viernes, 30 de agosto de 2024

Ecos lejanos, 4

 


Somos como esos árboles, que se ven sometidos a las circunstancias a las que les empujan las estaciones. Nuestros ciclos también nos tornan exuberantes unas veces, y otras nos dejan escuálidos. 

La escuché en un silencio tímido mientras ella observaba las huellas del invierno. A dónde querría ir a parar. Sus reflexiones siempre deparan alguna sorpresa, y más cuando las revela con lentitud. Prosiguió.

¿Dónde estamos ahora? Tal vez en un espacio temporal intermedio, donde ni hay copiosidad ni hay carencia. Pero donde empezamos a temernos, porque el mayor temor no nos lo causa lo externo, los otros o las situaciones adversas, con ser estas tan duras en ocasiones. El miedo es el que incubamos al ser conscientes de nuestras deficiencias o incapacidades. El espanto llega cuando nos damos cuenta de que carecemos de ilusiones. Porque las ilusiones, que tú te empeñas en desnudar, y no te quito intención, son como las aguas mansas de un río que no llevan a ninguna parte pero que nos mantienen a flote. 

La vi tan inspirada como sincera, y no me atreví a intervenir. Elegí que no hubiera diálogo, porque preguntas y respuestas nunca explican nada de fondo. Son una treta para ejercitar ataques y defensas donde ser vencedores o vencidos deja insatisfechos, o tal vez maltrechos, a los contendientes.  Era mejor dejar correr su vena y se dio cuenta de mi actitud.

Me gusta ser escuchada, dijo. No me siento en monólogo, ni alardeo de confidencia, y mucho menos de una confesión impenitente. Hablo para hacer que los pensamientos tomen una forma más acabada, si es que los pensamientos pueden ser moldeados alguna vez de modo determinante. Una forma esta de las palabras que a su vez desencadena nuevas ideas. Es una cinta sinfín, una correspondencia entre razonamientos ocultos que salen a la luz para comprobar su precisión o su inexactitud, y a los que las palabras someten a nuevos esfuerzos.

Me pareció tranquila y no apartó la mirada del ventanal. ¿Crees que también queda algo de belleza en el desamparo?, soltó a lo bruto, y su fijación en el paisaje revelaba en ella una búsqueda. O acaso una manera de amarrarse a lo vivido pero que se tambaleaba.

Me salió instantáneo, acaso retórico. La belleza, dije, siempre está a la espera, incluso cuando nos parece agotada o inexistente.

Se echó a reír con escepticismo, no con amargura.



* Fotografía de Inés González.


lunes, 26 de agosto de 2024

Ecos lejanos, 3

 



Conocí a Else antes de que las flores se tiñeran de sangre. Aunque mirado de otro modo ¿cuándo no se habían teñido de la sangre de los hombres? Ese humor que circula por venas y arterias había estado salpicando siempre la vida. Todas las vidas. No solo las humanas sino las del resto de especies, las animales y las botánicas, el suelo que se pisa y el aire que se respira saborearon siempre la salinidad de la sangre. 

Ni los surcos del campo, ni las naves de las acerías, ni las minas de las que se extrae lo preciado, ni los andamios de los edificios erigidos, ni los vientos  que recorren aleatorios los vacíos, ni el adoquinado de las calles, ni los hogares en discordia, ni la presuntuosa sacralidad de los templos, ni la soberbia solemnidad de los parlamentos, ni la vanidad de los mandatarios prepotentes, ni las palabras de las profetisas ignoraron nunca que la sangre es tan mineral como signo de vida, pero también es marca de muerte, sigan cursos perentorios o se arrastren a través de los días.

