Esta panorámica de la Hiroshima actual, reconstruida sobre la ruina humana y urbanística, no puede hacernos olvidar la barbarie. Se cumplen 79 años ya -dentro de unos días también de Nagasaki- de la devastación atómica ejecutada por EEUU. Es historia, con nombres y apellidos. En la imagen puede verse una reliquia del bombardeo, la cúpula de la antigua sede de la Promoción Industrial de la prefectura de Hiroshima que, curiosamente era un edificio diseñado por el arquitecto checo Jan Letzl, muy bien acogido en 1915 por la opinión pública debido a su aire innovador y occidental.
Ya se ha hablado mucho de aquel suceso que modificó tantas cosas, sobre todo en el llamado eufemísticamente arte de la guerra. Uno creía que el arte no era solo técnica, sino también visión, creatividad, armonía y representación estética. Aplicar el término a la técnica militar y armada parece desmesurado, o acaso no, pues el término arte se usa para designar la capacidad humana de hacer algo hábil y de esa manera un tanto ambigua se justifica hasta lo más abyecto.
Hay una parte que se conoce menos de aquel bombardeo letal. Aunque casi siempre se cita al bombardero Enola Gay como el que arrojó la bomba se habla menos de otro avión que formaba parte de la escuadrilla que llevó a cabo la misión, el Straight Flush, pilotado por Claude Eatherly. Este avión era de reconocimiento metereológico y proporcionaba información a la operación en marcha. Pues bien, tras lo sucedido el capitán Eatherly entró en una crisis moral profunda, con una secuela de comportamientos de tipo delictivo, en parte para llamar la atención de la sociedad bienpensante estadounidense y pretendiendo hacer llegar fondos a supervivientes de la masacre. Y entró en una espiral de perturbación psicológica grave.
Respuesta de la justicia y el gobierno: detenciones, penas, manicomio y sobre todo desprestigiarle e ignorarle. El filósofo alemán Günther Anders se puso en contacto con Eatherly y ambos mantuvieron una correspondencia durante unos años. El intento de Anders no era solo conocer cómo había hecho mella la masacre entre uno de los ejecutores, sino trasladar a Eatherly esperanza. La sociedad le había postergado como paria y traidor, pero Anders consideraba que era a su vez una víctima del infausto acontecimiento. Pues Eatherly personificaba la conciencia de un sistema que intenta, y lo logra, persuadir al individuo de que no es responsable de las consecuencias de sus acciones. El campo del ejercicio bélico lo demuestra ampliamente. Sin ir más lejos, el comandante del Enola Gay, Paul Tibbets, que murió con 92 años, jamás se arrepintió de la misión homicida, excusándose en el cumplimiento de su deber, y según él aquel letal acontecimiento jamás le quitó el sueño.
Rescato parte de una carta de Anders dirigida a Eatherly el 3 de junio de 1959:
"...El año pasado estuve en Hiroshima, donde tuve ocasión de hablar con aquellos que lograron sobrevivir a su paso por el lugar. Y créame usted: ninguna de estas personas tiene intención de vengarse de las piezas de aquella máquina militar (y eso es lo que usted fue cuando, a los 26 años de edad, cumplió su 'misión'); ninguna de ellas siente odio hacia usted.
Pero usted ha demostrado que, pese a haber cumplido su función como una simple pieza de aquella máquina, a diferencia de los demás ha seguido siendo un ser humano o ha vuelto a serlo. Y ahora mi propuesta, que quizá tenga a bien considerar:
Como cada año, el próximo 6 de agosto la población de Hiroshima conmemora el día en que sucedió 'aquello'. Usted podría enviar a esas personas un mensaje adecuado para tal conmemoración. Si usted se dirigiese como ser humano a esas personas diciéndoles: En aquel momento yo no sabía lo que hacía, pero ahora sí lo sé. Y sé que jamás ha de repetirse nada similar; y que ningún ser humano puede pedir a otro que haga algo parecido. Si les dijese: Vuestra lucha contra la repetición de esos hechos es también mi lucha, y vuestro 'No more Hiroshima' es también mi 'No more Hiroshima', o algo similar, puede estar seguro de que con este mensaje usted daría una enorme alegría a los supervivientes de Hiroshima, puede estar convencido de que estas personas lo considerarían como a un amigo, como a uno de ellos. Lo que sería de justicia, puesto que también usted, Eatherly, es una víctima de Hiroshima. Y puede que esto también fuese para usted, si no un consuelo, sí al menos un motivo de alegría."
La correspondencia y el apoyo al piloto fue editada posteriormente en un libro. Y a su vez respondida por el gobierno del país de la Libertad declarando persona non grata y llamando comunista al filósofo Anders.
La lección de Hiroshima no se ha aprendido. Tras 1945 varios países, potencias en mayor o menor grado, disponen de la bomba atómica, y otras variaciones, y en abundancia. Más Estados tratan de seguir la misma carrera funesta. Y ya se sabe el refrán: quien con fuego juega acaba quemándose. O quemando a otros, diría yo.