viernes, 7 de febrero de 2020

Cuentos indómitos. L'amour, la mort, après Les Deux Magots
















Era inusual el sol que daba en la terraza de Les Deux Magots. Tan inesperado como los dos transeúntes que pararon su tiempo. Ella ya estaba cuando él llegó. Él se sentó enfrente, por casualidad, y pidió un bitter. A la mujer le pareció, por los modales de él, que el hombre conocía el lugar. ¿Dan comidas aquí?, le preguntó. Sí, respondió él amable. La inevitable sopa de cebolla y el chateaubriand en su punto están sabrosos. Y añadió: ¿de paso? La mujer afirmó con la cabeza. Vengo de Karlsruhe, necesitaba cambiar de país y de ciudad. También de oficio. ¿Y usted? El hombre cambió de postura, se echó hacia atrás y sonrió con un rictus agrio. Yo hace tiempo que dejé de viajar. Si tengo que cambiar una parte de mí procuro hacerlo en mi propia ciudad. O mejor dicho, en mi propio barrio o dentro de mi pequeño apartamento. Ya no me apetece ver nada nuevo. La mujer pidió la carta. Hizo como que echaba un vistazo y siguió hablando. ¿Sabe? Yo también empiezo a estar cansada. Una busca toda la vida, imagine, lo típico, una actividad que le permita vivir y estar a gusto, algunas compañías gratas, ciertos entornos amables e interesantes que satisfagan los ratos de ocio. Y un tiempo para una misma. Un tiempo que no me obligue nadie a vivirlo y menos que intente robármelo. Probaré aquí, si me aceptan en la galería de arte donde me han ofrecido cubrir una plaza. ¿Usted ya no está pendiente de esta clase de preocupaciones? El hombre dio un leve respingo. Si me mira bien verá que la llevo bastantes años. El tiempo ha ocultado a un hombre y ha puesto en su lugar a este que ve ahora. Ya no me quieren en ninguna parte. Ni yo quiero que me quieran. La mujer rio aquella expresión con sentido dual. Oh, no le creo. Una sopa de cebolla y un filete de chateaubriand bien pasado, pidió al camarero. ¿Me acompaña usted? Él: tráigame lo mismo, Philippe. Alzó el bitter e hizo un brindis que ella aceptó: que los dos magots nos protejan.

*
   
La buhardilla en la calle Les Petites Écuries, una antigua carbonera de un edificio del siglo XIX reconvertida en modesta vivienda, daba a un patio extenso, cerrado por todos sus lados, al que se penetraba por un gran portalón. Hay algo en este lugar que me recuerda a las novelas de Flaubert, comentó el hombre mientras le mostraba los escasos metros donde se recluía. Incluso a episodios de la Resistencia. Pero también a las películas francesas de gánsteres, aquellos gigantes como Lino Ventura o Belmondo, ya sabes. Bueno no, no sabes, ni siquiera te suenan. Aunque hay pocas cosas que me impresionen, a veces por la noche me sobrecogen estas calles, pero siempre me digo que es cosa de las películas que vi, que me traen como un fantasma la ambientación. Nada que ver hoy día con aquello, por supuesto. Aunque solo en la forma. Los viejos negocios turbios y los comportamientos bohemios siguen existiendo. ¿No te llevas con otros bohemios de la actualidad, si es que quedan?, interrumpió ella el discurso. Yo tendré que iniciarme si mi nuevo trabajo me lo exige. Él estuvo en un tris de hacerle un comentario negativo, pero pensó que la mujer había llegado para vivir su vida y él no era quién para quitarla intenciones. La respondió muy elemental. Ya tuve demasiado. Además, me hirieron algunos vicios, me desilusioné de trasnochadas utopías y sentí el amargor de algunas traiciones. Durante un tiempo traté a Brassens. ¿Te suena Brassens? No, supongo que no. Yo era amigo de uno que trabajó con él. Por alguna parte tengo una de sus pipas. Creo que es de los pocos que salvo de mis recuerdos. Aunque a mí no me motive como a ti estoy enterada de quién era y qué cantaba Brassens, le corrigió la mujer. Sus letras no tenían desperdicio. Pero tengo la sensación, cada vez que alguien me habla de aquellos tiempos, que padecéis de una sobredosis de melancolía. Él se enterneció con la observación. Permaneció unos instantes callado. Creo que nos quedamos anclados para siempre en la melancolía, acertó a decir con tristeza.  

