lunes, 29 de marzo de 2021

El suministrador de los libros proscritos

 


Me la juego cada vez que le paso un libro a mi amiga modelo. Por partida doble. No solo se trata de que sea un libro prohibido sino de que nos citemos clandestinamente para entregárselo. En cierto modo nos consideramos conspiradores. Ella lo dice medio en broma medio en serio. Los libros conspiran. Los lectores participamos de sus conspiraciones. Nunca permanece nada igual dentro de nuestras mentes una vez leído un texto. Gracias a ellos derribamos unos ídolos. Es entonces cuando nos damos cuenta de los monstruos que habían acunado dentro de nosotros desde que nacemos. Que habían crecido como si fuéramos su hogar. Esos monstruos no son tanto los rostros que se les pone, malditos o benéficos, como la carga de ideas rígidas y ordenadas que nos hacen vivir una vida interior estrecha. Cuando la escucho argumentar de ese modo me conmuevo. ¿Cómo podría dejar de conseguir libros, y sobre todo los prohibidos, para una mujer cada vez más madura? Además en muchos aspectos, y aunque yo no se lo reconozca, supera mis propias inquietudes. Incluso mi propia capacidad de asimilar discursos imaginativos que yo trato de pergeñar con otras artes. Con ella tengo asegurado el contenido de tales publicaciones pues cuanto lee me lo cuenta más tarde. Cierto que mis ocupaciones no me permiten entregarme a la lectura como hace ella. Pero, y no sé si esta mujer lo sospecha, mi vida es carne argumental y sangre caligráfica para muchas historias que algún día alguien las relatará. Ya se ve cómo somos capaces ambos de crecer en una clandestinidad creativa. Sé que hay otras causas, sin duda nobles y necesarias, y sumamente arriesgadas, que otros hombres ejecutan de manera subrepticia y fiel. Pero la nuestra, la que nos traemos entre manos esta modelo y yo, no es menos efectiva. Tal vez no salvemos a la humanidad pero día a día respiramos algo más de un campo abierto desde nuestras entrañas más sinceras.



* Sobre la mujer de los libros prohibidos se dice algo en Chitón:

https://ehchiton.blogspot.com/2021/03/la-lectora-de-libros-prohibidos.html


(Imagen: Fotograma del filme Utamaro y sus cinco mujeres, de Kenji Mizoguchi, 1946)


viernes, 26 de marzo de 2021

Cuando se me aparece la evanescente

 


Hay noches en que la evanescente me persigue entre las sombras del sueño. Se acerca desde su rincón y me habla tenue pero insistente. A veces solo de sí misma. En otras ocasiones dice querer saber de mí. Me invita a contemplar el paisaje abierto o me propone oscuros juegos que pongan a prueba mi condición humana. También la suya. Siendo ambos evanescentes todo es posible, ¿no? Si yo sonrío con malicia ella me corta. Los juegos del placer y los del dolor pueden tender entre sí un puente que les comunica. ¿Has pensado en ello? Estamos tan acostumbrados a los goces y a las satisfacciones, aunque todo ello circunstancial y al fin y al cabo pasajero, que nunca relacionamos juego con dolor. El dolor es el placer de nuestro lado más sombrío y escondido, señala la evanescente. Ese lado que tratamos de contener, que nunca deseamos que llegue.  Entonces no sé qué decir. Optar por sus insinuaciones siempre es arriesgado. Pero esta noche la evanescente me ha llevado al terreno de nadie. ¿Crees que podemos ser tú y yo en un terreno de abstracción y nebuloso?, le he preguntado. Y ella: siempre hemos estado en él. Siempre hemos soñado y deseado desde él. Las aproximaciones fueron posesión y pérdida. Pero ambos sobrevivimos. 


Quien desee ver el retorno del blog Tú, la evanescente, pase por:

https://tulaevanescente.blogspot.com/2021/03/quejas-y-quejidos.html


 

martes, 23 de marzo de 2021

El tiempo de las cerezas. Una canción de amor que se convirtió en un emblema social

 



