jueves, 30 de junio de 2022
Bondad
lunes, 27 de junio de 2022
Plenitud
Toses, toses mucho, deberías vigilarte más, le aconseja afectuosamente el artista mientras extiende la virulencia del rojo sobre la paleta. Es parte de mí, dice la modelo ocasional entre risas ahogadas por la desesperanza. Has vivido al máximo, Anita. Ella suspira. Si la vida no fuese intensidad, ¿qué sería?, y le hace una mueca burlona. Tú recíbeme con la mirada como si me estuvieras atrapando con las manos. Además me siento cómoda en el rojo. Es como si la sangre abandonara mis venas, se deslizara por toda mi piel y me vistiera tomando el relevo del tul y de las gasas. Como si transformara la desnudez y sublimara cada protuberancia de mi cuerpo.
El pintor mantiene el pincel en el aire. Tú eres más artista que yo, Anita. Yo solo soy un mirón. Un observador detallista, es verdad, y ávido, que pretende que trasciendas en un lienzo. Anita se crece en sus posturas. No seas modesto, Otto. ¿Acaso no es tu mirada deseo? ¿No te abrasa la sangre caliente, el fuego de la seducción, el movimiento oscilante que te brindo? Otto ni afirma ni niega. Mi mirada es sentir a través de ti a la mujer que llevas dentro. No la tradicional ni la sumisa, sino la libertaria, la que extiende, incluso a costa de su salud y de su tiempo, las posibilidades que los cuerpos ofrecen, y a cuyas requisitorias salvajes no sabemos siempre responder adecuadamente. Cuando apetezca de tus frutos ya suplicaré que me dejes saborearlos.
Anita oscila su cuerpo. Canturrea y acompaña la composición con el leve movimiento de una danza. Otto, aunque un día yo no esté sé que siempre permaneceré viva para ti. Anita esboza una pose casi famélica. Me has conocido en infinidad de oficios y servidumbres. He sido dueña de mi cuerpo, pero también propietaria absurda de mi destrucción. Has oído de mí vituperaciones y me has defendido hasta la saciedad. No mejores en el retrato a la mujer que se consume poco a poco. La plenitud no es solo lo que se posee sino también aquello que jamás se tiene e incluso cuanto se ha perdido. La plenitud es la vida vivida y el anhelo por la no vivida o el desaliento por la extraviada.
Otto licua en sangre carmesí aquel cuerpo depreciado. Ella se lo ha pedido.
* Anita Berber por Otto Dix.
domingo, 26 de junio de 2022
Zamora existe, a pesar de
Zamora existe. Diezmada la superficie de la Sierra de la Culebra, que tiene 70.000 hectáreas, de las cuales 30.800 han sido devastadas por el incendio de los últimos días. Pero existe. Existe a pesar de la quema. Y a pesar de la incompetencia de la Junta de Castilla y León, cuyo gobierno está en manos de PP y Vox. Con la quema las bases económicas de habitantes de muchos pueblos se han ido al garete. Han muerto animales en libertad, se han quemado colmenas, se ha deforestado una extensa zona. También se viene abajo una parte de las expectativas del turismo rural en la que tanta tinta ponen los gobernantes a la hora de la publicidad. El fuego existe, por supuesto y tendrá sus causas. Pero la gestión de control del mismo, a tenor de la denuncia de forestales, bomberos y vecinos afectados ha sido un desastre. Ni siquiera tuvo en cuenta la Junta las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología sobre el peligro extremo de incendio. Lo cual, según indica la prensa y denuncian afectados, llevó a una consideración inferior -riesgo medio en lugar de riesgo alto- y por lo tanto a reacción tardía, déficit de medios y limitado e insuficiente plan de combate de las llamas. Se les pregunta a las autoridades regionales y estas no saben ni contestan, porque saber da la impresión de que saben poco y además ni siquiera saben responder ni mantener el tipo ante las críticas. Eso si no echan la culpa a otros con intenciones partidistas, es decir, a los que se quejan y denuncian comportamientos deficientes. Es el déficit que ofrecen, en este asunto y en otros, los líderes de discutible monta -¿escasa, mediana?- que fueron votados y accedieron a la gobernación -pactos de por medio- en las últimas elecciones. Tomen nota para el futuro, pues, castellanos y leoneses, de lo que votan y a quiénes votan. Ni me consuela ni me resigno a admitir que esta es la comunidad de Castilla y León que tenemos y las autoridades que nos merecemos.
(La primera fotografía está tomada de Zamora News. Las fotografías de manifestaciones de ciudadanos de Zamora y provincia contra la Junta de Castilla y León están tomadas de El Norte de Castilla, NIUS y Zamora 24 horas. El mapa es de La Opinión de Zamora)
jueves, 23 de junio de 2022
Expectación
Sé que no me crees, Antonello. Pero estás poniendo la misma cara que en el cuadro de aquel hombre más joven que pintaste. Hasta Vasari se ha dado cuenta. Una cara mitad expectante mitad escéptica.
