sábado, 29 de julio de 2023
Salvador Espriu para tiempos revueltos
jueves, 27 de julio de 2023
Salsa va, porque la vida te da sorpresas
martes, 25 de julio de 2023
La risa de humanos y de canes
lunes, 24 de julio de 2023
Propuesta laxante en román paladino
Max dice: Quien no se consuela es porque no sabe hacer uso apropiado de nuestro rico román paladino. Qué bonita expresión, le respondo asombrado; me traes las viejas lecciones de las lenguas romances. Pero él a lo suyo. He ahí una propuesta laxante para quienes se hayan quedado estreñidos desde ayer. Quienes no han digerido el menú de circunstancias. Vender la piel del oso antes de cazarlo es de necios. Pero catarla con la imaginación puede ser indigesto. Entiendo que el problema es de contención intestinal. Les sugiero que hablen más y mejor con sus propias bacterias. Eso ayuda. Porque dicen últimamente los cientificos que intestinos y cerebro van de la mano. Aunque no sé, no sé si la ingesta al uso, también llamada empanada mental, favorece a la salud. Los afectados, por favor, busquen tratamiento.
*Imagen: chapa nihilista que Max se encontró ayer removiendo cajones y tirando recuerdos.
domingo, 23 de julio de 2023
Una paradoja y una risa, según John Donne, para un día electoral
En una paradoja de John Donne leo:
"Si alguno de estos botafuegos coléricos, acalorados, que se alimentan de las querellas y odios a los que se aferran, salpican a un idiota con una sola chispa de desprecio, este, al igual que un tejado de caña que prende rápidamente, puede que se encolerice. Pero el sabio, frío como la salamandra, no solamente no se irritará con él sino que tampoco sabrá compadecerle. Que se ría de él, pues. Así se sabrá que es hombre, porque sabe reírse; que es docto, porque sabe de qué reírse; que es valiente, porque se atreve a reírse. Porque el reidor es, con razón, juzgado como más sabio que aquel del que se ríe".
Recojo este texto pensando en la barbarie de la mentira, la iniquidad y la abyección que los partidos de derechas han desatado desde hace tiempo -no solo en período electoral- y que influye en las mentes manejables, que gustan de ser engañadas, a través de la pléyade de medios de comunicación que repiten días tras día la voz de sus amos.
John Donne (1572-1631) es junto con Shakespeare el más importante poeta inglés del siglo XVII. Las Paradojas es un conjunto de escritos preñados de ironía sobre costumbres y opiniones sociales de su tiempo.
*Ilustración de cabecera de Antonio Santos Lloro para El coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes, editado por Nórdica.
*Retrato de John Donne según Isaac Oliver, de la National Portrait Gallery.
viernes, 21 de julio de 2023
Corredor de fondo
De joven yo era corredor de fondo, dice Max. ¿Me imaginas? No lo hubiera sospechado, le contesto riendo. Hay días excepcionales en que te veo tan apasionado, como si no hubieras tenido juventud. Max no pone buena cara ante mi jocosidad. Mi pasión es vivir y adaptarme a medida que me han llovido palos o sumado fracasos. Es verdad que correr con las piernas y correr con las ideas no fueron siempre de la mano. Fui corredor de fondo en campo a través, aunque con una soledad menos ruda que la del protagonista de la novela de Sillitoe. Pero en paralelo corrí cortoplacista en el terreno del pensamiento. ¿Eso fue bueno o malo? Me parece falso plantearlo en términos de opuestos. Tampoco en otros tiempos teníamos suficiente perspectiva y el pasado inmediato condicionaba. La corta distancia te exige un gasto de energía excesivo, que cuando eres joven no te cuesta generar, pero a su vez te engaña. Porque crees que el territorio que hay por delante se ocupa pronto, que lo que tú pensabas lo pensaba mucha gente, pero a medida que corres sin cesar adviertes que la distancia se amplía. Que el territorio humano era más extenso. Que acaso, salvo una minoría, los demás no estaban por correr. Porque la medida del tiempo siempre es incierta. Porque acostumbrados a viejas inseguridades la inercia hacía que nadie quisiera demasiados riesgos. Y te das cuenta de que nunca llegas lo suficientemente lejos, que la mayoría no te sigue. Y entonces llega el pinchazo. ¿El desánimo? ¿La desilusión?, le digo. Max hace una mueca. La desilusión es una constante en la vida, amigo mío, y hay que reconocerlo sin dramas, como parte del ejercicio de vida. En realidad siempre hay una alternancia tanto en los comportamientos como en las emociones, porque en cualquier experiencia comprometemos actitudes cargadas no solo de cierto grado de ideas sino acaso sobre todo de pasión. Lo que hacemos y lo que pensamos también son cuerpo, o efecto del cuerpo, como quieras comprenderlo. Llega un momento en que adviertes que la pasión no construye. Que las místicas alimentan energías pero no edifican racionalidades. Que los corpus de interpretaciones al uso, lo que otros llaman ideologías, no interpretan prácticamente nada. No he renunciado a seguir siendo corredor de fondo con mi mente. Uno ya no está para carreras ni saltos ni pugilismos directos. Pero mientras haya oxígeno en el cerebro sí puede uno continuar la travesía. De modo más ligero y tibio, si bien no menos exigente. Porque percibir el mundo y tratar de no desubicarte del todo es algo que tengo claro. Estar receptivo y aproximarte en la medida de lo posible a comprenderlo sigue siendo un desafío. Esa actitud me oxigena. Max ha parado de pronto y ambos permanecemos en la galería exterior, mirando los amarillos y ocres del horizonte.