Fue cuando la sangre aún se mantenía oculta, pero ya agitada, cuando apareció Else en mi vida. Else que buscaba sin saber qué. Else que se sentía oscilante entre la tirantez de su antigua elección y el deseo impreciso. Else que utilizaba tonos de voz impulsivos. Else que amaba las palabras donde contemplaba su propio rostro desconocido. Else que se sentía si no malherida sí al menos desdichada porque sus aspiraciones se habían vuelto volátiles. O tal vez necesitaba una luz que la sacara de aquel mundo oscuro que le insatisfacía. Else se manifestó desde su belleza atrevida y yo la miré.



martes, 20 de agosto de 2024

Ecos lejanos, 2


¿Ves cómo se dibujan los abetos en la ventana?, dijiste. ¿Ves cómo nos desdibujamos el uno en el otro a este lado de la intemperie?, y pulsé los dedos sobre tus muslos de cristal. No me preguntes de qué vengo huyendo, dijo, siempre venimos huyendo de algo, tal vez de no poder retener lejanos días del pasado que creímos satisfactorios para siempre, tal vez por un impulso natural a seguir probando los dones de la vida. Te pones muy poética, murmuré, o mejor, si quieres, muy posibilista. Debemos ser siempre posibilistas, me cortó. Hoy estamos aquí, mañana el frío puede apoderarse de nuevo de nosotros, yo te echaré en cara, tú permanecerás perplejo, ninguno de los dos sabremos dónde nos encontramos, pero no me hagas caso, son pensamientos pesimistas que siempre me invaden cuando mejor estoy, algo así como los demonios interiores que siempre le persiguen a una, esta perpetua insaciable, como si tuvieran envidia y provocaran causarme inseguridad. No eres la única y te entiendo, y al hablar así pretendí dotarla de certidumbre, de confianza en sí misma, tal vez sus propias confidencias me desestabilizaban un poco y yo no quería dejar de ser un recurso para ella. Debió captarlo. No me gusta conjurar las amenazas interiores con palabras, las palabras suenan siempre tan vanas que pierden su significado auténtico si se abusa de ellas, prefiero este calor, los humores de tu piel o de cualquier de tus órganos, la sensación de aferrarnos a los cuerpos mutuamente y perder la noción de sus dimensiones, y como decías antes, para desdibujarnos y luego pergeñarnos como nuevos personajes, y trazar un rostro diferente de lo que somos, dure lo que dure el ejercicio, porque también somos lo que no somos, la posibilidad, el riesgo, la turbulencia que todo lo revuelve pero todo lo acrisola, ¿no te parece? Calló, congelamos la palabra. La hoguera crepitó.



*Fotografía de Inés González.


lunes, 19 de agosto de 2024

...tú no eres un muerto, Federico

 



...tú no eres un muerto, Federico, 
tú eres la noche que baja al río y lo inunda de estrellas




*Federico García Lorca, en su recuerdo, al cumplirse 88 años del asesinato alevoso que cometieron con él quienes desataron una guerra civil. Sea donde sea que estén tirados sus restos, como los de tantos otros españoles todavía, para mayor vergüenza nuestra. Porque la vergüenza, la razón ética y el lamento no prescriben nunca. Mal que le pese a la justicia fallida.






viernes, 16 de agosto de 2024

Ecos lejanos

 



Ella llegaba con la nieve, el hombre la estaba esperando desde un enajenado y febril encantamiento,  la voz de madrugada era un arrullo, él se sobrecogía, la ternura tenía un tono dulce para ambos, se dejaban rasgar con la emoción de una pasión incierta pero sincera, la distancia era un tanteo, la entrega una deseada intuición, la noche estaba rota pero ambos la recomponían, qué es la noche sino un tiempo volátil, pensaban, cómo nos alcanzaremos, se preguntaban, tal vez si no es ya tarde estaremos aquí, sorteando territorios que aún no sabemos medir y, mientras, la ventisca se resistía al alba, y la inflexión de sus voces envolvía dos cuerpos abandonados al azar, pisa la nieve que yo piso, dijo la mujer, sí, dijo él, deja que haga crujir yo también la cuajada escarcha del Rhein, susurró como una canción de invierno.
                  


 *Fotografía de Inés González Soria.

miércoles, 14 de agosto de 2024

aurora y crepúsculo

 






Llevamos dos días en que la naturaleza nos quiere compensar de los calores con su inenarrable belleza. Porque ¿acaso la belleza puede ser descrita? Si escribimos sobre la belleza como mucho es para aproximarnos a un don que jamás tocaremos. Pero que de algún modo nuestras emociones gozarán al percibirla con nuestros sentidos.

Anteayer fue un amanecer  radiante (¿radiante no proviene de rayos, de haces de luz?) Y ayer fue, camino del crepúsculo, un arcoíris que sugería también su doble, cuya circunferencia jamás la habíamos visto tan perfecta.