Por supuesto, ya no tienes tan cuidado el rostro como hace unos años y avanzan algunas arrugas desordenadas si no salvajes. Probablemente porque te tomas la vida con más desapego y no corres como antes a aprender para que otros no te hagan sombra. Hoy la barba, a la que sigues poniendo límite, no se queda en leve sugerencia, ni el peinado a lo zucotto se te concede, ni los ojos muestran el orgullo de la viveza de entonces, ni el arco ciliar es tan moderado, ni el cuello estirado habla de un porte firme. Los años no han pasado en balde y tu cuerpo ya va teniendo alguna queja que otra, vapuleado como ha estado día tras día por tu exigente actividad.
Que según te califico con estas observaciones estés haciendo lo posible por mantener aquel esbozo suave de tu rostro, que yo he conceptuado siempre de avispado, expectante y tierno, me place. Uno puede pasar por sucesivas pérdidas y deterioros, pero creo que si se ha tenido buena estampa en los años mejores de la vida, así llamábamos a la juventud, no lo olvides, la impronta no se pierde del todo. Tú, como preciso retratista, lo habrás percibido mejor que nadie, no solo en otros, sino en ti mismo.
Y aquí, Antonello, llego yo tras dar contigo en esta patria en la que te refugias, dispuesto a que levantes acta de la verdad que mis facciones actuales exhiban. Un acta sin adulteraciones ni falsificaciones, una imagen más nítida y expresiva que la del espejo, donde las motas de azogue de mis años hablen con sinceridad. Me pongo a tu disposición para que un retrato de este mi tiempo de senectud compense nostalgias, reavive recuerdos y sirva de legado para mis descendientes.
* Imagen. Retrato de un hombre, de Antonello da Messina (Mesina, 1430-Mesina, 1479) Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
martes, 21 de junio de 2022
Hoy no como ayer (¿Solsticio?)
Por estas fechas entonces nos acuciaban dos hechos. Las vacaciones rompían aguas y el calor se ofrecía creciente. En el barrio había tensión sanjuanera y los chicos más lanzados recogían muebles viejos para la hoguera que se iba a prender en la confluencia de mi calle.
Mi madre apuraba los últimos días del mes para preparar la maleta, sin prisa y sin pausa, con destino a la rústica ciudad del Norte. Era en esta urbe y durante los meses de verano cuando tenían lugar escenas más o menos semejantes a las de la película Cuenta conmigo. Cuando vi este filme de mayor con mi hija me sentía identificado no solo con el vestir de los actores sino con el tipo de muchachos, sus contexturas, sus modos de hablar y de comportarse, su capacidad de riesgo y aventura. Cada personaje de la película existía en la vida real de mis veranos, hasta podría indicar a cuál de ellos me parecía más físicamente. Para mí el camino del estío estaba despejado con sus calores y sus tormentas, sus rostros nuevos y los casi olvidados, la musicalidad del habla y el vocabulario peculiar de sus habitantes, los contrastes y lo inesperado, la empatía con los amigos que se perdían de año en año pero que se recuperaban a las pocas horas de llegar allí. Y las experiencias de otro mundo, semi rural semi urbano, con sus cosechas y sus fiestas, sus domingos anodinos y los sucesos inesperados y trágicos, las secuencias de ríos y de ferrocarril, las eras y las huertas, la lectura febril de los tebeos y de Marcial Lafuente Estefanía, los secretos de ciertos vecinos y los cuchicheos críticos, los ambientes de taberna y el paso de la vuelta ciclista. Etcétera. Incluso lo que se repetía cada año no era nunca igual. ¿O éramos nosotros los chicos, y yo en particular, quienes no éramos ya de un año a otro los mismos? Así que prolongar la niñez en la medida de lo posible se me imponía como capricho o acaso necesidad personal. Y el tiempo de adolescencia iba a ser más desabrido e iba a precisar más energía rupturista.
En fin, a veces pienso que mi infancia de verano tuvo mucho de cinematográfica. Pero es al revés. Es el planeta de la imagen el que copia la vida y la recrea. O acaso un bumerán, que capta lo real, lo reelabora y lo devuelve como ficción que aceptamos cual realidad. Tantas décadas después, hoy no es como ayer. De entrada se supone que este 21 de junio es el solsticio, pero el termómetro próximo marca temprano diez grados. El aire sopla con ecos de estaciones más frías. El realismo fisiológico de la edad no le permite a uno ir de manga corta a las horas prontas. Quiero creer que llega el verano, cuando tras el mayo y el junio calurosos uno tiene la percepción de que el verano acaso ya ha pasado. Y Stonehenge y los cultos farisaicos no me convencen. Pero ¿significa eso que uno no puede seguir teniendo sus estíos a la carta? No. Lo que no quiero es que la publicidad, los usos y costumbres del personal, la dictadura del mundo de los negocios, lo que se lleva o lo que te incitan a adoptar (adoptar lleva consigo adaptar, una sola vocal producen un verbo algo así como madre e hija) le hagan a uno ni patético, ni impúdico, ni nostálgico, ni esdrújulo plano. Simplemente se trata de seguir viviendo.