Como el tiempo de las cerezas, gustoso pero efímero, así fue aquella primavera. Se dirá que todas las primaveras, como cualquier estación del año, son períodos pasajeros. Pero también hay que advertir que los tiempos se suceden en sus ciclos, brindando sus oportunidades. ¿Pasa lo mismo con los acontecimientos de los hombres que con la naturaleza? Probablemente, pero de manera más desigual y confusa, y con otro sentido del tiempo y de las complicaciones propias de la vida humana. Yo, Jean-Baptiste Clément, había escrito aquel poema llevado por los amorosos ardores de juventud. ¿Qué mejor modo de manifestarlos que comparando unos frutos con otros? Pero un poeta no tiene que ser más explícito y debe limitarse a dar pistas para que cada lector haga su interpretación e incorpore el poema a su vida. En estos tiempos muchos poemas se convierten pronto en canciones. Cantar un poema escrito es siempre doblar el valor de las palabras. Es lo que la música aporta. Y cuando una canción es aceptada y cantada por innumerables voces, voces ordinarias y sencillas, voces roncas y voces delicadas, voces juveniles y voces envejecidas, voces laborales y voces domésticas, el valor se multiplica. Pero ¿quién le iba a decir a este humilde cantor que, años después de escribir el poema, las cerezas adquirirían en esta primavera cargada de energía, derrochadora de luz y valor, un cuerpo único de hombres y mujeres? ¿Quién podía prever que la ciudad iba a ser de jóvenes y ancianos, de obreros y artesanos, de artistas y tenderos, de maestros y soldados del pueblo? ¿Cómo pensar que del amor a la muerte puede haber un recorrido imprevisto que se reclama de las mismas palabras? Todo lo que empezó como resistencia a la ignominia y que creció con la voz propia de los ciudadanos ha acabado dos meses después frustrado a sangre y fuego, con los muertos contándose por miles y las ilusiones rotas. Y una vez más, los mismos de siempre pagando el precio total y definitivo, el de la vida. Así la enfermera Louise, a la que vi caer en la calle Fontaine-au-Roi y a la que he dedicado la canción. Cuando aún hieden los cuerpos, el humo de la destrucción invade París y muere la esperanza.




El tiempo de las cerezas


A la valiente ciudadana Louise, la
sanitaria de ambulancias de la calle Fontaine-au-Roi,
el domingo 28 de mayo de 1871


Cuando vuelva el tiempo de las cerezas
el ruiseñor alegre y los mirlos burlones
estén todos de fiesta,
las muchachas tendrán pasión en sus cabezas
y los enamorados sol en el corazón.

Cuando vuelva el tiempo de las cerezas
silbarán mejor los mirlos burlones.

Pero es muy corto el tiempo de las cerezas,
cuando las parejas entre ensueños
van a cortar pendientes para sus orejas.
Cerezas de amor con sus trajes iguales
que ruedan bajo las hojas como gotas de sangre.
Pero es muy corto el tiempo de las cerezas,
pendientes de coral que se cortan soñando.

Cuando estéis en el tiempo de las cerezas,
si acaso teméis las penas de amor,
evitad a las hermosas mujeres.
Yo, que no le temo a las penas crueles,
no viviré ya un día sin sufrir…
Cuando estéis en el tiempo de las cerezas
vosotros también tendréis penas de amor.

Siempre me gustará el tiempo de las cerezas.
De aquel tiempo guardo en el corazón
una herida abierta .
Y aunque se me ofreciera la diosa Fortuna,
jamás podría calmar mi dolor.
Siempre me gustará el tiempo de las cerezas,
y el recuerdo que guardo en mi corazón.

Canción de Jean-Baptiste Clement

Y dos interpretaciones. Una, tradicional, en voz de Yves Montand, y otra rockera, por Noir Désir:

 

La canción El tiempo de las cerezas (Le temps des cerises) fue una canción acogida popularmente durante el movimiento insurreccional y revolucionario de 1871 conocido como La Commune de Paris. Se convirtió en un emblema social. Acontecimiento del que se cumplen 150 años y sobre el cual la asociación Les amies et amis de la Commune de Paris 1871 da buena cuenta en su web.



domingo, 21 de marzo de 2021

Defensa del rechazado

 


Ya sé que esa mujer me contempla como a un inútil. Oh, mi bello inútil, exclama al apoderarse de ella una agitación  sin fisuras. Qué dureza llamarme así en ese momento feroz en que dos individuos se rompen y luego se rehacen. Naturalmente dirá después que sus convulsiones son suyas. Nadie se lo discute. Pero, ¿por qué me trata de inepto cuando soy muy útil en momentos cruciales? Por supuesto, tendrá el atrevimiento de afirmar que dejarse llevar por un hombre tiene poco de crucial, y que malo quien se deja sujetar la personalidad, cuando no anularla, por uno de mi género. Dice estas cosas para zaherirme y tenerme más sujeto, no se me escapa su manera de conducirse. Su concepto del uso es muy particular, finge expulsarme para que yo no suelte amarras de ella. ¿Y si lo hiciese? Lo he intentado, aprovechando el desdén momentáneo que tiene hacia mí. Pero luego es ella la primera en hacerme saber, a través de alguna de sus íntimas, que le soy necesario. Necesario para una noche efímera, para un juego de confusiones, para un aleteo de adolescentes que ya no somos. Tal vez esta vez no solo me lo piense, sino que opte por contraatacar. ¿Contraataque, digo? No es lo mío. Puedo ser un inane, un vanidoso, un etéreo soñador, lo que quiera decir sobre mí, pero no entra en mis cálculos una terminología de guerra. Aunque ¿no sería tentador que alguna de sus más próximas fuera objeto de mis apetencias? ¿No resultaría provechoso demostrar a la mujer del rechazo que no debe tratarme de súbito desde su trono de imperio? Ya digo, ideas no me faltan, por muy fútil que ella crea que soy. Pero ¿realmente lo cree?