Hoy tenemos explicaciones para ambos fenómenos, gracias al desarrollo del conocimiento. Pero mientras contemplaba ambas manifestaciones de la atmósfera me preguntaba: ¿qué sentirían y pensarían y cómo se estremecerían nuestros ancestros del Paleolítico ante tamañas representaciones del cielo?

Sin duda tuvieron que recurrir a la propia fantasía y así surgió la invención del pensamiento mágico, al que sacralizaron, y posteriormente a los mitos, que iban a ir transmitiendo sus percepciones sobre el mundo natural, incluido el propio suyo con sus intrincadas relaciones humanas. Recursos de autodefensa, sin duda. Nuestra capacidad de emocionarnos hoy en la contemplación nos vincula con aquellos hombres, llámense neandertales o sapiens. Da igual. Y la IA no nos puede dar el pego.


domingo, 11 de agosto de 2024

El torii testigo de Nagasaki

 


- ¿Y esta columna, tío? Parece que estuviera rota.

- Y lo está, era la columna de una puerta hoy inexistente. Pero no una puerta cualquiera, sino exenta, la de un santuario próximo que los sintoístas debieron tener por aquí. La llamaban torii. Dicen que se erigía para que las aves se posaran en ella. Aquella cultura valoraba mucho a los pájaros, a los que veían como mensajeros hacia las divinidades. 

- Ah, ya he visto fotografías de esas puertas enteras. Son espectaculares. A mí me parece la letra griega pi (π), que en matemática se trata de un número infinito, así que ve a saber si no la copiaron de los griegos.

- Tú lo has dicho, ve a saber, aunque no parezca probable. Los torii son portales simbólicos.

- ¿Algo así como un acceso a ninguna parte?

- O acaso hacia toda parte, porque el mundo de los símbolos permite una suerte varia de imaginaciones, si no se pretenden cerrados. Para mí significan los torii una apertura hacia la luz, la que debe destellar desde dentro del individuo. Por lo tanto el descubrimiento de tu conciencia, que no deja de activarse permanentemente. Desde la luz propia se puede llegar a muchos destinos, siempre que se acierte al escoger el camino. Otra cosa es que el destino sea también el más conveniente.

- ¿Y eso cómo se sabe? ¿Haciendo caso de lo que dicen personajes superiores a nosotros? 

- Tal vez no sea la manera más adecuada, ya que no tienen por qué tener la razón de todo, a veces ni una parte, pero yo no desestimaría a algunos de ellos. Lo cierto es que no siempre hay una meta única, del mismo modo que los recorridos pueden ser diversos.

- Deduzco que uno aprende a mamporros y que solo probando, tantas veces como sea necesario, se va distinguiendo.

- No es poco lo que dices, muchacho. Aprender, lo que se dice aprender siempre es parcial y relativo, y lo que parece que afirmamos hoy como exacto y adecuado acaso mañana lo cuestionamos. Pero saber distinguir es, además de una actitud modesta, lo más práctico para no dar por definitivas verdades que solo ocultan dogmas, y el dogma no conviene a un carácter abierto e intuitivo como el tuyo. Ni de nadie.

- Me entristece ver esta muestra de ruina.

- Pero también la mantienen como un testigo de buena voluntad de lo que no tendría que volver a suceder, y eso te debería producir contento, aunque si te digo la verdad no puedo estar seguro de que alguna vez en el futuro alguien o algunos...


Aquel recorrido con mi tío por Hiroshima y Nagasaki, entre otros lugares con menos pasado destructivo, fue fecundo. Vimos y ambos reflexionamos. Un año de estos viajaré a Osaka a visitar su tumba. Puede que cuando florezcan los almendros.




viernes, 9 de agosto de 2024

...y hoy el recuerdo de Nagasaki los mismos 79 años después

 


Me confunde la estatua simbolizando la paz del Memorial Park de Nagasaki. Gigantesca y simbólica obra del escultor Seibou Kitamura. Se encuentra frente al Parque del Hipocentro, espacio monumental que recuerda el punto donde cayó la bomba atómica del 9 de agosto de 1945. Me confunde porque no veo en ella identidad tradicional japonesa. O acaso sea ese su triunfo, no lo sé. Esta escultura contiene una herencia occidental indudable. Como si recogiera algo de lo helénico y algo del Renacimiento. ¿Hay en esa pose un Zeus o un Dios monoteísta? ¿Hay ahí un atleta de Policleto o el hombre de Vitrubio de Leonardo? Probablemente no se intentó una representación dirigida solamente a los locales, sino que se pretende universal, y el artista sabe.  