*

(La mujer) Me gusta que un cuerpo anciano me cubra. Me gusta que se esfuerce por mí, que recupere del pasado la energía perdida y me la ofrezca. Que ahonde en el vigor que le va escaseando. Que no se resigne a sus pérdidas. Es un cuerpo sin tiempo el de este hombre. No hay vaciamiento en él. Sus manos hablan más que su boca. Su boca roza más que su ansia. Sus dedos se vuelven frágiles cuando se envuelven en mi saliva. Me toma como una concha que recogiera de una playa. Y yo me enrosco en su torso desigual, entre sus piernas ajadas, sujeta a cualquier espacio que como liana me transporte de sensación en sensación. Me cimbreo entre sus movimientos robustos que se abandonan de pronto a la lasitud. No me importa, también yo me recupero. Me abriga. Me descubre el don de la lentitud. La aspereza de su piel escuece como la arena cálida. Sus arrugas son marcas que otras mujeres le infligieron y que yo curo. Su sudor tibio, una ablución. Su mirada extraviada ilumina un camino desconocido que invita a que yo lo recorra. Sus palabras expulsan a un hombre anterior y lo convierten en un adolescente al que yo enseño. Su jadeo creciente es la intensidad de la marea que me aísla de la tierra firme. Él recuerda y logro que un hálito subliminal se empeñe conmigo y dibuje sobre mí una mujer nueva. Suspira y babea. Bebo su baba, aspiro su aliento, rompo sus cabellos canos, forjo una señal de fuego entre sus muslos. Y en ese instante me pierdo. No sé con quién estoy. No sé de qué vida me desposeo o qué muerte se apodera de mi y me convierte en olvido. 

*

(El hombre) Me agrada la revelación de esta mujer aún joven. Me atrae y la temo. Me arranca la mirada y siento horror a no saber. Es fértil en su superficie, acuosa en su caricia, aérea en su trato. Demasiada naturaleza para el animal moribundo. excesivo refinamiento para un cuerpo, este, el mío, ya calloso. Y sin embargo, entro a su solicitud. Mil palabras se agolpan en mi cerebro pero las callo. Ella las intuye y las traduce con su aproximación. Prefiere el silencio. Me enseña el silencio. Tengo miedo a mi propio deseo. Me pesan los goces pretéritos, las seducciones a que incité y los agasajos a los que sucumbí. De aquel tiempo a este tan casual como enigmático se extiende una tierra de nadie, donde solo me veo caminando en orfandad. Temo el encuentro, me espanta la idea del abandono de después, la dudosa capacidad de entrega por mi parte que ella me exige. Pero ella sabe, no yo. Poco a poco me desposee de mi aprensión. Me hace ser consciente de mis recursos. Deja que la ocupe y me siento liviano. Permite que la recorra y algo me dice que vuelvo a crear. Admite mis paradas y en ellas encuentro un oasis. ¿También ella? No hay prisa en la confluencia de estos dos territorios. En este cruce se borran las huellas del desgaste, se pulen las diferencias, se evita la catástrofe de las urgencias. A su vez, ella me ocupa. Lo noto en el erizamiento de mi piel, en el escalofrío que sus labios reparten en mis llanos y en mis erupciones, en la tensión emergente que me hace prescindir de la memoria. Me alimenta y la alimento. Estos vagidos paralelos son como un brindis. ¿Estoy naciendo de nuevo al amor? Huelo su pelo, me desborda el brote de sus axilas, me impone el crecido hontanar que ahoga mi pelvis. Dónde me lleva este derribo mutuo, a dónde me sujeta, a qué pérdida me condena.




(Fotografía de Taichi Gondaira)

28 comentarios:

  1. Me ah encantado. La atmósfera de la orilla del Sena, con sus reminiscencias de arte y bohemia. Un encuentro casual que podría ser el inicio de una novela. Donde ahondar en los trayectos de ambos, que acaban convergiendo en un bistrot histórico. Las reflexiones de ambos no tienen desperdicio, ni cierta musicalidad envuelta en nostalgia y esperanza, tal vez. Si te encariñas con los personajes, en lo posible, déjales vivir. Que buceen por sus pasados y alimenten esperanzas, ya exorcizadas, para un futuro

    Un abrazo, maestro.