*Corredores de la Villa de los Papiros, de Herculano. Ubicados en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Fotografía de Graziano Tavan, tomada de https://archeologiavocidalpassato.com/
martes, 18 de julio de 2023
La sangre como uno de los bellos estilos plásticos
¿Han visto alguna vez el impacto de la sangre al emerger violenta y voluminosamente de las venas? ¿En qué categoría y estilo artísticos encaja? ¿Cómo reaccionamos ante su visión? Aparte de la alarma del momento, ¿suscita en nosotros alguna clase de contemplación o emoción estética? He oído a veces expresiones como: parecía un mapa de tonalidades. O bien: corría como la pintura en un lienzo. Yo me quedaba boquiabierto porque no alcanzaba a ver sino viscosidad y peligro, pero ahora que lo medito...
Unos dicen que es realismo puro, pues sigue expresando lo real, aunque fuera de sus cauces habituales. Sigue manifestando, tal vez parcialmente, la existencia lineal del sujeto, no obstante este se vea cuestionado en ese instante en función de la pérdida que manifieste.
Otros dicen que no hay más que dejarse llevar por la dispersión del líquido en todas las direcciones, como si apenas rozase la materia, traduciendo esta en pinceladas irreales que nos hacen creer que así es la naturaleza. Se quedan absortos en el colorido cargado de matices, reclamados por una emoción profunda de aquella impresión espontánea y natural. Concluyen aseverando que se trata de un estilo impresionista.
Los hay que el fenómeno accidental lo interpretan con una intención más larga e intencionada, viendo en ese ejercicio espontáneo y brutal una rebelión del cuerpo que solo sabe expresarse como desfiguración expresionista. Donde el elemento licuoso parece haberse traducido en sátira de sus células rojas y blancas, mientras el individuo sangrante se ve invadido por una palidez que le desfigura.
Ah, comentan otros, pero esta conmoción es la imagen más nítida del poder de la abstracción por la abstracción. Y claman boquiabiertos ante la expansión caprichosa e ilimitada del chorro sanguino, entregados al disfrute de los trazos transversales y anárquicos que salpican por doquier. No importa si allí al lado alguien se desangra, ajeno y malogrado por presuntuosas interpretaciones de diletantes.
Ay de quien vea la sangre como alguno de los supuestos bellos estilos plásticos.
Ay de quien persiga coagularla contra las leyes ordinarias de la naturaleza en sus diversas manifestaciones.
Ay de quienes hoy con palabras aviesas y mañana con acerados estiletes fuercen el derramamiento como tantas veces sucedió.