Señalando el cielo y a la vez la tierra, pero con gestos de las manos diferentes, uno puede dejarse sugerir. Observando la distinta posición de las piernas, uno puede proyectar simbolismos. Por ejemplo, una voz profunda y ancestral, la de la propia naturaleza, podría estar diciendo: os di la tierra y os cobijé bajo el cielo, ¿por qué malgastáis los bienes de la vida? O bien otra voz, emergiendo del ultramundo, podría clamar a los supervivientes actuales: disponéis del poder racional de la memoria, ¿qué estáis haciendo por evitar futuros holocaustos? O bien la propia voz del artista, armonizando el sentido emocional con la lucidez activa, advierta: somos reflexión pero nos debemos a la acción, ¿a qué esperamos para que el pensamiento en calma se ponga en marcha extendiendo la cordura entre los hombres? 

Quién sabe si la sombra de un viejo haijin no está declamando: 

Del cielo furia / en la tierra futuro / sembrad unidos.






jueves, 8 de agosto de 2024

Entre Hiroshima y Nagasaki

 


Mi tío Emeterio está enterrado en Osaka. Una vez tomamos el Shinkansen y me llevó a visitar la ciudad reconstruida. Nada que ver ni con una ciudad histórica ni con la devastación. Te llevaré al parque de la memoria, dijo. Recorrimos los diferentes monumentos. Mira este arco erigido para evocar a las víctimas. ¿Qué dice en esa lápida?, pregunté. Desean paz a los muertos. Pero, ¿no sería mejor pedir la paz a los vivos?, dije ingenuamente. Sin duda, pero observa que estos japoneses, que saben mucho de la vida y de la muerte, añaden algo así como que no se cometerá de nuevo el error. ¿Cómo pueden saberlo?, me sorprendí. No lo saben, respondió mi tío, sino que lo desean pero convierten el deseo en la realización de una necesidad. 



martes, 6 de agosto de 2024

79 años de Hiroshima. Con un trozo de carta del filósofo Anders al piloto Eatherly

 


Esta panorámica de la Hiroshima actual, reconstruida sobre la ruina humana y urbanística, no puede hacernos olvidar la barbarie. Se cumplen 79 años ya -dentro de unos días también de Nagasaki- de la devastación atómica ejecutada por EEUU. Es historia, con nombres y apellidos. En la imagen puede verse una reliquia del bombardeo, la cúpula de la antigua sede de la Promoción Industrial de la prefectura de Hiroshima que, curiosamente era un edificio diseñado por el arquitecto checo Jan Letzl, muy bien acogido en 1915 por la opinión pública debido a su aire innovador y occidental.

Ya se ha hablado mucho de aquel suceso que modificó tantas cosas, sobre todo en el llamado eufemísticamente arte de la guerra. Uno creía que el arte no era solo técnica, sino también visión, creatividad, armonía y representación estética. Aplicar el término a la técnica militar y armada parece desmesurado, o acaso no, pues el término arte se usa para designar la capacidad humana de hacer algo hábil y de esa manera un tanto ambigua se justifica hasta lo más abyecto.

Hay una parte que se conoce menos de aquel bombardeo letal. Aunque casi siempre se cita al bombardero Enola Gay como el que arrojó la bomba se habla menos de otro avión que formaba parte de la escuadrilla que llevó a cabo la misión, el Straight Flush, pilotado por Claude Eatherly. Este avión era de reconocimiento metereológico y proporcionaba información a la operación en marcha. Pues bien, tras lo sucedido el capitán Eatherly entró en una crisis moral profunda, con una secuela de comportamientos de tipo delictivo, en parte para llamar la atención de la sociedad bienpensante estadounidense y pretendiendo hacer llegar fondos a supervivientes de la masacre. Y entró en una espiral de perturbación psicológica grave.