* Este texto puede conducir a Hanako e Hiro en el relato de Chitón:

https://ehchiton.blogspot.com/2021/03/el-aseo-de-hanako.html


Imagen de Kitagawa Utamaro.

miércoles, 17 de marzo de 2021

Vísperas atléticas

 


Va a haber mañana carreras en el estadio, le dice Eumaquio a Cecilio Félix. ¿Te vendrías conmigo? Compiten jóvenes llegados desde Herculano y Estabia, además de los nuestros. Dicen que son los mejores atletas de toda la región. Cecilio Félix reacciona contrariado. Me gustaría, pero tengo que ayudar al geógrafo en unas mediciones de campo y no sé si estaremos pronto de vuelta. 

Cecilio Félix no es como otros, abandonado al ocio cuando no a la vida disipada. Tampoco le guía proveerse de un futuro que, como todos los futuros y más en el ámbito de un Imperio siempre cambiante, no garantiza oficios o negocios, sino que le basta su pasión por el conocimiento, le lleve a donde le lleve. ¿Acaso hay alguna otra pasión que merezca ser vivida?, replica a quienes le cuestionan que siendo joven rehúya las conductas al uso de otros jóvenes. Hay tanto en los paisajes que vemos en superficie, pero no los conocemos a fondo, argumenta siempre que dice no a acudir a algo lúdico si esto interfiere en la directriz que se ha marcado. Y mucho más sin explicar bajo los suelos que pisamos. La tierra es como el cuerpo de un hombre. Procura convulsiones, propicia cambios, proporciona deterioros, induce a calmas transitorias. Además, le insiste a Eumaquio, mi maestro es demasiado mayor, la enfermedad le acucia, y sus saberes no pueden perderse. Dirás que quedan sus escritos. Pero ¿quién garantiza que estos vayan a ser protegidos para que se mantengan como fuente de nuevas indagaciones? ¿Es que no hemos visto en otras ocasiones cómo se han destruido trabajos avanzados que podrían haber beneficiado no solo a los gobiernos de las ciudades sino en general a las gentes que las habitan? Bien sabes, Eumaquio, de mi entusiasmo por las carreras. Y que no me perdería una si no fuera por un motivo estimulante y necesario. Haré lo posible por llegar a tiempo. Madrugaremos mañana y no iremos lejos. Es una incursión por terrenos próximos al monte y que ya conocemos. Algunos propietarios de granjas cercanas nos han informado de que suceden cosas extrañas. Movimientos tenues pero repetidos del suelo. Comportamiento irregular de los animales de cría. Subidas y bajadas imprevistas del agua de los arroyos. Vapores inusuales que nacen de lo alto de la montaña. Si no observamos y aprovechamos ahora todas estas secuencias anormales, que nos pueden brindar respuestas, perderemos una ocasión única para avanzar en nuestras conjeturas.  

Eumaquio entiende a medias a su amigo, pero hace esfuerzos por ser comprensivo. Más apremiado por las costumbres y comportamientos juveniles cree que eso de formarse y conocer pertenece a otra etapa de la vida que ya llegará cuando llegue. Si Cecilio Félix le dice que no hay más futuro que el presente que se vive Eumaquio se queda un poco confundido. Piensa que su amigo no va a salir de ser un joven viejo y que más adelante no podrá contar a sus hijos sus hazañas de juventud. No obstante Eumaquio, aunque no lo reconoce, siente benévola envidia. ¿Y si la verdadera pasión, la que va a dejar huella, va a a ser la de Cecilio?, se tortura. ¿Y si su entrega a las enseñanzas del maestro es lo que va a prolongar su gusto por la vida, más allá de las aventuras pasajeras de los que perdemos el tiempo? ¿Y si lo que hace es más propio de hombre cabal en lugar de los hombres aparentes que no dejamos de ser los demás?