Nota Bene: * 87 años: NUNCA MÁS.
lunes, 17 de julio de 2023
Jane
Eran los años en que se encendía una luz. Pero nosotros ya ardíamos. Todo llegaba tarde aquí. Pero cuando llegaba ¿quién se resistía? Las gramolas nos abrían al mundo más que los libros, que también. Y el mundo nos iba calando con lentitud porque cada uno de nosotros era tierra diferente. Todos teníamos celos del hombre del cigarrillo y rostro extraño. Pero acaso nos transformábamos imaginativamente en él porque las ensoñaciones, además de transgresoras, son gratuitas. Los oprobiosos de la moral, seguramente más lascivos que nadie, condenaban y anatematizaban aquel proceder en forma de música y de letra y de suspiros entregados procedentes de allende los Pirineos. Mas, ¿qué no condenaban aquellos, a los que la canción de Paco Ibáñez que nos invitaba a cabalgar deseó que fueran enterrados en el mar? Los de la pérfida moral desaparecieron -acaso solo se ocultaron, porque ahí siguen y volviendo a las andadas- y Jane permaneció a caballo entre nuestros oídos y nuestros labios. Si alguno dice que también en sus deseos ocultos probablemente no miente. Hasta hoy.
* Fotografía de Jane Birkin tomada de Girly Girl Magazine.
sábado, 15 de julio de 2023
No es lo que parece sino lo que fue o pudo haber sido
viernes, 14 de julio de 2023
Jeanne y el naufragio
Viernes 14. Mi amiga Jeanne enarbola la roja insignia, pero yo me fijo en sus cabellos aventados. Jeanne ha separado uno de los colores de los demás, y dice que es para recordar que todavía existe. Yo le digo: ¿el color o tú? Pero no me hace caso y sigue ondeando con el movimiento de su cuerpo una mezcla de nostalgia y esperanza. A mí ya no me empaña la visión aquello que esgrime de forma tan descarada, ágil y bailarina. Se lo comento. Si ha habido inteligencia en el sentimiento hay referencias que no se olvidan nunca, guiña con sus palabras. La inteligencia del sentimiento no siempre elige el camino razonado, replico. Todo ha cambiado tanto. Menos Jeanne o, mejor dicho, mi percepción de Jeanne. Me cautiva que ella misma se convierta en estampa, y recuerdo cuando me decía que yo era su estandarte. Hubo un tiempo, y eso ya pasó. Pobre de mí, tan náufrago desde entonces. Si la memoria es lascivia estoy perdido. Jeanne lo sabe, pero no le importa.
(Ilustración del historietista Yslaire de la serie Sambre)
jueves, 13 de julio de 2023
Te seguiremos leyendo, Milan
Cuando en el año noventa y tantos pregunté al círculo de amigos de Alena sobre un escritor moderno que vivía en París algunos ponían mala cara. O cara airada. Como diciendo: ese que se fue y no quiere volver. Aunque otros apostillaban: los burócratas tampoco le quisieron aquí. Milan Kundera me recordaba un poco el caso de Thomas Bernhard, tan enfadado con su Österreich, aunque por otras razones no menos severas. Aunque tan diferentes en sus estilos narrativos, me sentí muy acogido en la literatura de ambos. Creo que el valor de una novela reside en que te acoja, en que tú te traslades a ella y la habites. Bien como uno de los personajes, bien como el colectivo de voces y situaciones. Cada vez comprendo menos que una novela haya que leerla desde los parámetros de lector, con esa tendencia que tenemos a veces a intervenir y modificar sobre la marcha las ideas y la exposición de criterios, cuando no el estilo, que en una novela se reflejan. Pero esta opinión es tan personal como seguramente poco acertada. Naturalmente, también les cité a una eminencia como Franz K., al que la mayoría de aquel grupo le había leído poco y mal. Por supuesto, a todos les sonaba sobradamente el divertido Jaroslav, creador de las aventuras de un valeroso soldado, y no en vano más de una taberna de Praga llevaba su nombre, el del soldado de ficción. Yo aún no había descubierto al buen y genial Bohumil, tan diferente a todos los anteriores citados, y que posteriormente vino a intermediar en mi visión sobre los literatos checos más reconocidos. Tal vez era que en aquel ámbito de amigos de Alena no había cundido todavía un europeísmo más profundo, tal como lo entendemos ahora, pero citarles la novela de la insoportable levedad del ser fue para algunos una novedad, para los que la habían leído en edición francesa, para otros la manifestación de un desdén, para la mayoría desconocida. Sin embargo para mí fue la novela de la frescura y de las preguntas, en la que en cierto modo también me veía reflejado, no tanto en mi vida particular como en mi vorágine de tratar de interpretar el mundo rocoso que me rodeaba, y en esa novela percibí un estilo ajeno a localismos y transfronterizo total, una defensa de la constante búsqueda del hombre, debatiéndose entre orígenes y peregrinaciones. No he leído, ni mucho menos, toda la obra de Milan, y acaso este motivo funesto de su fallecimiento sirva de acicate para retomar lo pendiente. También recuerdo que La broma, por ejemplo, me arrojó con su sátira aún más luz sobre los años oscuros por los que el país de mis amigos atravesó. Y El libro de la risa y el olvido, tan peculiar como más incisivo si cabe acabó de seducirme. Que en sus ensayos de El arte de la novela reconociera a Cervantes como el fundador de la novela moderna me pareció de un reconocimiento superior. En definitiva, que a Milan Kundera, como a cada quisqui en su momento casual, no el que tiene señalado, como muchos conspiranoicos de tradición religiosa suelen decir, le tocó dejar de estar o de ser y no te cuento de escribir. Te seguiremos leyendo, Milan.