Respuesta de la justicia y el gobierno: detenciones, penas, manicomio y sobre todo desprestigiarle e ignorarle. El filósofo alemán Günther Anders se puso en contacto con Eatherly y ambos mantuvieron una correspondencia durante unos años. El intento de Anders no era solo conocer cómo había hecho mella la masacre entre uno de los ejecutores, sino trasladar a Eatherly esperanza. La sociedad le había postergado como paria y traidor, pero Anders consideraba que era a su vez una víctima del infausto acontecimiento. Pues Eatherly personificaba la conciencia de un sistema que intenta, y lo logra, persuadir al individuo de que no es responsable de las consecuencias de sus acciones. El campo del ejercicio bélico lo demuestra ampliamente. Sin ir más lejos, el comandante del Enola Gay, Paul Tibbets, que murió con 92 años, jamás se arrepintió de la misión homicida, excusándose en el cumplimiento de su deber, y según él aquel letal acontecimiento jamás le quitó el sueño. 



Rescato parte de una carta de Anders dirigida a Eatherly el 3 de junio de 1959:

"...El año pasado estuve en Hiroshima, donde tuve ocasión de hablar con aquellos que lograron sobrevivir a su paso por el lugar. Y créame usted: ninguna de estas personas tiene intención de vengarse de las piezas de aquella máquina militar (y eso es lo que usted fue cuando, a los 26 años de edad, cumplió su 'misión'); ninguna de ellas siente odio hacia usted.

Pero usted ha demostrado que, pese a haber cumplido su función como una simple pieza de aquella máquina, a diferencia de los demás ha seguido siendo un ser humano o ha vuelto a serlo. Y ahora mi propuesta, que quizá tenga a bien considerar:

Como cada año, el próximo 6 de agosto la población de Hiroshima conmemora el día en que sucedió 'aquello'. Usted podría enviar a esas personas un mensaje adecuado para tal conmemoración. Si usted se dirigiese como ser humano a esas personas diciéndoles: En aquel momento yo no sabía lo que hacía, pero ahora sí lo sé. Y sé que jamás ha de repetirse nada similar; y que ningún ser humano puede pedir a otro que haga algo parecido. Si les dijese: Vuestra lucha contra la repetición de esos hechos es también mi lucha, y vuestro 'No more Hiroshima' es también mi 'No more Hiroshima', o algo similar, puede estar seguro de que con este mensaje usted daría una enorme alegría a los supervivientes de Hiroshima, puede estar convencido de que estas personas lo considerarían como a un amigo, como a uno de ellos. Lo que sería de justicia, puesto que también usted, Eatherly, es una víctima de Hiroshima. Y puede que esto también fuese para usted, si no un consuelo, sí al menos un motivo de alegría."

La correspondencia y el apoyo al piloto fue editada posteriormente en un libro. Y a su vez respondida por el gobierno del país de la Libertad declarando persona non grata y llamando comunista al filósofo Anders. 

La lección de Hiroshima no se ha aprendido. Tras 1945 varios países, potencias en mayor o menor grado, disponen de la bomba atómica, y otras variaciones, y en abundancia. Más Estados tratan de seguir la misma carrera funesta. Y ya se sabe el refrán: quien con fuego juega acaba quemándose. O quemando a otros, diría yo. 




domingo, 4 de agosto de 2024

Bill Viola, más allá del ojo del corazón


Me entero de que el genial videoartista Bill Viola ha fallecido hace unos días. Tuve la ocasión y el asombro de descubrir la existencia de Viola en una retrospectiva de su obra en 2017 en el Guggenheim de Bilbao. Me fascinó lo que allí vi. Para quien no sepa de su obra adjunto esta película, El ojo del corazón

 



viernes, 2 de agosto de 2024

El azar indiscreto acosa a mi amigo

 