Cecilio Félix interviene en los pensamientos de Eumaquio. Como si los hubiera pensado a su vez. Estaré de retorno con suficiente antelación para llegar al Estadio, le dice. Lo que no nos dé tiempo a hacer a mi maestro y a mí lo aplazaremos para otro día. Él me ha dicho que tampoco quiere perderse las carreras atléticas. Que fue un corredor excelente y quiere revivir aquel tiempo que disfrutó sin pausa. 

 



(Corredor, del Museo Arqueológico de Nápoles)

sábado, 13 de marzo de 2021

Despedida en el lupanar

 




No podéis entrar aquí borrachos. Adelina, a la que otros llaman la Introito, por su veterana especialidad en iniciar a los tímidos y a los tardíos, fue contundente. Fabulo y Calvo se defendieron. Si tenemos que ceder a la ebriedad que sea por el elixir que nos proporcionen tus pupilas, le replicaron con un gracejo juvenil que siempre era bien aceptado. A Adelina le gustaba dejar las cosas claras por principio. No era partidaria de los altercados y mucho menos de los machos brutos. Experimentada y cauta, sabía distinguir de qué condición, necesidad o abandono padecía cada cliente. No solo vienen aquí los pobres, presumía, que sé que algunos se disfrazan de míseros para pagar menos o para fantasear con ser sometidos a un trato más duro. 

Iniciar a un hombre tenía sus riesgos. Si se trataba de un adolescente, todo era más fácil. Con hombres de edad madura latía el peligro de encariñarse. Soy una mujer sentimental, se decía, pero nadie debe darse cuenta. Había pagado un precio en el pasado, cuando se enamoró de un comerciante que la cortejó con vistas a un futuro estable. La muerte imprevista del amante en un asalto le privó de lo que acaso iba a ser el amor de su vida y la separación de su oficio. Sus sentimientos frustrados los repartía ocasionalmente con clientes escogidos. Si su actitud con la mayoría de hombres era monótona y prácticamente pasiva, con aquella minoría que había elegido se desenvolvía en afecto, en atención y escucha, en manifestación sincera del placer. Cada uno de ellos era aquel otro que no pudo ser. Y con su entrega les premiaba, enseñándoles algo más que un ejercicio simple de desahogo. No eres como otras, le decían ellos. O bien: durante estas horas eres mi esposa. Adelina se sentía compensada con este tipo de confidencias espontáneas y se dejaba arrebatar.

Fabulo y Calvo llegaban nuevos y además de paso. Ambos habían decidido alistarse en un cuerpo legionario, cautivados por los relatos épicos de algunos cronistas fantasiosos y de ciertos militares de retorno que solo hablaban de las bondades de las campañas cesáreas. Al día siguiente tenían que incorporarse en una guarnición. Adelina, sabedora de que los jóvenes siempre quieren más por poco, fue determinante. Diez ases cada uno con las mejores chicas. Es mucho, opusieron ellos, tal vez cuando volvamos podremos pagar eso y más, alardearon. Además tenemos que celebrar una cena de despedida con otros amigos en la taberna de Porcio. Seguro que podéis. Luego se dirigió a uno de los dos. Yo sé quién eres. Fabulo se quedó lívido. Eres hijo de Aurelio Manlio, tienes su misma cara e idéntica seguridad que la que muestra tu padre. El joven no sabía si pensar en una indiscreción sobre su progenitor, en simular que ella se equivocaba o en sí mismo al quedar al descubierto. No te preocupes. En esta casa todo queda como secreto vestal. Estáis en un templo del placer. Tenemos nuestras reglas, vosotros los clientes sois nuestros orantes, la comunicación con el dios del amor ya se encuentra dentro de vuestros corazones. Nuestras chicas solamente son el medio para conquistar una felicidad terrenal. Mañana os incorporaréis como nuevos en vuestros destinos. A lo largo de vuestro servicio recordaréis la conquista del placer que obtengáis hoy aquí.

Calvo y Fabulo quedaron impresionados por aquellas palabras. Elegid, no me puedo entretener más, dijo ella. ¿Y esa imagen de Príapo tan colorida?, preguntaron señalando entre risas el estuco en la pared del vestíbulo. Ah, rio Adelina, ¿es que acaso no sabéis que él es protector de este oficio, pero también benefactor de los que vienen a entregarse a su ritual almo? No indica que se os exija nada. Este ámbito está desinhibido de prejuicios y obligaciones. Dentro de sus muros no hay otra medida que la de la satisfacción. Mañana seréis dos veces viriles. Como hombres y como guerreros, puso la guinda la sapiente Adelina para engatusarlos.
 