* Milan Kundera falleció el pasado 11 de julio a los 94 años. Fotografía de Milan Kundera y su esposa Vera, de la AFP, tomada de la web de la revista mejicana Expansión.
lunes, 10 de julio de 2023
Aquellos juegos del desván
Recuerdo que un día Gemma me dijo: hoy vamos a jugar al miedo. Qué emocionante, dije yo. ¿Quién mete miedo primero? No, no, espera. Gemma me paró los pies. No digo jugar a meter miedo sino a sentir el miedo como si fuéramos nosotros el mismo miedo. No la entendí muy bien, pero Gemma era tan ingeniosa y tenía tales ocurrencias que si la dejabas hacer y le seguías la corriente tenías asegurado el entretenimiento. Ven, propuso, y yo seguí a Gemma al desván.
Apenas iluminado, aquel espacio sobrecogía. Vestidos de volantes y sombreros ahitos de polvo, sillas de anea, un biciclo roñoso, seguramente del abuelo de Gemma, una heladera, sacos de nitratos medio abiertas, latas de bencina, viejos y oxidados aperos de labranza, varias cajas mal cerradas que parecían vomitar cachivaches para mí ignotos. No me hubiera atrevido a subir solo aquí, dije, aunque estos sitios me atrapan. Es como viajar a otras épocas. No hemos venido a meternos miedo, así que no te preocupes, me tranquilizó la chica. Además todo lo que hay amontonado son objetos inanimados, como dice la tía Adelina. Pues a mí me parece que se mueven, insistí a riesgo de quedar como miedica. La otra le quitó importancia. Es la corriente del aire que se filtra por rendijas.
Gemma me llevó hasta un bidón donde se amontonaban panochas de maíz, unas botellas de tequila sin una gota y cartucheras vaciadas de la munición. Lo apartamos, y de detrás sacó varias máscaras. Son las del Día de los Muertos, clamé en una mezcla de estupor y resistencia a tocarlas. Que son solo máscaras, bobo, cortó Gemma. Elige una. ¿Esta? No, mejor esta. Y tomé una cara de diablo de ojos saltones y salpicada de verrugas. Sus colmillos estaban a punto de sorber las venas de cualquier víctima. Pues has cogido la que al ponértela te transforma en el peor de los miedos, rio mi amiga. ¿Cómo lo sabes? Me las he probado todas, reconoció. Me entró fácilmente. Pero como mi cabeza era pequeña y la máscara de tamaño adulto no se sujetaba bien Gemma buscó la solución. Te la apretaré con una cuerda. ¿Y tú?, dije mientras sentía cómo ajustaba el cerco sobre mi cráneo. ¿No vas a ponerte otra? Esta misma, dijo, y se colocó la de una calavera pálida que esgrimía una sonrisa sardónica. Y ahora, ¿qué hacemos? Ahora, y Gemma puso una voz imitando lo lúgubre, ahora nos quedamos quietos. ¿Quietos? ¿Sin decir ni hacer?, insistí. Quietos y silenciosos, sobre todo tú. Y esta vez habló con la lentitud y el tono de quien parece que va a entrar en trance.