Antes de que se entere de manera inexacta se lo voy a contar. Se ha presentado presuroso, quitándose el sombrero, mientras yo, sentado en la terraza del quiosco de la Pilsen hago señas al camarero. Le indico que se siente. Me intriga su urgencia, sin previo saludo, cálmese, le sugiero. Pero él se muestra imparable en una verborrea inhabitual. Usted es amigo de Jan Popovka, ¿no es cierto? Pues bien, él y yo nos conocemos desde la juventud y no nos tenemos simpatía mutua. No podría decir por qué. Nunca me hizo nada ni yo a él. Es una situación inexplicable donde acaso los subconscientes de ambos podrían aclararlo mejor que nuestra voluntad nada cercana. Pero eso es imposible. A veces las malas relaciones se siembran y fecundan sin habérselo uno propuesto. O por injerencia de personas malévolas. En cierta ocasión alguien me comentó que Popovka había dicho en alguna tertulia de ociosos, y de esto ya hace mucho tiempo, que yo no era de fiar porque había hecho determinados favores a un político local de reconocida insolvencia y temple autoritario. Como si no se me conociera precisamente por mis cautelas y mi discreción, cuando no por un carácter huraño que me sale en ocasiones. Como si no se supiera lo alejado que me encuentro de estancia alguna de poder ni fuese célebre mi escepticismo ante las fórmulas humanas de entendimiento que, aun sabiendo que no hay otras posibles, si no las desprecio al menos las ignoro ampliamente. 

Me preocupa este arranque impetuoso con el que llega mi amigo. Nunca se sabe cuándo comienzan los bulos, cómo se van incubando y de qué manera su éxito perverso reside en el receptor, digo insistiéndole en que se relaje. Por supuesto, en un receptor susceptible cuando no anhelante de escuchar la mentiras y prestar atención a maledicencias. Me interrumpe. Esta vez me molesta el personaje, no porque haga que me sienta culpable de mis conductas íntimas, pues no creo que no le falten a él las suyas, que yo no criticaría. 

No puedo con tanta intriga. ¿Qué le ha sucedido?, pregunto con mesura. Se explica. Me crucé con él, con el tal Popovka, casualmente hace unos días en casa de Frau Helga, la bávara. Ya me entiende usted. No se sorprenda, no soy asiduo del negocio pero en ocasiones de debilidad tampoco desdeño una compañía oportuna. He hecho un gesto de comprensión, incluso lo he ratificado: usted sabe perfectamente lo que debe hacer en cada momento, no todo se conjura ni se exorciza escribiendo. Se ha sentido cómodo, prosiguiendo su anécdota. Popovka y yo nos miramos y a la vez nos ignoramos. A él se le puso un rictus de sorpresa más que de ironía, que también lo percibí, y enseguida se escabulló con una diligencia que me pareció vergonzante. Si fue el fugaz incidente o que yo no iba muy convencido de solicitar caridades, el hecho fue que tras saludar educadamente a algunas de las presentes me marché como había llegado. Un poco enojoso, no lo niego.

No deja de tener su punto divertido, y de todo se aprende, dije. Acaso en la próxima circunstancia usted sea más prudente y reservado. Saltó: eso ya me lo he dicho a mí mismo. Se lo cuento no porque me persiga el malestar por un comportamiento propio que no me avergüenza, sino para que esté usted prevenido cuando se encuentre con Popovka. Probablemente él no le comente nada, pero la actitud impropia que ha tenido siempre conmigo no me da garantía de que se conduzca con comedimiento. Incluso puede que sea yo el que esté siendo el inoportuno respecto a él, al contarle usted este suceso intrascendente. Los sucesos aparentemente intrascendentes pueden ocultar maldades y calumnias, he dicho con ánimo de animar a mi amigo y demostrarle que me siento extremadamente honrado por su confianza. En efecto, me interrumpe, y es que en este pulso de amistades oscuras y entregadas serpentea por medio el antiguo juego de la fidelidad o de la traición. Yo sé que solo puede esperar de usted fidelidad.

Lo que mi amigo no sabe es que Jan Popovka, revelándose como un tipo con el que hay tener recelo siempre, se había adelantado a informarme maliciosamente y me había dicho, como no dando mucho interés al tema, algo así: vi entrar a K. en casa de la bávara. Popovka, intervine para que no avanzara más, haré cómo que no he oído nada. La vida muy particular de los demás debe respetarse. ¿O a usted no le importa lo que difundan otras lenguas viperinas sobre su persona? Sea prudente y respetuoso siempre, no vaya a ser que las cañas se le vuelvan lanzas.

Sin saber la verdad del intrascendente hecho, yo había inclinado la balanza a favor de mi amigo K. Mi fidelidad también debo demostrársela no comentándole la perversa insensatez del otro.



* José Hernández. El alimento automático, 1982, dibujo.