ha adjudicado a un aedo ciego sobre una guerra larga, donde se exhiben todas las tensiones humanas, supongo. Pues bien, en ese relato están todas las respuestas. Un simple alfarero, por muy trabajadas que hayan estado sus vasijas, no puede alterarlas. Tal vez tampoco el  poeta reveló las confidencias entre el Pelida y el Telamonio, dejando abierta la narración a cualquiera que se sienta interesado por las contradicciones de la naturaleza mortal.

Exequias me invitó a sentarme sobre una ficticia roca para contemplar un horizonte ilimitado.



* Ánfora del pintor Exequias.

martes, 29 de abril de 2025

Dirección única. Fragilidad

 









Ayer la palabra del día fue Fragilidad.

Acaso algún otro sinónimo sirva o complemente, aunque fragilidad es el que me parece más oportuno. Y por supuesto otras acepciones también complementarias (debilidad, limitación, impotencia, etc.) podrían definir a mayores lo percibido y lo sentido. 

Y una sugerencia de viejo pellejo: líbrense de la vacua cháchara de los agoreros, del enfoque de descrédito sobre las cosas que buscan los malintencionados, del bombardeo insensato del anonimato de las redes sociales, de los catastrofistas del fin del mundo, de los predicadores energúmenos del caos, de las bandas políticas de disfrutadores sobre el mal ajeno y de los clérigos de la consolación. El ser humano no ha llegado hasta aquí para ser pasto de las conductas abyectas de cierta gente. 

Dediquen el tiempo a reflexionar hondamente sobre la fragilidad. Extraigan conclusiones razonadas y sensatas. 

Propuesta de lectura para los próximos días: Cándido, de Voltaire.



* Parte de un cuadro del pintor Georges de la Tour.

sábado, 26 de abril de 2025

Dirección única. Exequias

 

























Una vez que Caronte me dejó en la otra orilla sentí una placidez que mis anteriores sentidos no habían percibido jamás. 

Ya en la travesía me inquietaba por el clima que iba a afrontar allá, pero el barquero me había tranquilizado. Se ve que usted es de lo más sensible, busca un bienestar donde no hay ni bienestar ni malestar, sino una quietud que no puede definirse en vida. Quede tranquilo, dijo, que no va a tener ni necesidades ni satisfacciones, ni siquiera le acechará nostalgia alguna por un cuerpo y una vida anteriores. A fuerza de conducir sin sosiego a individuos al otro lado he conocido personalidades de todas clases. La suya es de las que más aprecio. Ir con una sensibilidad aguda al espacio donde las sensibilidades no existen, no por ignorancia ni rechazo, sino porque los comportamientos humanos allí no sirven para nada, le honra. Incluso le colocará entre los más dichosos, si es que tras el borde de la laguna podría hablarse de dicha, pero le hablo así para que me entienda antes de que deje de entender nada. La conversación con Caronte me resultaba tan amena que hubiera deseado que el viaje no concluyera, pues las palabras sentidas del remero, intercambiadas con mi curiosidad, no solo reducían mi lógica inquietud sino que me dotaban de una aceptación, sin expectativas ni exigencias, que jamás había tenido antes. Si va allá tratando de retener la memoria de lo vivido vaya echando lastre, me dijo con ironía. ¿Ni siquiera podré elegir un solo recuerdo o una sencilla curiosidad que no satisfice en vida?, le pregunté. El hombre era sabio. No le quitaré intenciones, pero vaya haciéndose a la idea de que al otro lado todo es una pintura negra sobre fondo rojo. Si bien usted permanecerá ajeno a ello. Y no le he puesto un símil por ponérselo, sino que he detectado que usted querrá buscar en el Hades a cierto personaje al que no conoció sino por sus obras y con el que desearía compartir confidencias. ¿Cómo?, salté perplejo. ¿Puede intuir o, mejor dicho, ver que lo primero que preguntaré al llegar allí es por Exequias? El barquero rio. Ustedes, que ya no se saben ni de aquí ni de allí, que son meros pasajeros de la ficción última, me subestiman. Caronte es también usted mismo y soy el último de los hombres en el que puede confiar. Pero no le quitaré intenciones. Tan pronto como se haya hecho a su nuevo no mundo, algo instantáneo al poner pie allí, busque al pintor ático si tanta curiosidad tiene por saber de los secretos de sus trabajos. Deje claro nada más arribar que quiere conocer a Exequias. No debe ser frecuente que un humano de este tiempo llegue buscándolo.  

Al pisar yo terra ignota Caronte enderezó la barca hacia el origen. Nos sonreímos mutuamente, mientras él reemprendía su ardua actividad.




*Copa de Dionisos realizada por el alfarero y pintor Exequias.


viernes, 25 de abril de 2025

Dirección única. Parafernalias

 











La parafernalia es una cómplice ostentosa en las culturas de la especie humana. Monarquías, papados, presidencias o cualquier otra zona de poder exhiben sus montajes por todo lo alto. Mientras dominan y cuando la muerte les torna en dominados. ¿Es una manera de aseverar el papel dominador que juegan las élites? Cuando fallece alguno de esos individuos preclaros, ¿es la parafernalia de sus exequias la proyección del poder que dejaron atrás  y con la que pretenden que sirva de recordatorio para el futuro? La parafernalia como un conjunto de símbolos ideológicos, presuntuosos, soberbios, exhibicionistas, no solo se reserva a las clases altas. Las bodas en cualquier plano de la condición social, por ejemplo, no dejan de ser un alarde, en mayor o menor escala, al rodearse de parafernalia. Esta es una parte del amplio código de representaciones e imágenes simbólicas que los humanos creen necesitar. Pero en el fondo en ella hay tanto de efímero e intrascendente como de vacuidad. El derroche de parafernalia, con sus ritos, liturgias, mantras y despliegue de medios y recursos teatrales y escénicos solo confirma el refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces. Pero nos aferramos a ella por esa obstinada manía de tratar de representar lo que no somos. ¿O es que también somos eso, algo exigido por la ficción de la vida?