(Imagen del filme Cuenta conmigo)
domingo, 19 de junio de 2022
Intimidad
Jan no se lo ha indicado. Agatha ha tomado la iniciativa. ¿Por qué te has movido?, inquiere el pintor. ¿No prefieres que haya girado hacia ti?, contesta interrogativa la mujer. No pensaba considerar el ángulo que me ofreces, replica él con tono molesto.
Agatha le argumenta con dulzura. Para pintar como siempre ya tienes infinidad de modelos. Esos comerciantes y letrados que te pagan bien aunque te regatean, o los arquitectos y funcionarios que no cesan de reclamar tus servicios para pasar a la posteridad. Ellos prefieren la convencional rigidez del retrato habitual. Se quieren altivos o severos o autoritarios. Pretenden impresionar. Pero yo quiero otra cosa, Jan. Una imagen donde la luz contraste con la oscuridad y se imponga a ella. Donde mi rostro te hable sobre todo a ti. Donde la mirada sea sencilla y a la vez condescendiente. Donde una cara no refleje un espíritu cerrado sino que transmita la emoción prudente y sincera de una mujer.
Jan ha dejado descansar la paleta y, mientras, se mueve en torno a ella. La oscuridad no tiene apenas matices, dice. Pero la luz exige colores albos que distingan la expresión de un rostro lozano como el tuyo del adorno y el vestido. Deja que te contemple. Mantente en esa postura relajada. No eres ninguno de los personajes que pinto por encargo habitualmente. Y tu mirada, Agatha, ah, tu mirada, es ¿cómo diría yo? ¿Más cálida tal vez?, le interrumpe ella. ¿Un obsequio para la observación de tu genio? Jan se ha abstraído y habla desde otra dimensión. Espera que la mida, si es que la luz de unos ojos se puede medir.
* Retrato de Agatha van Schoonhoven, obra de 1529 pintada por su marido Jan van Scorel (Schoorl, 1495- Utrecht, 1552) Galleria Doria Pamphili, Roma.
viernes, 17 de junio de 2022
Maltrato
(Cabeza de mujer del Museo Archeologico Nazionale di Taranto)
martes, 14 de junio de 2022
Celebremos la cosecha, Neil Young
sábado, 11 de junio de 2022
Seymour y el zagal (Serie negra y 99)
jueves, 9 de junio de 2022
Adiós, Julito
Los chicos estábamos pendientes del invento de aquel chalado (así le llamaban algunos a un técnico ingenioso y entregado de mi vecindario de verano en el Norte) empeñado en captar imágenes de la RTF, a pesar de haber un Pirineo de por medio.
En aquel tiempo, en la España casposa y siniestra, cualquier individuo que rompiera moldes era considerado un loco y, a veces, un peligroso. Simplemente, dedicarse a indagar por su cuenta en ciencia y técnica ya era objeto de burla. Es cosa de brujas, recuerdo que decía una tía mía cuando le contábamos los intentos del hombre por traer imágenes de la televisión extranjera, pero próxima. No recuerdo el nombre del chalado, que era un genio tratando de hacer funcionar una televisión en su taller de electrónica, en la capital provinciana y tradicionalista navarra que no había pasado aún de la radio. Los chicos nos arremolinábamos como tontos pero expectantes curiosos, y él a lo suyo, nos dejaba estar sin inmutarse, y en medio de una maraña de rayas y sonidos extraños a veces aparecían imágenes. Cosa de brujería.
Aquel mediodía las imágenes misteriosas fueron las del Tour. Si fue entonces cuando Julio Jiménez, ciclista abulense, coronó el Puy de Dôme no lo recuerdo, ni sé si lo supe en ese momento. Hoy leo que casi a sus noventa años, Julito ha perecido por accidente, encima por accidente. No lo podré comentar con mi tío de Ávila, con el que tantas veces hablé sobre Jiménez, al que conocía porque en Ávila en aquellos tiempos se conocían hasta los gatos.
Pero hasta una muerte ajena puede traerle a uno recuerdos entrañables -ah, cómo nos persiguen los tiempos de niñez y juventud, tan poco entendidos entonces, tan echados en falta ahora- y nunca es tarde para ir más allá.
