sábado, 2 de abril de 2022

El escritor que no sabía seguir escribiendo (Serie negra, 84)


 

Inclinado sobre el pupitre, acompañado por la soledad de su sombra, el hombre no supo avanzar.

Releía una y otra vez las escasas palabras escritas. Tan pronto las colocaba en orden inverso como las borraba tratando de hallar otras más acordes a su intención. Pronto comprobó, no obstante, que carecía de empeño. No se le ocurría nada. Entonces irguió su cabeza, y golpeando con el lápiz el tablero de modo alterno se dejó llevar por una sinfonía de percusión monótona.

El tamtam le abdujo. Se alarmó. La idea de verse privado de la necesidad de escribir le producía un desasosiego doloroso. Luego reflexionó: No me había pasado esto nunca. ¿Habré llegado al fin de mis días? No se trataba de una pregunta irónica ni exagerada. Aprensivo como era consideraba cualquier desmotivación como síntoma de un mal que le acechaba desde alguno de los órganos secretos de su cuerpo.

Detuvo el golpeo. Aguzó la escucha del silencio. Tanteó con su concentración los territorios que desde el cerebro a los pies transcurrían inquietos, ajenos a control alguno. Buscaba interpretar las disonancias que pudieran emitirse desde cualquier rincón de sí mismo. Una punzadas repetidas en la cabeza. El arañazo de una sequedad aguda en la garganta. El sofoco que le pedía hiperventilación. La acumulación de gases en el abdomen. El dolor desigual motivado por congestión pelviana. La degeneración de los cartílagos de sus dedos. No había zona que no emitiera alguna clase de señal de desajuste, si bien consideraba que siendo como eran estos signos viejos conocidos no debía preocuparse especialmente. Pero ¿y los otros espacios inaccesibles, que viven instalados y ocultos a la propia comprobación táctil, que no emitían indicios de disfunción?, se preguntaba obsesivo. ¿Estaría en alguna de aquellas parcelas recónditas la razón de su pérdida de interés en la escritura? 

Pero tras el intento de visualizar su cuerpo más íntimo a través de aquel periplo explorador no encontró explicación de ningún tipo. Tenía que haber otra razón, tal vez en la esfera no menos física de su pensamiento, pero orgánica como expresión de la vida que llevaba consigo. El trastorno neurológico puede estar aquí ya, pensó estremecido. Si es así ya puedo considerarme arrojado a las tinieblas exteriores, acertó a construir una expresión literaria.

Ante aquella conclusión temeraria no dirigió su mirada a ninguna parte. La habitación donde se agitaba su mente enfebrecida la percibió como ratonera. Le pareció que menguaba la luz. Cuantos ruidos lejanos le llegaban chocaban antes de llegar con claridad a sus oídos, difuminándose. Debo estar en un limbo, se diagnosticó. Un espacio ausente donde ni siquiera se asienta siquiera un criterio moral. Moral. ¿Por qué pronunció aquella palabra que se había ido convirtiendo en tabú a lo largo de su vida? 

De pronto giró con lentitud la cabeza y se encontró cara a cara con su sombra. Estamos solos, dijo a la sombra. Pero esta se revolvió contra él. Eres tú quien está solo. Tú, que siempre andas lamentando tu decrepitud, buscando malestares, concediendo a los fantasmas la calidad desagradable pero sublime del dolor. Indaga por qué has perdido la necesidad de escribir.  Busca el mal de fondo entre los males circunstanciales. Tal vez entonces recuperes la necesidad de la escritura, que no es sino la del pensamiento. Acaso entonces tus emociones respondan con un boca a boca que destierre tu afasia.



(Autofotografía de Jorge Molder)

34 comentarios:

  1. Aquest text em recorda la llarga crisi de creativitat en què vaig viure per força anys. Per sort ara me'n surto de tots els reptes que em proposo.
    Aquesta ombra que li parla em fa pensar en l'obra (sense ema!) que ens acompanya al llarg de la vida.

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    1. Déjalo simplemente en el otro Yo que acecha a cada latido y en cada reflexión. Salut.