  


* Obra de Durero.

miércoles, 23 de abril de 2025

Del libro "Orientalismo" del escritor palestino Edward Said

 



Edward Said (Jerusalén 1935 - Nueva York 2003) en su libro imprescindible y crítico titulado Orientalismo, capítulo I, 4:

"Puede parecer extraño hablar de una actitud textual, pero un estudioso de la literatura entenderá más fácilmente lo que significa esta expresión si recuerda el tipo de perspectiva adoptada por Voltaire en Candide o incluso los comportamientos ante la realidad satitirzados por Cervantes en Don Quijote. Según ambos escritores, el sentido común enseña que es un error suponer que los libros y los textos pueden ayudar a comprender el desorden impredecible y problemático en el que los seres humanos viven. Aplicar literalmente a la realidad lo que se ha aprendido en los libros es correr el riesgo de volverse loco o de arruinarse. A nadie se le ocurriría utilizar el Amadís de Gaula para comprender la España del siglo XVI (o la actual), igual que nadie usaría la Biblia para comprender, por ejemplo, la Cámara de los Comunes. Pero ciertas personas han intentado e intentan todavía usar los textos de esta manera simplista, por eso Candide y Don Quijote siguen teniendo actualmente un gran atractivo para los lectores. Parece que un error frecuente es preferir la autoridad esquemática de un texto a los contactos humanos que entrañan el riesgo de resultar desconcertantes; este error ¿está constantemente presente o hay ciertas circunstancias que hacen prevalecer estas actitudes textuales más que otras?" 


Lo dejo ahí como regalo-sugerencia para quienes deseen profundizar, es decir, conocer a través del libro, en la actitud superficial y dominadora que ha tenido la cultura occidental respecto a las culturas y sociedades orientales. Como escribió Juan Goytisolo en el prefacio del libro editado por Libertarias en 1990: "El texto de Said se mantiene rabiosamente actual y vivo: punto de referencia ineludible para un conocimiento más equilibrado y correcto de asuntos tan candentes como el de los conflictos que asolan el Oriente Próximo, el significado del islam y la proyección humana, social y cultural de la tan próxima a nosotros, y no obstante tan ignorada, civilización árabe".


domingo, 20 de abril de 2025

Dirección única. Pérsicas

 














Fuiste flor de una noche. Las montañas de la ciudad se habían aliado con la tormenta. ¿No quieres saber quién soy?, dije inseguro. No quiero saber quién eres, me callaste. Pero insistí. Soy un poeta a la antigua usanza. Tú: En cambio yo escribo poesía de un tiempo que aún no ha nacido. Lo intuía porque ya había leído algunos de tus escritos. Entonces, ¿no temes mi poesía si vienes de otros estilos? La temo pero la necesito. Cuidado, no vayas a creer por eso que me necesitas a mí. Tal vez esta noche sí. ¿Porque huyes de algo? Huyo de casi todo. De la tormenta, de la mediocridad, de los usos atávicos, de la asfixia cultural, del desconcierto, de la savak, de la soledad. Yo soy un mal refugio, no sabría protegerte de ninguno de tus miedos; además también huyo. ¿Ni siquiera dándome tus palabras controvertidas? Para darte mis palabras tendría antes que ofrecerte mi cuerpo. Hablas como si estuvieras escribiendo un nuevo poema. Los poemas no son meras sintaxis, son sobre todo recuerdos y sensaciones. Conmigo no tienes recuerdos. Pero si me doy a ti los tendré, aunque solo sean de una noche. A ti, ¿qué te asusta? Me asusta no ser como necesito ser. ¿Tantos te lo impiden? Todos me lo impiden: el padre, la familia, las costumbres, la tradición religiosa, el gobierno, la sociedad callada, las otras mujeres que no reaccionan. ¿Y no te rebelas? Con esa intención escribo, es mi manera de hacer frente a lo que no puedo cambiar fuera de mí. ¿También yo te doy miedo? Si no me exiges nada más de lo que podamos hacer esta noche estás fuera de mis inquietudes. ¿Cómo podría exigirte algo si no te conozco? Evitando tratar de conocerme. Mira, el paisaje urbano es tan opaco que solo los montes se dibujan, y tenuemente. Yo temo la cadena del Elburz; en noches como esta las montañas dan la impresión de que van a devorar la ciudad, y entonces mi poesía se vuelve más oscura. Déjate llevar conmigo a través de las sensaciones. Entonces mi poesía será más transgresora. ¿Acaso no es lo que buscas? Acaso es lo que encuentro. Ama pues y escribe lo que quieras. Haré lo que quiera contigo y amaré después mis palabras. Sentiré no saber qué has escrito tras esta fuga, si no volvemos a vernos. No te importe, acaso se me ocurra algo así como

¿Qué nos pasó? ¿Quién sabe?
Yo me convertí en él...él en los rugidos de la mar.




*En la fotografía Forugh Farrojzad.