Tal vez este país no es tan ciego y opaco como creíamos. Burgos nos devolvió hace poco la ilusión con la rebeldía de un supuesto feudo tradicional que ya no quiere serlo. Madrid parece que va logrando sobreponerse al todopoderoso rodillo y acaso algún día el bumerán de la historia haga exitoso el malogrado lema internacionalista ¡No pasarán! Asturias siempre ejerciendo de bastión, y no precisamente de leyenda de reconquista y de pláceme a los hijos de la monarquía, sino con hechos prácticos: hace poco los mineros y ahora las decididas mujeres y su Tren de la Libertad. Valladolid recibe a éstas en un gesto de acogida numerosa y no solo de solidaridad con la causa abortista, sino para probar que no es una ciudad propiedad de la reacción. Muchas mujeres saltan por toda la geografía para que su condición no se retrotraiga a tiempos serviles. Las mareas de colores (la sanidad, la enseñanza, los investigadores, los bibliotecarios, los funcionarios, etc.) pintarrajean de conciencia crítica todos los rincones de las comunidades. Unos pequeños ejemplos. ¿Pequeños? Nada de lo que pasa es obra directa de los partidos políticos al uso, aunque algunos van siendo más sensibles y colaboran. Es la carga poderosa de la gente cuando se constituye en movimiento social que protesta y organiza. Protestar es exigir. También comprometerse a hacer y no delegar en otros. También proponer argumentos alternativos. También reclamar que ningún ente ni económico ni político debe ser dueño de la vida de los ciudadanos. También hallar nuevas formas de autoorganización participativa y decisoria. Gotas en el océano que van creciendo en número y en tamaño. Pequeñas pistas de esperanza. Y aquí dejo el comentario, que se me dan muy mal últimamente los libelos.
(Imagen de una pancarta de las mujeres asturianas del Tren de la Libertad)