Un día que se hallaba desocupada la Muerte se encontró con el profeta. Lo encontró desaliñado y con un caminar torpe. Fue él quien habló primero. He perdido todas las batallas, dijo con falta de energía. ¿Cómo?, le replicó la Muerte. Tú que has recorrido ágoras y arrabales, que has denunciado a poderosos y has consolado a rameras, ¿te vienes abajo a estas alturas? No ha servido para nada, replicó el hombre. O eres como cualquiera de ellos o te marginan. Pero eso deberías haberlo supuesto, opinó la Muerte. Tendrías que haber elegido un oficio más rentable. De siempre se ha sabido que los profetas claman en el desierto social y que, además, corren riesgos. ¿O pensaste que te iban a seguir otros? El profeta reveló su ingenuidad. Al principio esa era la impresión. La gente afirmaba cuanto yo decía y me aclamaban. Todos salían contentos cuando les convocaba. Coincidíamos, o eso parecía, en buscar otro estado de cosas más gratificante. Poco a poco me he ido quedando solo. Y no sé por qué. Tal vez no has sido suficientemente didáctico, le sugirió la Muerte. O no has sabido adecuar el mensaje a las circunstancias. ¿No se te ha ocurrido pensar que acaso eras demasiado idealista y, en cambio, esas masas que se enajenaban contigo querían algo más concreto? Es que yo nunca he pensado en concreto, de lo contrario no me hubiera convertido en profeta, se sinceró él. Tengo que decir algo a tu favor, y la Muerte le miró con conmiseración. Por lo que he visto nunca te ha importado mucho padecer. Cuando has sido encarcelado y no digo ya cuando estuviste varias veces a punto de perder la vida, no le diste mayor importancia. ¿Acaso tienes asumido tu propio fin, algo que no parece común entre los demás humanos? El profeta sonrió, ya era hora de que alguien le comprendiera. Muchos me han malinterpretado. Nunca he querido posicionarme a favor de la muerte de los demás. Morir será natural pero también es una trastada, visto lo inoportuna que se muestra con tanta gente inocente. Fui tan incauto que ofrecía la mía si eso compensaba la constante infelicidad humana. He prometido lo imposible, de acuerdo, pero siempre hablaba de la muerte simbólicamente, como he predicado con metáforas sobre una vida más allá de esta. No sé si cuando llegue el momento lo veré de la misma manera. Entonces, le cortó la Muerte, tal vez tus mensajes han sido contradictorios. A los hombres les gusta escuchar aquello de al pan, pan. Y sobre todo recibir algo muy material y ventajoso en sus manos, lo cual, por lo que parece, no podían esperar de ti. Y si tus discursos han enredado a tanto corazón solitario, ¿no será que no les has ofrecido realmente una solución o, como tú decías, una salvación?
Entonces el profeta se quedó en silencio, entristecido, grave. Sí, debería haber dejado que cada cual se las compusiera. Que aprendieran a vivir y a morir por sí mismos. He llegado a un punto en que solo me queda una larga travesía del desierto, sin posibilidad alguna de retroceso. No debí cometer la equivocación de invocar una vida sin fin. ¿Cómo? ¿Que osaste ofrecerles tal ensueño? No me extraña que te hayan abandonado. ¿No sabes que los humanos solo son fieles cuando ven procurado un beneficio que se pueda contabilizar y no un espejismo? Casi estuvo a punto la Muerte de hacerle una amonestación más contundente, algo así como ¿es que no sabes que solo soy yo quien decide los límites de la vida y disuade de otras fantasías? Pero le dio lástima.
Entonces el profeta se quedó en silencio, entristecido, grave. Sí, debería haber dejado que cada cual se las compusiera. Que aprendieran a vivir y a morir por sí mismos. He llegado a un punto en que solo me queda una larga travesía del desierto, sin posibilidad alguna de retroceso. No debí cometer la equivocación de invocar una vida sin fin. ¿Cómo? ¿Que osaste ofrecerles tal ensueño? No me extraña que te hayan abandonado. ¿No sabes que los humanos solo son fieles cuando ven procurado un beneficio que se pueda contabilizar y no un espejismo? Casi estuvo a punto la Muerte de hacerle una amonestación más contundente, algo así como ¿es que no sabes que solo soy yo quien decide los límites de la vida y disuade de otras fantasías? Pero le dio lástima.
El hombre partió, pisando una vez más terrenos yermos. La Muerte se le quedó mirando. Voy a dejarle que purgue sus errores unos años más, decidió. El desierto de los hombres no sabe de tiempo ni de dimensiones. Puede que se encuentre a su vez con otro profeta menos poético y decidan seguirse mutuamente. Para consolarse de sus fracasos.
(Escultura de Pablo Gargallo)