Todo esto me asusta un poco, acerté a decir con escaso control. Pero ella siguió dándome instrucciones. Calla. No te muevas. Estás y no estás aquí. Cada vez estás menos aquí. Yo tampoco estoy. Ni tú eres Carlitos ni yo soy Gemma. Somos la careta en que nos hemos convertido. Siente como un satanás y yo como una difunta. Somos el miedo que nos invade desde estos personajes. Hemos perdido la cara que hemos tenido hasta ahora. En adelante solo van a vernos como una calavera o un lucifer. Gemma se quedó callada y siguió farfullando sin que yo la entendiera.
Empecé a sentirme extremadamente nervioso. Sudaba empapando aquel rostro de cartón piedra mal encajado. ¿Sientes, Carlitos, dijo de pronto, cómo habla el miedo? En ese momento noté que una mano apretaba con fuerza mi cuello desde atrás. Hice ademán de moverme, pero no podía. No reaccionaba como el chico ágil y escurridizo que todos conocían. Una asfixia sofocante aceleró mis latidos. Gemma, Gemma, grité. Pero ella no parecía dispuesta a socorrerme. Susurró con gravedad. Espaciando las frases. Formando ecos y altibajos. Alternando silencios. No puedes moverte porque el miedo no se mueve, es paralizante, dijo. El miedo permanece porque lo suyo no son las horas ni los días. El miedo puede cambiar de máscaras, pero sin perder su rostro verdadero, pues él no necesita enmascararse. El miedo te muerde las entrañas, pero no te las come, porque quiere también habitar en ellas. Hasta la muerte huye del miedo, porque sabe que no es tan fuerte como él. ¿Estás preparado para encarnarte en miedo?
Cada vez comprendía menos la retahíla de aquellas oscuras palabras. Me invadió la sacudida de un estremecimiento. Y de repente me oriné.
* Cuadro de Frida Kahlo.
sábado, 8 de julio de 2023
Los brindis de Minotauro y Dioniso
- Voy a ser sincero contigo, Dioniso. Evita en lo posible que los humores de las pasiones obnubilen tu pensamiento y limiten tus intenciones.
- ¿Lo dices por el licor de la copa o por el elixir del amor?
- Interprétalo como quieras. Ambos tienen sus riesgos. Y aunque parece que pueden producir placer no siempre son buenos compañeros, a pesar de la euforia que destilan.
- Tal vez se complementan, si bien sus tiempos no tienen por qué coincidir. Yo procuro más bien diferenciarlos, aunque hay quien piensa que me inclino más por la parra que por la hembra.
- Esa es la imagen que trasladas a los mortales.
- A los mortales, Mino, les gusta contemplarse en los dioses, conscientes como son de sus posibilidades, de sus aptitudes y de sus habilidades.
- También son conscientes de su impotencia en muchos aspectos, y sin embargo no por ello cejan en empeños que les superan, al menos al principio.
- Y en ocasiones logran sus objetivos, porque los humanos no se resignan e inventan herramientas y útiles que les proporcionan avances.
- A veces a un alto precio, Dioniso. Que sobre el caso ya me cuentan en detalle los que transitan mi casa.
- Un precio que tratan de soslayar o al menos de compensar con una desaforada entrega a los placeres, bebiendo como yo de cálices de vida pero que pueden ser de muerte.
- Un dios nunca teme morir.
- Pero los humanos saben matarlos si no son de su agrado.
- Hay que tener valor para afrontar las tentaciones de ambas copas y no sufrir las consecuencias de la merma. Porque la merma imposibilita degustar el verdadero jugo del placer.
- No es cuestión de valor, sino de abandono. Se trata de dejarse llevar. El vino y el deseo tiran como los bueyes del arado. Ni siquiera como divinidad uno es siempre dueño de sí mismo. Y las pasiones ciegan. Pero tú, Mino, debes saber bastante del asunto, ya que en ese encierro de por vida tu entrega desesperada y ansiosa a la belleza de la juventud es una condena narcotizante.
- ¿Me liberarías de esta condena si permito que Ariadna, cuya curiosidad le ha hecho detenerse aquí, salga antes de que sea demasiado tarde para ella y para mí?
- Mi condición divina, Mino, me permite negociar, si bien te recuerdo que nadie queda liberado por otro si no lo intenta él mismo.
- Podemos procurarlo. Aunque libre de mi destino tenga que afrontar la mortalidad del humano.
- Algo se te tiene que pegar de aquellos con los que tanto has gozado.
martes, 4 de julio de 2023
El verraco, que sigue ahí
Cuando pasaba de niño junto a la muralla me paraba siempre ante el verraco. Palpaba su lomo de granito. Hacía que me subieran a él. Me echaba a lo largo y sentía su frialdad en mis labios al darle un beso cariñoso.