Comprender lo que fue nuestro pasado histórico, del que solo nos han contado anécdotas pero poco explicado lo que había detrás, de una densidad importante. Nada menos que la idiosincrasia de un país.
martes, 7 de junio de 2022
El niño y los opuestos
sábado, 4 de junio de 2022
Fantasías del pastor (Serie negra, 98)
Mâlik habita un tiempo casi ausente cuando trasiega apaciblemente con las ovejas. Conoce el territorio al dedillo pero siempre busca nuevas interpretaciones. Detrás de cada risco o campo fértil que recorro hay otro paisaje, piensa para sí. No se ve a primera vista. Nadie lo ve porque la gente de paso es torpe para advertirlo. Se limita a lo que más resalta a sus ojos. Pero yo descubro cada día y cada noche algo nuevo. No es solo lo que la mirada me dice, sino los sonidos, las tinieblas, la temperatura alterna, los vientos cambiantes, los más ligeros rumores. Aunque duermo profundamente esta noche me he despertado bruscamente, sin saber por qué. Si era una ensoñación o un arrebato lo ignoro, pero se apropiaba de mí.
La noche olía a oasis. La tierra, silenciosa. La oscuridad se dejaba escudriñar. Llegaban bocanadas de aire con sabor a dátil. La sequedad protectora de las raíces se metía entre las uñas. Quien no ha pasado la noche al raso no sabe de la manifestación reveladora y traviesa de las sensaciones. Una luz emergió de pronto entre las palmeras, destellando quebradiza, refulgiendo caprichosa. Se aproximó.
La luz tomaba la apariencia de una antorcha. Ondeaba por encima de mi cabeza y salía a mi encuentro, iluminándome. Pero yo, ¿veía con claridad los objetos de mi entorno o vislumbraba tan solo sombras dentro de mí? Una agitación extraña me impedía retornar al sueño. Un temblor latente convertía el ámbito familiar en un espacio confuso.
jueves, 2 de junio de 2022
Silva de amapolas (Serie negra, 97)
¿Le ha gustado la leyenda que le conté el otro día, señora? Me debe usted a cambio alguno de sus saberes. El zagal parece entusiasmado con el intercambio de historias. Quiere transmitir y a su vez recibir. Tienes un don especial para narrar lo que tus antepasados te contaron, le elogia Lynn. Mâlik se atropella: no se lo diga a nadie, pero me invento parte de los cuentos. Si usted me enseña algo ahora yo lo cocinaré a mi manera. ¿Sabe lo que pienso? Que aunque los relatos tengan un corazón desde los tiempos más antiguos se pueden enriquecer. Así que por un lado la gente escucha lo de siempre pero le parece a su vez algo nuevo.
La arqueóloga se siente fascinada por aquel adolescente. ¿Te has dado cuenta de que habitas en dos mundos, Mâlik?, le dice. Eres el pastor que eres y a la vez eres el contador de historias, donde vives cuantas experiencias elijas vivir. Te voy a contar yo ahora una pequeña historia sobre amapolas que experimenté hace poco, y aún no sé si dormida o despierta. Los ojos de Mâlik destellaron entusiasmo. Lynn no esperó.
"La efímera me esperaba al borde del barranco. ¿Por qué tan alejada de las demás?, le pregunté.
¿Y tú?, respondió ella. ¿Acaso no te separas también de la grey? Un campo de humanos no es tan diferente al de nosotras las amapolas.
Tienes razón, le concedí. También somos frágiles, aunque parezcamos más sólidos. Y nuestra textura de igual modo termina ajándose, nuestros colores palidecen y la verticalidad de la que nos sentíamos orgullosos va decayendo en una curva inevitable.
Me miró con una afectuosa insolencia. La diferencia consiste en que nosotras tenemos asumida nuestra precaria condición, de primavera en primavera, y los humanos, aunque estáis en una constante mutación, pensáis que no tendréis fin o que al menos este se distancia.
Anhelé tocar entonces sus pétalos con delicadeza, pero me detuve a medio camino. Simulé tomar el cáliz, insinuando ingerir su profunda y secreta esencia, que no nos es revelada. La intensa rojez de su estallido me deslumbraba. Imaginé que su fino tallo se escurría entre mis dedos. Toda ella se hallaba a merced del jugueteo del aire, como si se pretendiera su amante o su dueño.
La ensoñación me hizo percibir el mensaje de la flor. Después permanecí contemplando el campo humano que me rodeaba".
El zagal le hubiera pedido más, pero solo se le ocurrió: esa historia tuvo que haberla vivido, señora. ¿Cómo no se me habrá ocurrido a mí, que estoy acostumbrado a las amapolas rojas y también a las blancas?
(Fotografía de Liliana Inés González Soria)