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  2. Perdida la capacidad de pensar solo le queda hacer caso a la sombra.

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  3. No es menor poder conversar con la sombra. Sin embargo se me antoja que esta sombra que describes en tu relato del escritor en stand by, es diferente a aquella otra freudiana que actúa muda y sorda. Aquella que creemos ilusoriamente tener controlada y que refugia las partes mas oscuras y reprimidas de nuestra psique, siempre a punto de ser proyectadas hacia las expresiones de maldad que nos asombraría a nosotros mismo.
    Buena entrada Fackel. A veces en el escritorio, parecemos peatones frente al rojo, esperando un verde que no llega, o un ambar que se alarga angustiosamente.

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    1. Tal vez esta sombra sea parte de la freudiana que citas, solo que en uno de sus episodios, quién sabe.

      Creo que a veces hay que dejar de estar en la calzada, no vivir pendiente de semáforos y menos de guardias de la circulación (los peores los de la circulación ideológica) y sentarnos con un vermú a contemplar el desplazamiento de las horas. Ahí hay mucha materia de meditación y acaso de escritura posterior. Pero sin priesas, que diría el clásico.

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    2. Humildemente; creo que lo último no se me da mal. Y el resultado es en este ámbito (hay otros y otros resultados) cada vez me importa menos el que puedan pensar los cuatro gatos que puedan leerme y me importa más la terapia personal que me supone.

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    3. Bien orientado. Creo que es un sentir general entre blogueros.

      Miauuuuu.

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  4. Un mal síntoma, amigo Fackel, cuando uno no sabe qué escribir puede indicar que ya no se formula ninguna pregunta o quizás que su contacto con la realidad está presidido por la abulia.
    No voy a recomendar ni el silencio ni la quietud. Soy tan descreído que no recomiendo nada y no busco complicidad en los asuntos de la percepción.
    Busco adjetivos, ordeno algún pensamiento, procuro destilar lo que otros han pensado, pues estoy convencido que no hay nada nuevo bajo el sol, y bajo el sol de primavera intento guarecerme de las nubes de polen que incordian y de la calima que ensucia. Sé que la soledad nos acompaña, siempre nos ha acompañado, y así, un paso tras otro intento comprender la bagatela de la propia experiencia.
    Regreso después de mi aislamiento de los blogs y te saludo.
    Francesc Cornadó

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    1. Siempre hay materia interrogativa, porque en sí tanto el mundo como la vida personal se presta a las preguntas. Pero ojo, no necesariamente hay que urgirlas, ni las preguntas ni las respuestas. El problema es el convencionalismo ideológico al uso, los modos y costumbres monótonos, la afasia ciudadana y pretender ver la vida con criterios de mercado en lugar de epicúreos.

      En efecto, ni hay nada nuevo bajo el sol ni vamos a decir lo que antes, y desde hace muchos siglos, no se haya dicho en esencia sobre la rerum natura. Otra cosa es la adaptación a los tiempos que siempre traen precisiones o traducciones estilísticas, pero tampoco tantas. Desde hace tiempo tengo la sensación de que no leo nada nuevo y menos en autores actuales, por lo que los evito. Y, en cambio, leer visiones y enfoques personales, con su trasfondo de tiempos y sociedades anteriores, y por muy oscuras que sean, me produce satisfacción y relajación incluso moral.

      Huir de la vida urgente es fundamental, y de la soledad hay que hacer compañera y cómplice y en modo alguno ver en ella aislamiento. Y si hay aislamiento que sea de lo inservible y superfluo.

      Bien hallado tras el descanso.

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  5. Hay tanto motivos por los que escribir y a la vez tantos en contra, para colmo el síndrome del impostor atosiga a los que andamos escasos de confianza. En cualquier caso las musas igual que se van, vuelven. El problema sería si tuviésemos que vivir de nuestra escritura.
    Fackel, si es un ejercicio de escritura más, te aplaudo, y si es que te encuentras bajo de inspiración, no te preocupes que no es nada, a las pruebas me remito.
    Que pases buena tarde. Un saludo.