Desde el patio que daba a la parte de atrás se escuchó alarmada la voz de otra mujer. Los perros están desorientados. No paran pero tampoco ladran. Y no quieren comer. Es el calor africano, gritó la patrona. Nos altera a todos.




(Fresco de la Casa de los Epigramas, en Pompeya)


miércoles, 10 de marzo de 2021

Dos que leen

 



¿Qué lees tan entregado? Escucha esto: "Feliz el que ha pasado toda su vida en medio de sus propios campos, aquel de cuyo nacimiento y vejez la misma casa es testigo... Para él las estaciones recurrentes, no los cónsules, marcan el año; él conoce el otoño por sus frutos y el brotar de sus flores". ¿Es tuyo el escrito? No, lo escribió nuestro inolvidable emperador Claudio, que los dioses le tengan en eterna consideración, algo que no tuvieron con él muchos de los suyos. Es un canto a la vida armoniosa, ¿verdad? Quiere serlo, probablemente porque él careció de ella, no obstante su poder. Hay quien escribe sobre lo que se posee, pero yo más bien pienso que lo más interesante es cuando se relata acerca de lo que no se tiene. Porque cuando la carencia conduce al anhelo es entonces la imaginación la que toma el protagonismo de una historia. Sin embargo a nosotros nos gusta leer cuanto hay de aventura. Cómo nos maravilla escuchar de propia voz los testimonios ajenos. ¿Acaso no acudimos ávidos a escuchar las palabras de los viajeros? ¿No recurrimos a los comerciantes que han hecho periplos por otras provincias del Imperio o a los legionarios que retornan de campañas largas? Por supuesto, pero yo creo que incluso todos esos que mencionas, que van recorriendo el mundo, te narran de viva voz lo que les parece. ¿Qué añaden y qué ocultan? ¿Cuánto exageran y a cuánto restan importancia? ¿De quiénes hablan bien y a quiénes condenan al escarnio? ¿Son fiables las relaciones que algunos escriben tras sus viajes? Me pregunto si de cuanto leemos lo importante es buscar su credibilidad o dejarnos llevar por el encantamiento de las palabras utilizadas. Los que leemos por placer, ¿debemos tomar en serio cualquier acontecimiento que narren? Podemos hacerlo, pero mañana vendrá otro que probablemente nos lo cuente desde otro punto de vista. O en el opuesto. Por eso mismo debemos ser cautos ante las informaciones, pero no desdeñar el modo en que son expresadas en nuestra lengua. Lo que se inventan puede ser objeto de nuestro aprecio porque, dime, ¿cómo saber dónde empieza lo vivido y lo imaginado? Tienes razón, yo añadiría y lo soñado. Por no decir lo deseado. Ambos ríen mientras precipitadamente siguen intercambiando pareceres. He oído que gente del entorno del emperador Claudio destruyó sus escritos tras su desaparición. ¿Tan grave puede ser lo que se escriba para no respetar el testimonio de un muerto? A muchos no les gusta que se les hable de la vida con diferentes puntos de vista de los que ellos tienen. Y más si hay intereses de por medio. ¿Sabes lo que más valoro de cuanto se escribe? Los testimonios personales o lo que otros llamarían el relato de lo vivido, principalmente si son sinceros y permiten extraer conclusiones profundas. Contar por escrito anécdotas de la propia vida sin más, sin reflexionar, puede ser entretenido indudablemente y producir regocijo. Pero cuando alguien, en este caso memorias de tal o cual emperador o de un simple cónsul o de un explorador, deduce sobre lo que hizo o lo que observó, citando aciertos pero reconociendo errores, y es capaz de arriesgar interpretaciones, entonces el aprovechamiento de lo leído se multiplica. Y así el lector puede ampliar su conocimiento de las cosas, comparando comportamientos del autor con uno mismo o corrigiendo actitudes personales, algo que probablemente no fuera posible si un texto es algo más elemental. Leer es siempre elegir, ¿no te parece? Es como comer o disfrutar el paisaje de los días o los retozos del amor. Aunque no entendamos y nuestra torpeza nos haga abandonar. No siempre estamos preparados para una lectura. Pero si al cabo de un tiempo vuelvo a leer lo mismo me veo cambiado, y es probable que entonces absorba todo lo que antes no había entendido. Los dos amigos se sienten eufóricos en el fragor del diálogo. Déjame ahora que te lea esto otro: "Dichoso el que puede elegir con acierto entre la luz y las tinieblas, sin dejarse afectar por los cambios y las contradicciones que en la naturaleza de las cosas y de los hombres se agitan". Sigue todavía más, pero lo dejo ahí. ¿También es del gran Claudio? No. A veces, por las noches, suelo escribir. 





