De la
lujuria
Igualmente he cometido un
pecado de fornicación y de lujuria porque experimenté en mi interior el
placer y el pensamiento de gula y lujuria por la polución del cuerpo, tuve
trato carnal deshonestamente con mujeres y las amé, profiriendo palabras
lujuriosas, tocándolas, abrazándolas, besándolas y, algunas veces, cometiendo
actos deshonestos; y si no de hecho, sí de pensamiento, deseé hacer y practicar
adulterio, incesto, rapto y otros pecados contra natura.
Este texto pertenece al Modus confitendi, Manual para la confesión, cuya edición facsímil ha caído en mis manos. Fue escrito por el obispo Andrés de Escobar e impreso en Segovia en el año 1473 por el impresor Juan Párix, originario de Heidelberg. La tipografía me deja perplejo. La composición de los tipos son lujosos (líbreseme de errar y decir lujuriosos, aunque siempre he visto mucho erotismo en las tipografías de los diversos y ricos alfabetos que hay por el mundo), pues el texto no se apelmaza como sí ocurría en otros impresores. Y la separación entre capítulos permite una lectura más definida. Se ve que Juan Párix tenía arte además de oficio. ¿No es precisamente esta armonía lo que certifica una obra bien hecha?
La intención de este y otros manuales análogos era hacer pedagogía, que se diría hoy, sobre los curas en orden a saber enfocar la confesión, práctica que tuvo lugar a partir del IV Concilio de Letrán de 1215. Los manuales tuvieron sus días de gloria entre los siglos XIII al XV, luego decayeron. Se ve que la citada práctica sacramental ya había sido bien aprendida y había generado suficientes recursos psicológicos para que el pastor llegara hasta sus corderos.
El Modus confitendi está escrito en latín. Aborda los pecados que pueden cometerse de pensamiento o de palabra. Luego pasa a los siete pecados mortales (sic) que más tarde se han denominado capitales, nombrando características vinculadas a la soberbia, avaricia, envidia, lujuria, gula, ira y pereza. Luego pasa a una descripción de los diez mandamientos y de qué modo se ha pecado contra cada uno de ellos. Abunda más adelante sobre los doce artículos de la fe, los siete sacramentos, las siete virtudes teologales, los siete dones y frutos del Espíritu Santo, las ocho bienaventuranzas. Y el Manual se remata con una oración para después de la confesión y las fórmulas de la absolución.
Es curioso que incluye incluso una regla nemotécnica que debía ser de gran ayuda a los sacerdotes. Los siete pecados mortales, dice, están contenidos en las siete letras de la palabra Saligia (Soberbia, Avaricia, Lujuria, E(I)nvidia, Gula, Ira y Acidia) Realmente se lo da hecho al usuario encargado de escuchar los temerosos pecados y absolver a quienes los habían cometido.
Espero no haberos aburrido. Yo me lo he pasado muy entretenido y reconfortado leyendo el manual, porque ha sido como retroceder a la infancia y recordar aquello de meter la cabeza por delante del confesionario mientras las mujeres lo hacían por los laterales separadas por una rejilla. Y soltar una ristra de frases hechas que creo que nunca sentí con excesiva afectación. En fin, qué experiencias no ha vivido uno. Ah, y darme cuenta de cómo un texto de 1473 trataba sustancialmente de lo mismo que nos obligaban a acatar, y hacernos sentir culpables, hace apenas unas décadas.
Sobre el texto adjunto acerca de la lujuria, lo dejo ahí para vuestras sabias consideraciones. No tiene pérdida. El sexo, las relaciones sexuales y el criterio sobre la mujer ha sido algo obsesivo en la historia de la Iglesia.
(Imagen de cabecera: fragmento del monumental fresco que pintó Luca Signorelli sobre el Juicio Final en la Catedral de Orvieto en 1502. Tampoco tiene pérdida, pero es de una belleza que desborda.
Imagen intermedia: primera página del Modus confitendi)