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    1. A veces le damos demasiada importancia a sucesos triviales, lo cierto es que has descrito ese envaramiento a la perfección.
      Besos!!

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    2. Lo mayormente ridículo sería ser impostores con nosotros mismos, y mira que ni de eso estamos libres. De nuestro traje de apariencias tampoco nos vamos a librar del todo. Por ejemplo, la pandemia y el uso y costumbre de alejamientos y contactos, de mascarillas y plásticos de distancia en establecimientos, etc. a mí me ha llevado a cambiar hábitos y evitar relaciones de esas que se han llevado tanto en este país callejero. Y me siento bien andando y evitando, unas veces por despiste no me entero y otras hago que no me entero.

      Como entre todos mis descreimientos también está aquel que tengo respecto a las musas -sus metáforas son magníficas pero de manera análoga a otros objetos y personajes de creencia no se tocan- no me preocupa si van, vuelven o habitan el piso inferior. Tienes la razón en lo de "El problema sería si tuviésemos que vivir de nuestra escritura". Y en ese sentido me dan pena los autores-venta que se ven constreñidos por los editores a sacar nuevas obras...que en gran parte de las veces dejan que desear o no aportan nada.

      Es un ejercicio de escritura más, por supuesto. Tampoco me preocupa repetirme. Tampoco me obsesiona si pasan días y no me centro para soltar la parrafada al uso. Eso sí, o la escritura es carnal -que se sienta su murmullo en la propia carne mental- o mejor descansar, sin mayor compromiso.

      Agradezco tu interés y compañía.

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    3. Puede ser, Ana, que a veces concedamos demasiada importancia a nuestras voces interiores. Sobre todo cuando conllevan desajustes. Pero creo que los males y sus mecanismos expresivos promueven un ejercicio mental inusitado. Y son un desafío, porque nos obliga a ser muy racionales para no perdernos y a la vez controlar las emociones íntimas que pueden hundirnos si se enfocan negativamente. Hace muchos años me dejó su huella y regusto incluso, no obstante ser un libro duro, una novela titulada El mal oscuro, de Giuseppe Berto. Te paso un enlace para que te hagas idea:

      https://altamarea.es/producto/el-mal-oscuro/

      Ya digo, no es un libro para aprensivos ni creyentes de cualquier cosa. El complejo del protagonista sobre una enfermedad que cree tener y que acaba teniendo es la excusa para hablarnos de otras crisis no solo personales sino sociales e históricas.

      Salutem!

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    4. He leído con interés la sinopsis del libro y los datos del autor, por lo que veo se trata de un libro introspectivo de los que a mi me gustan pero el tema, el miedo a vivir, no me atrae mucho. Lo tendré en cuenta no obstante, muchas gracias!!

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    5. Por supuesto, cada cual lee lo que quiere en función de sus búsquedas y sus estados emocionales. No te fíes tampoco de la reseña del libro. Yo no lo recuerdo tanto por lo del miedo a vivir, más bien en todo caso recuerdo el vivir con miedo. Pero de eso muchos sabemos lo nuestro.

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  6. Un día difícil para un escritor...
    Me encantó la imagen, siempre te esmerás por que tenga que ver con el texto y ésta en particular es especial.
    Hasta el estar encorvado sobre la mesa me sugiere apatía.
    Seguro que vos no sos, sos mi comunicador más culto!!

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    1. Pues si te gusta la imagen te invito a que busques obra del fotógrafo portugués Jorge Molder en la red. En el pasado he usado muchas imágenes de este autor porque me parecían muy ilustrativas y me incentivaban el magín. Aunque sean poses estudiadas y él mismo sea su propio modelo en gran parte.

      No, no soy Jorge Molder el de la foto, pero sus creaciones me suscitan empatía. Gracias por comentar, Lyliam.

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  7. Creo que Francesc Cornadó ha expresado un sentimiento que a mi también me embarga, está tan bien explicado que no creo por mi parte pueda añadir nada más.
    Un abrazo
    Salut

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    1. Tú siempre puedes añadir más, Miquel, pero ya sé que estamos los tres en una onda análoga. Un abrazo.