(Retrato de Paquio Próculo y esposa o de Terencio Neón y esposa, hallado en Pompeya)

domingo, 7 de marzo de 2021

Echad mi Yodea o la agilidad de unos atletas jóvenes de la danza





Hipnotizado por el conjunto Batsheva The Young Ensemble, no me resisto a transmitir la tensión musical y coreográfica desarrollada en torno al canto judío Echad mi Yodea (¿Quién conoce a uno?), de la mano del israelí Ohad Naharin. 

Echad mi Yodea es un canto religioso, pero familiar y lúdico, se podría decir que trabalenguas, de la Hagadá de Pessa'h, dirigido al adoctrinamiento de los niños aunque con un claro significado para los adultos que lo cantan en la Pascua judía. En el texto se recitan trece motivos fundamentales del judaísmo. Cada verso va enumerado -empezando por el que dice: "¿Quién conoce a uno? / Yo conozco a uno / Uno es nuestro Dios en el cielo y en la tierra"- y se vincula con el siguiente que contiene otro motivo (dos son las Tablas de la Ley) y a su vez repite el motivo anterior, y de manera acumulativa cada nuevo motivo recoge los anteriores y así hasta trece. Supongo que es una cuestión de retentiva y agilidad verbal. Un ejercicio que creo que también se da en alguna parte del cancionero español. 

Pero no es la doctrina y el ritual que contiene el canto lo que me ha interesado fundamentalmente, sino la emocionante y ágil interpretación del grupo. Verdaderos atletas de la danza, estos jóvenes imprimen un ritmo endiablado, y sin embargo acompasado y casi místico, estimulados por el sonido de esa especie de tambor y bajo. ¿Y se trata de algo así como un shofar moderado lo que también se escucha en algunos momentos?  El desarrollo coreográfico de Batsheva The Young Ensemble  mantiene un hálito misterioso y tenso, recrea una especie de vínculo ancestral a través del cual uno se siente transportado. Siquiera a la fuerza expresiva y aún tierna de la juventud.






jueves, 4 de marzo de 2021

El modelo de los escultores

 


De oficio había sido cargador en el puerto hasta que un día pasó por allí Filipo el Africano, que en realidad no se llamaba Filipo ni era de tez oscura ni había pisado jamás otra tierra conocida que la nuestra. Filipo estaba aún estrenando la edad madura, pero llevaba un aprendizaje avanzado de mano del más exquisito maestro escultor que había en Roma, llegado a nuestra ciudad porque decía que le sentaba mejor el clima. Filipo, que sabía contemplar y medir como pocos el cuerpo de un hombre, hizo su propuesta al cargador. Tienes que venir al taller. Seguro que el maestro coincide conmigo en que la dimensión y la proporcionalidad de tu cuerpo son acertados para una de las figuras que tenemos que ejecutar y para la que no encontramos un modelo adecuado. El cargador, aunque sorprendido por la sugerencia, decidió probar suerte. Al fin y al cabo ¿qué tenía que perder él con cambiar de tarea? ¿No ofrecía su vigor por unos sestercios de nada a los patrones de los muelles? ¿No iba consumiendo lentamente energía y deterioro cada jornada? Y eso de posar para los artistas debe estar mejor pagado y no me hará derrochar sudores, pensó. De la sorpresa y la perplejidad por la oferta pasó al entusiasmo. Mi cuerpo en una estatua, se le ocurrió, sin comprender muy bien el alcance que podía tener aquello. Seré para siempre una estatua, algo así cual vivir la eternidad como los dioses, fantaseó.

Esbelto es, dijo el maestro de Filipo al recibirlo en el estudio. Su volumen nos permitirá detallar con precisión la medida de cada segmento corporal. Y se le ve flexible, lo cual servirá para estudiar mejor la marca que todos sus órganos evidencien al ejercitar los movimientos. Que sea imberbe no es obstáculo alguno, todo lo contrario, eso nos trasladará una facciones en estado más genuino. Si luego tenemos que poner barba a la escultura, que no lo tengo claro, no será  difícil. ¿Cuántas hemos puesto y mejoradas, Filipo, en testas de dignatarios? Teniendo el precedente de las obras de los griegos tal vez podamos hacer algo nuevo, algo que supere las copias. Mi obsesión, bien lo sabes, es marcar distancias con aquellos artífices inigualables y proponer modelos nuevos que guste a los patricios, si no para representarles a ellos sí para actualizar las viejas mitologías que se fusionan con las nuevas creencias de nuestro tiempo. 