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    1. Nada que añadir a tu comentario pleno de matices (que yo me apunto) Los personajes tienen que bucear y salir a flote en la medida de lo posible. Gracias, Albada.

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  2. Muy sugerentes, además de bien construidos, esos dos fragmentos finales tan reveladores.
    Complementarios es la palabra que, para mí, mejor define la relación, a pesar de la diferencias de edad y de puntos de vista sobre las cosas. Cosa de magia (o de encantamiento).¿Tendrá un poco la culpa esa buhardilla anclada en el París bohemio de Brassens y Brel?
    Un saludo.

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    1. Bueno, no sé, las que yo conocí eran un desastre de buhardillas, pero el calor lo ponían siempre las personas, sobre todo aquella juventud y tanta expectación. Sí, ambos cuadros de diálogo interior son complementarios y tampoco reflejan nada del otro mundo, sino más bien de este tan necesitado de unos y otros aunque sea en el dique de lo efímero. Saludo Cayetano.

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  3. Último tango en Sant Germain des Pres.

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    1. Más que en Saint Germain por la Porte de Saint Denis, pero para el caso París es muy grande para experimentar últimos tangos.

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  4. "Ceci n'est pas une pipe". ¿O sí?

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    1. Como diría el insigne Don Ramón de Campoamor:

      "En este mundo fumón
      nada hay verdad ni mentira.
      Todo es según el color
      del humo que sale de una pipa".

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    2. Aforismo de Campoamor, sí, pero calcado de máximas parejas formuladas por Jorge Manrique y Calderón de la Barca (siguiendo el orden cronológico de su autoría). Hagamos, pues, justicia.

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    3. Ah, sí, Don Jorge y Don Pedro über alles, o casi. Manrique es mucho en sus Coplas y más allá de ellas.

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  5. Bien contado este encuentre entre ese hombre que ya dejó sus esperanzas y esa mujer, más joven, con ilusiones y deseos. Resultó muy bien para los dos.

    Saludos.

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    1. El azar es un ángel si no exterminador sí de los últimos días que a veces procura y depara una conciencia única de lo temporal, lo que fue y no es, pero París bien vale un encuentro, ¿no? Resultó y mejor no incidir en el après del encuentro. Gracias, Demiurgo.

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  6. Me ha gustado mucho. Puedo entrever en los relatos de ella y él, quien tiene la iniciativa en cada momento del acto amoroso. Veo más decisión y fuerza de convicción en ella que en él, pero a lo mejor es por el humo de mi pipa.
    Por cierto, no se si sigues los hilos de los comentarios en mi cuaderno; he contestado al último tuyo.
    Saludos !

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    1. Sí, los sigo cuando entro, no siempre coincide. Iré a ver ahora.

      Tal vez el cansancio de él le hace ser más escéptico y menos convencido, o es el lenguaje de un mayor más controlado, que se cree y no se cree que le esté pasando...

      Saludos.

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  7. Suavidad y deleite interior en este encuentro de dos solitarios que todavía tienen mucho que vivir, que experimentar, que arriesgar... La diferencia de edad da igual cuando dos seres afines se reconocen. Una ambientación hermosa como telón de fondo.

    Este bello relato podría ser el embrión de una novela.

    Me ha encantado.

    Logra transmitir emociones y sentimientos a través de los personajes tan arquetípicos.

    Un abrazo

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    1. Tal vez tengas razón en lo de los solitarios, pero la realidad siempre es muy a la carta.

      Buscaba esas sensaciones y acaso sentimientos emotivos, sí. Gracias.

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  8. Hoy sólo me he dedicado a leerlos comentarios. Aprendo más que si pongo el mío.
    Salut

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    1. Cómo eres. Al final también aprendemos de nuestras propias opiniones, aunque temamos no estar acertados. Pero lo que dices es para que los otros comentaristas estén agradecidos. Salud siempre.

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  9. Bonjour, Fackel.
    Sous le ciel de París... Donde cualquier historia de amor es posible. Inmejorable paisaje para un amor, algo loco... como debe ser...