El verraco no se inmutaba. No es que el granito sea inmutable; también tiene su desgaste. Pero la erosión de la nieve, el viento y los cambios de estación son lentos sobre la roca. Y las palpaciones o los besos de los niños reforzarían sus defensas, supongo. Lo que permanece del animal de piedra es su capacidad actual de representación. Aunque los humanos actuales no la necesiten si no es para interpretar lo que supuso en otra cultura.
La escultura o, mejor dicho, lo que expresaba, era toda una referencia doméstica en la pequeña ciudad. Eres más bruto que el verraco. Mira que si te portas mal te dejo que te coma el verraco. Haces menos caso que el verraco. Expresiones al gusto y necesidad de reprender de cada familia. ¿Sabría el verraco, por confidencias infantiles, cómo manipulaban su presencia?
Figura zoomorfa la denominan los técnicos de la arqueología y el arte. No sé por qué no se aplica el término a las miles de representaciones sobre el ser humano, parte también del zoo planetario. Supongo que es cuestión de nomenclatura y diferenciación. No sé si para entendernos o para aseverar, y asegurar, la superioridad, relativa, del individuo humano sobre otras especies.
Hago ficción, o deconstruyo las categorías, y fantaseo con llamar al sacerdote Gudea, por ejemplo, escultura zoomorfa. O al Apolo de Fidias, o al Pensador de Rodin, o a la Magdalena de Mena. Zoomorfos al fin y al cabo transmitiendo significados, creencias o utilidades. Y retrocedo al granítico verraco de Ávila, uno de los cientos de cerdos, toros o jabalíes colocados en las viejos territorios de los vettones con un objetivo probable de delimitación y marcación de zonas adecuadas de pastos y cría de ganado. O también para elevar el prestigio y la invocación de protección en las entradas a sus urbes y a sus oppidum, dotándolas así de un valor especial. Que aquellos ancestros los sublimaran y volcaran en ellos un sentido de reconocimiento, tal vez incluso de culto, acaso de tótem protector, no sería de extrañar.
Llevamos siglos viviendo y conviviendo de lo zoomorfo vivo. Utilizando al animal como medio de nutrición, de transporte, de arma, de industria y comercio, de compañía. Nada que precisar a mayores, salvo que nunca les estaremos suficientemente agradecidos. Los hechos han sido y son los que son.
Tal vez vuelva pronto a pasar mis manos por la superficie rugosa del verraco de Ávila. Quién sabe si al hacerlo tal vez me reconozca.
sábado, 1 de julio de 2023
El demiurgo celoso
Lo más presuntuoso de aquel personaje que se las daba de demiurgo, cuando no era sino un simple aprendiz imaginativo que jugaba a modelar la materia que se le pusiera al alcance, era repetirse interiormente: te voy a crear a mi imagen y semejanza.
Pero, ¿acaso conocía a fondo su imagen como para pretender recrearla en otra representación?
Serás un ser vivo cuando acabe, se decía una y otra vez a medida que esculpía el otro rostro. Tendrás tal expresión que aunque no sonrías los demás creerán que esbozas tics risueños. Que aunque no respires otros percibirán tu aliento. Que aunque gesticules se advertirán expresiones cambiantes. Que si no obstante mudo los demás creerán estar escuchando tu oratoria. Y que si bien no argumentes tendrás seguidores que alabarán tus discursos.
El artista ideal terminó la obra. La miró fijamente y, decepcionado, no pudo reprimir la desazón. Había realizado un trabajo arduo. Todo el empeño acababa ahora en incertidumbre. La estatua se asemejaba extremadamente a él mas no era él. Te he clonado, la dijo, pero pareces más perfecta y más bella que yo. ¿Y si te toman los demás por mí y me suples? Tuvo celos. ¿Y si te contemplan con ilusión asumiendo que yo soy tu obra y no tú la mía?
El soberbio demiurgo no había abandonado todavía sus herramientas. Dio varias vueltas en torno al busto. Luego se detuvo justamente a la altura de su nuca. La acarició con una de sus manos y la sintió cálida. Con la otra mano calculó una distancia fatal.
* Pablo Picasso. Grabado de la Suite Vollard.