Filipo no solo aprendía del maestro las técnicas sino que se empapaba de criterios filosóficos y de visiones del mundo más amplias. Maestro, estoy contigo, le replicó, debemos ser audaces y proponer en la estatuaria formas adecuadas a la multitud de maneras de pensar. A veces incluso lo más sencillo es lo más renovador. Además, ¿por qué los cánones de belleza tienen que ser inamovibles? Hagamos algo distinto. Este cargador, ¿no es un hombre simple que puede y debe acaso ser representado como tal? ¿Por qué transformarlo solo en un Hércules o un Perseo? ¿No tiene la gente sencilla en su alma profundidades que no suelen contemplar los artistas? Conocemos de sobra a altos funcionarios del Imperio que serán muy ricos e influyentes, pero cuyos físicos están por debajo de los de cualquier esclavo. Y su mentalidad, bastante chabacana y de escasa imaginación.  No me extraña que vengan a nosotros para que mejoremos en imagen de piedra lo que no manifiestan en su porte cotidiano y menos en sus actitudes públicas. 

Al cargador no le afectó en exceso que los escultores admiraran con todo detalle su cuerpo desnudo. Aquello debía ser parte de un trabajo meticuloso que iba a venir después y lo aceptó sin mayor rubor. A cada sugerencia del maestro realizó lentas contorsiones. Extendió los hombros, flexionó los músculos de los brazos y las piernas, desplegó su torso perfecto, realizó diferentes movimientos de cabeza, movió la pelvis pronunciando sus atributos, se giró de espaldas para que los escultores no perdieran el mínimo detalle de la cadencia de sus vértebras o la armonía de sus glúteos magros. Hasta de las manos y de los pies hicieron una exploración visual exhaustiva, indicándole el ejercicio de constantes movimientos y paradas. Es tal como yo le observaba al cargar y descargar en los muelles, dijo Filipo a su maestro. Entonces, ¿crees que ahora podemos tener seguridad de que es el hombre idóneo para nuestro trabajo?, preguntó el veterano artista. Filipo asintió. Podemos empezar mañana la tarea para dibujar los primeros bocetos. El maestro le corrigió. Mejor no perder más tiempo, ya vamos retrasados con el encargo. Lo que puedas hacer hoy lo llevaremos avanzado mañana, ¿no crees, Filipo? ¿Me escuchas, discípulo?

Pero Filipo está distraído. Contempla a distancia la soberbia desnudez del estibador. Se enajena con la visión. Como si en su mente aquel cuerpo real, aquella carne armoniosa, cuya rudeza es cubierta por la suavidad de la piel que se sabe aún tierna, desplazase el efecto esculpido. Sin embargo, a su vez pergeña en su sueño de artista la postura que debe ser ejecutada para el encargo bajo las directrices de su maestro. Filipo, le indica comprensivamente este, el cargador es nuestro modelo para el arte, y lo primero es lo primero. Pongámonos al ejercicio. Empecemos a situar lo que queremos hacer, antes de que el día se vuelva más opaco. No entiendo que con la luz que estábamos teniendo al amanecer se vaya oscureciendo el día tan deprisa. Y esta extraña quietud en el ambiente, como si nos estuviésemos quedando nosotros solos.  





(Detalle de Hércules Farnesio, Museo Arqueológico de Nápoles)

lunes, 1 de marzo de 2021

El crimen o el que mata. Discurso del valiente Valerio Semir

 



La sangre llama a la sangre. Sobre todo a aquellos que hacen oficio de ella. Muerte por encargo. ¿Quién paga? Depende. El mercado del crimen es de los más antiguos y de los que más beneficios producen. ¿Son los enemigos del César capaces de arriesgar sus territorios? Se envían legiones contra ellos. No hay uno sino mil asesinos, a los que respalda la ley del Imperio. ¿Es tu competidor quien disputa las ganancias que tenías hasta ahora en tu negocio? Siempre hay un envidioso a quien tentar dispuesto a esperarle cuando cierra la tienda. ¿Ha cautivado tu esposa al galán más guapo de la ciudad? Tendrás un sicario a mano, quien por pocos denarios podrá realizar la tarea de eliminar al que te pone los cuernos. El candidato del partido opuesto a tu elección en la municipalidad o en el Senado tiene opciones de ganar y ninguno de tus intentos de soborno hacen mella en él. ¿Qué te queda si quieres mantenerte en tu provechoso cargo? Pagas a un mercenario de paso, que jamás volverá por estos lares, y utilizando el ardid de ladrón todos aceptarán que el robo ha sido la causa del infortunio. ¿Has perdido tu hacienda jugando en la taberna y estás desesperado? Tú mismo esperarás de madrugada, embozado y con una daga, al que te ganó, y a la primera que le claves en el cuello te liberará de compromisos. La vida te ha puesto a mano a aquel que dio órdenes de asesinar a alguien de tu familia hace años. Pues bien la sed de venganza que has incubado durante tanto tiempo, si bien la pensabas superada, te proporciona la posibilidad ahora de ser saciada. Pero sin ir más lejos, ¿no te has sentido en alguna ocasión hundido en la desesperanzada para salvar la cual has recurrido a pensamientos suicidas? Si sigues en pie es porque comprendiste a tiempo que cualquier clase de pérdida de horizontes no se soluciona con el arma de acero sino con la herramienta del pensamiento que sobrepone. En fin, matar siempre es un ajuste de cuentas con tus propios fracasos. Ser asesino de uno mismo es el mayor de los despropósitos, aunque parezca una decisión libre.