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  8. Un tanto neurótico, ¿será por la crisis que vivimos?, muchos estamos igual o casi.

    Saludos

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    1. Yo pienso que el recorrido de la vida ya es un recorrido crítico. ¿Ha habido algún estadio de la misma que no haya tenido su crisis, que no hayamos pasado por alguna variante de la crisis? Indudablemente lo que vivimos ahora genera nuevos temores o resucita miedos recurrentes. Me alegra saberme comprendido. Un abrazo.

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  9. Às vezes, fica-se perdido, confuso...e não é apenas tristeza...é fúria, indignação... Todos temos crises de identidade e só nós podemos procurar e encontrar a resposta... Quando não conseguimos, a vida é um vazio...
    Interessante como sempre...
    Beijos e abraços
    Marta

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    1. En efecto: furia, indignación, ira más o menos contenida. Por eso mismo mejor parar, respirar y no hacer nada por obligación. Siempre se sale adelante, a poca actitud que se tenga, ¿no?

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  10. A veces sucede que el escritor no tiene ya nada que contar, que ya lo tiene todo escrito, pero la sombra le recuerda que siempre hay algo más que añadir a todo lo que se ha escrito, sin necesidad de redundar

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    1. Debe ser porque no hay una sombra única, que encima algunos pretenden que es grande si no sublime, sino que la sombra de cada cual puede aportar su específica percepción y distancia de las cosas. Pero ¿quién se interesa por el pequeño hombre que puebla el mundo?

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  11. El peor momento es cuando de tanto hablarle a nuestra sombra esta comienza a responder. Nada más terrible que ello.

    Saludos,
    J.

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  12. A veces hay que dejar de perseguir el tema para escribir, la inspiración, tomar distancia, relajarse, y dejar que sea el propio escrito el que busque nacer. No esforzarse uno, sino que brote él, sin que le apuren.

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    1. La inspiración por sí sola no sirve. Si llamamos inspiración al conjunto de ideas, ocurrencias y sugerencias múltiples y se las cose puede que entonces hayamos dado con el esfuerzo y fructifique. Pero el empeño es siempre más complicado, más trabajoso y disciplinado.

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  13. Fáckel:
    el terrible síndrome de la página en blanco.
    Supongo que lo mejor es dejarlo y ponerse a hacer otra cosa. A veces funciona. Y si no funciona, pues, a hacer otras cosas distintas. Así sucesivamente. Creo.
    Salu2.

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    1. Las páginas en blanco permiten muchas lecturas, Dyhego.

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  14. Muy bien explicado el terror a no tener nada que decir, a que se haya agotado la inspiración, a que la actividad sagrada de escribir se torne algo imposible. A veces pasan estas cosas. A todo esto ahora se suma otro fenómeno que no sé si te pasará a ti. La autocensura. Con la que está cayendo, a veces se nos pasan por la cabeza ideas y sugerencias que no son políticamente correctas entonces se pueden escribir o no. Pueden quedar bloqueadas antes de que salgan a la luz.
    En fin... que a veces escribir es fácil. Es dejarse llevar por lo que va saliendo. Anotar lo que sale sin pensar demasiado. Y otras veces lo que sale es nada. Existe un bloqueo que impide la libre expresión.

    Un beso enorme

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    1. Qué bien expuesto por tu parte.

      La autocensura ha estado presente siempre, se la haya practicado más o menos. No hay que confundirla con la prudencia y la cautela, que permiten decir las cosas sin tanta gravedad como nos pediría el instinto.

      A medida que pueden consolidarse los tiempos negros la autocensura se erigirá -en muchos ya lo ha hecho- como un blindaje, aunque tampoco garantiza mucho. Lo que sucede es que hay temas que no ves claridad y no tienes capacidad analítica y prefiero alejarme. Tampoco los que opinan sobre temas severos de manera directa aportan nada que no se haya dicho.

      Por mi parte sigo intentando escribir lo que se me ocurre -ocurrencias- e incluso sin pensar, como bien dices, demasiado. O pensando sobre la marcha. Ejercicios necesarios, muy materiales. Buen lunes, Ana.

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