viernes, 13 de enero de 2012
desde la parálisis interior
¿Por qué callaría ante tus imprecaciones, padre? Cuanto más las proferías más mostrabas tus fauces de sangre. Y tu rostro se cubría de los borbotones contenidos que teñían la piel de tu rostro intensamente. Querías que creciera, pero no me dejabas crecer. No sin que tú trazaras las líneas de una vida que deseabas no tanto a imagen y semejanza de la tuya -¿qué podías ofrecerme sino un pasado rudo, humilde y laborioso?- sino de la idea de un mundo que iba surgiendo y que no entendías muy bien. ¿Por qué callaría ante tanto denuesto y tanto reproche ejercidos con la entonación gravísima de tu voz? ¿Qué esperabas de mí sin darme tiempo a expresarme? No había tiempo, dijiste una vez. El tiempo somos nosotros mismos, dijiste otro día. Te aterrorizaba la mera imagen del pasado de los tuyos, lo que había sido aquel erial al que te habían arrojado. Pero no te dabas cuenta de que una es sobre todo hija de la circunstancia, cuando no del instante. El instante que querías sustraerme. Y cuanto más proferías la tiranía de tus palabras afiladas más herida abrías en mí; pero también más abismo tajabas entre los dos. Obsesionado como estabas por evitar el retorno de las dificultades vividas, no deseabas para tu hija que se repitieran. Era loable e inmenso tu deseo de salvación. Pero no sabías transmitir de modo comprensible la magnitud de la miseria. Y tu carácter despótico, tus maneras convertidas en saliva agresiva atravesaban mis oídos y llegaban hasta mi pecho hasta paralizarme. Lograste paralizarme, sí. Muchas veces he pensado que pudiste hundirme del todo, sin que acaso lo pretendieras. Perdida en mi confusión, el mundo seguía a trompicones en torno mío, alrededor de ambos. Oír tus pasos ágiles al alba, soportar tu mirada cargada de exigencia o escuchar tus primeras palabras del día con un tono gris cuando no de reparo me obligaba a aislarme. ¿Por qué no te atravesaría con mi espada de amazona en uno de aquellos momentos de soledad malsana, padre mío?
Joder... Por un lado este tono casi bíblico del padre mío... y mira que se dice cada cosa. Pero luego la segunda persona narrativa, que siempre nos desarma, porque es como si asistiésemos a una conversación, a una confesión, como si levantásemos el teléfono del salón para escuchar lo que dice el otro desde la habitación. Durante mucho tiempo se dijo que era una persona gramatical muy femenina, como si la literatura epistolar fuera cosa de mujeres románticas. Y no, sabemos que las grandes novelas epistolares las escribieron hombres.
ResponderEliminarLeo admirado y con poco que añadir, tus ultimos textos arrastran zonas oscuras y abren vetas luminosas que envuelven los senderos de la creación. Percibo la erosión. elsentimiento informe dentro de la forma, sin oposición, sino como posibilidad. Claro que tu labor titánica...
ResponderEliminarun abrazo
Que te ocurre? te estàs psicoanalizando?
ResponderEliminarMe ha puesto triste este monólogo contigo misma, parece una necesidad para tu crecinmiento. Mira, mi padre murió con 42 años, de tuberculósis, apenas pude conocerle, nunca pude besarle,por lo del contagio. Pero aun le quiero, porque me falta su parte para crecer y eso que ya tengo más de 25 años.
Sus genes están en mí y en mis hiojos y seguramente estaran en mis nietos. Así que sobrevive.
Ánimate.
Ramón.Me gusta tu punto de vista. No tengo suficiente conocimiento de causa para saber si las mejores novelas epistolares las escribieron hombres. Aún están saliendo a superficie obras y autoras de las que poco se había sabido y que parece que son excelentes. De todos modos no concedo mayor importancia a la mano de género que haya escrito una novela. Lo importante es que esté bien escrita, que nos transmita la vida y a estas alturas uno ya no se deja influir por los tópicos del pasado. Mi problema es que uno va cada vez más contrarreloj y alcanzará a leer lo que el azar y cierta organización personal le impongan.
ResponderEliminarccRider. Considero que la vida está llena de zonas oscuras. Y las peores resultan cuando un ser humano se encuentra en un plano inferior a otro ser humano. Bien sea por edad, clase, imposición, tiranía... Lo titánico es arrostrar un proceso liberador. Suele ser útil para ambas partes en conflicto y el que haya vencedores y vencidos depende de la capacidad de cadacual para interpretar los procesos de lucha y de cesión. Un abrazo.
ResponderEliminarGene. Por Belcebú, tranquilízate, no estoy nada afectado. Nada de lo humano nos es ajeno, ¿no? Pero hay que mantener distancias con los hechos, con las fantasías, con las proposiciones y con los fracasos. Hay que salvarse día a día, sorteando los afilados bordes del camino. Luego, eso que me dices de tu padre...obviamente, tus sentimientos y tu herencia "sentimental" no deben sentirse heridas por este relato suigeneris. En todo lo que se escribe hay algo de catarsis, pero la distancia del tiempo va aclarando algunas cosas y otras son de difícil desciframiento. Y más cuando ya no hay testigos del pasado que pudieran echar una mano. Claro que la distancia, el transcurso del tiempo, no basta. Si no hay esfuerzo por interpretar, tampoco hay cambio.
ResponderEliminarPuedes pasarte por ALMAS BÁRBARAS, algo habla de eso.
Un abrazo.