Así habla a otros ciudadanos en el foro el díscolo pero valiente Valerio Semir. Libre de ansias de participar en el gobierno municipal cree que la mejor manera de aportar ciudadanía es decir las cosas claras. Pero ¿ello le librará de venganzas y resentimientos por parte de aquellos a quienes acusa? Ciudadanos, la muerte es un instante, los motivos siempre sobran porque acabar con la vida es el objetivo supremo que ella, la pérfida muerte, persigue. La tentación abunda, pues quien más o quien menos ha sido objeto de agravios. Algunos diréis: si la muerte no se busca da lo mismo, porque siempre llega. Tal es la necedad con la que concluís para justificar vuestra ignorancia. Pero ¿quién eres tú para infringir la ley de la naturaleza más excelsa representada por la existencia? También dirán otros: la muerte es ley inexorable, y muchos se la merecen. Así va el discurso insano e insensato del populacho que a su vez emula a los poderosos. Si el poderoso mata, ¿cómo no voy a hacerlo yo?, es una justificación miserable bastante extendida. Y otros: tal personaje no se merece la fortuna que tiene, seguro que la ha labrado con oscuras mañas y aprovechándose de los infelices, y si a ti te falta la suerte de los bienes, ¿por qué no se la vas a disputar? Hasta estos extremos irracionales conduce la ambición más nefasta, de la que no se libran ni ricos ni pobres.

Valerio Semir, le interpela uno de los congregados. Mucho hablas tú contra los que incitan a la muerte, pero ¿acaso estás a salvo de recurrir a alguno de sus medios para solventar un problema? Valerio Semir, que se espera cualquier clase de comentario pero no uno tan personal se seca la frente sudorosa por el calor tardío de aquel agosto. Luego se muestra templado. Se crece en cualquier tipo de impugnación, incluso en los disparates. No lo estoy, pero combato cada día la idea más torticera que cabría esperar de una mente. ¿Cómo se hace eso?, replica otro. ¿Te imaginas mentalmente que ejecutas un crimen y eso ya te sirve? Varios ríen provocativamente, pensando ya te han pillado. También combato el deseo de la muerte de otros, que siempre se haya escondida en un rincón de nuestra alma. La imaginación es poderosa y a veces solo sirve para alimentar las más tenebrosas incitaciones. De lo imaginado a lo puesto en práctica solo separa una orilla fácil de atravesar. Mejor usar las fantasías para los placeres del saber y de la satisfacción de las apetencias pacíficas que la carne reclama. Los agitadores no cesan. Hablas de ese modo porque eres pudiente y te crees libre para poder pensar y mantener tu hacienda. Valerio Semir se sabe víctima de un ataque no tanto contra su persona sino contra sus ideas. Tergiversáis la realidad, les contesta algo airado. Mi situación económica es la justa. Ocupo el tiempo en el cultivo de mis huertas y de mi capacidad de razonamiento. Eso me basta, porque simplemente  no me planteo aspirar a nada que exija competencia. ¿Desear bienes ajenos? Eso os lo dejo a los que no habéis sabido jamás procurar los propios.

Estas últimas palabras fueron jaleadas favorablemente por numerosos ciudadanos. El grupo de instigadores se retiró entre abucheos. Ninguno de estos evitó apuñalar con la mirada al sabio. Entre ellos, a medida que se alejaban, corrió una consigna. Esta tarde en la tasca de Venancio el hispano. A Valerio Semir habrá que proporcionarle otros argumentos más directos para que ejercite su perfección moralista. Una extraña y pesada calima que llegaba desde la parte de Vesubio les excitó aún más. 




(Pintura pompeyana en el Museo Arqueológico de Nápoles)