    Dos vidas solitarias, con vacíos que intentan complementar y lo consiguen sin duda. Una excelente y minuciosa narración que tú sabes muy bien urdir.
    Transmite calma, serenidad, deseo de vivir y de amar... Lo de la edad no importa. Además, es un factor muy relativo: hay viejos de 30 y jóvenes de 80...

    Mais, Où la mort?... Tratándose de un Indómito, se echa de menos su presencia, normalmente sabia y comprensiva.

    Muy buen y feliz sábado, Fackel.

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    1. Soco, las historias de amor impensables y locas son posibles en cualquier parte. Cierto que París vive de un tópico en nuestras mentes que no parece tener fin.

      Está bien esa precisión de jóvenes y viejos a contrapelo, pero no nos creamos que todo el monte es orégano. Todo depende de las referencias de otra clase que tengamos en nuestro cerebro, y de nuestras capacidades de permanecer abiertos y receptivos.

      La mort? Se la huele en las últimas frases de ambos, en sus últimas concentraciones. Pero debe ser otra clase de muerte.

      Gracias, bien estar y mejor disfrutar.

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    2. Sí, se la huele, pero un poco de lejos. No interviene ni es testigo. Nada, que la dejas un poco al margen. Y en cuanto a l'amour, que muestran los protagonistas, percibo mas emociones que sentimientos. Pero, estaré equivocada, seguro.

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    3. Pero si es muy intensa...lo que no se muestra es explícita.

      Sí, no te lo niego, hay emociones, no sentimientos. A veces es así, ¿no?

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    4. Pues, sí, claro. Y tú, que crees: las emociones llevan a los sentimientos o son los sentimientos los que conducen a las emociones?... (en el amor, por supuesto)

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    5. Mis conocimientos sobre la conducta humana son muy limitados. Supongo que serán independientes. Aunque a veces parece que es lo de la pescadilla que se muerde la cola. Es un tema donde solemos confundir con facilidad los conceptos.

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  10. Es un magnífico relato con puntos y contrapuntos dándole cuerpo... un lugar, dos desconocidos, una escena, una casualidad que se torna causalidad, una aproximación verbal que va de la información a la revelación y que da paso a la atracción... y una reflexión introspectiva sobre el momento, las posibilidades (edad mediante) y las perspectivas de futuro... ella convierte la edad del hombre en fuente de experiencia, él convierte la edad de la mujer en vitalidad... los dos huyen del desengaño y de traiciones varias... el pasado como experiencia, el presente como posibilidad y el futuro como expectativa... se hacen escena de relato y esencia de vida...

    Tal vez la vida es así para mucha gente. Hay personas que huyen (cambian) del entorno en el que se produjeron sus desengaños y en el que sufrieron sus traiciones y otras personas a las que la experiencia les ha enseñado que nadie puede huir de sí mismo y que los desengaños y el poso de las traiciones le acompañan a uno y es en uno mismo donde hay que gestionarlas y superarlas...

    No sé, yo de relatos no sé nada, pero el tuyo me ha sugerido esto que comento... perdona si meto la pata, cosa frecuente en mí...

    Tu relato me ha encantado...

    Abrazo

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    1. Muy sagaz y sugerente tu comentario. "...ella convierte la edad del hombre en fuente de experiencia, él convierte la edad de la mujer en vitalidad..." pero ambos convergen en el placer solícito sin remilgos, lo cual es una síntesis de conocimientos o es un ejercicio de comprobación mutuo.

      Tal vez es una situación efímera pero purificadora. Las continuaciones quedan en el mundo de los misterios.

      Me alegra que te haya gustado y te insistiré en que siempre estás muy acertado y bien sabes que de meter la pata nada.

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  11. !!!Qué buena entrada!!!!!. No se vé a diario alguien que escriba como vos. Realmente tenés talento .
    Me gusta como describís el momento sensual.
    Pienso que yo lo haría igual .Limpio puramente indecente...

    Me alimenta y la alimento. Mejor imposible si se siente jajaja casi se huele.....
    Huelo su pelo, me desborda el brote de sus axilas, me impone el crecido hontanar que ahoga mi pelvis.Yo la hubiera depilado :).

    Dónde me lleva este derribo mutuo, a dónde me sujeta, a qué pérdida me condena...
    A disfrutar te lleva,a no ponerte edad muchacho.
    A vivir el instante de intercambio de fluídos como si fuera el último de tu vida sexual
    Mucha

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