viernes, 29 de abril de 2022

Una de réprobos: De la lujuria, según el Modus confitendi, impreso por Juan Párix en 1473

 



De la lujuria

Igualmente he cometido un pecado de fornicación y de lujuria porque experimenté en mi interior el placer y el pensamiento de gula y lujuria por la polución del cuerpo, tuve trato carnal deshonestamente con mujeres y las amé, profiriendo palabras lujuriosas, tocándolas, abrazándolas, besándolas y, algunas veces, cometiendo actos deshonestos; y si no de hecho, sí de pensamiento, deseé hacer y practicar adulterio, incesto, rapto y otros pecados contra natura.


Este texto pertenece al Modus confitendi, Manual para la confesión, cuya edición facsímil ha caído en mis manos. Fue escrito por el obispo Andrés de Escobar e impreso en Segovia en el año 1473 por el impresor Juan Párix, originario de Heidelberg. La tipografía me deja perplejo. La composición de los tipos son lujosos (líbreseme de errar y decir lujuriosos, aunque siempre he visto mucho erotismo en las tipografías de los diversos y ricos alfabetos que hay por el mundo), pues el texto no se apelmaza como sí ocurría en otros impresores. Y la separación entre capítulos permite una lectura más definida. Se ve que Juan Párix tenía arte además de oficio. ¿No es precisamente esta armonía lo que certifica una obra bien hecha?  

La intención de este y otros manuales análogos era hacer pedagogía, que se diría hoy, sobre los curas en orden a saber enfocar la confesión, práctica que tuvo lugar a partir del IV Concilio de Letrán de 1215. Los manuales tuvieron sus días de gloria entre los siglos XIII al XV, luego decayeron. Se ve que la citada práctica sacramental ya había sido bien aprendida y había generado suficientes recursos psicológicos para que el pastor llegara hasta sus corderos.




El Modus confitendi está escrito en latín. Aborda los pecados que pueden cometerse de pensamiento o de palabra. Luego pasa a los siete pecados mortales (sic) que más tarde se han denominado capitales, nombrando características vinculadas a la soberbia, avaricia, envidia, lujuria, gula, ira y pereza. Luego pasa a una descripción de los diez mandamientos y de qué modo se ha pecado contra cada uno de ellos. Abunda más adelante sobre los doce artículos de la fe, los siete sacramentos, las siete virtudes teologales, los siete dones y frutos del Espíritu Santo, las ocho bienaventuranzas. Y el Manual se remata con una oración para después de la confesión y las fórmulas de la absolución.

Es curioso que incluye incluso una regla nemotécnica que debía ser de gran ayuda a los sacerdotes. Los siete pecados mortales, dice, están contenidos en las siete letras de la palabra Saligia (Soberbia, Avaricia, Lujuria, E(I)nvidia, Gula, Ira y Acidia) Realmente se lo da hecho al usuario encargado de escuchar los temerosos pecados y absolver a quienes los habían cometido.

Espero no haberos aburrido. Yo me lo he pasado muy entretenido y reconfortado leyendo el manual, porque ha sido como retroceder a la infancia y recordar aquello de meter la cabeza por delante del confesionario mientras las mujeres lo hacían por los laterales separadas por una rejilla. Y soltar una ristra de frases hechas que creo que nunca sentí con excesiva afectación. En fin, qué experiencias no ha vivido uno. Ah, y darme cuenta de cómo un texto de 1473 trataba sustancialmente de lo mismo que nos obligaban a acatar, y hacernos sentir culpables, hace apenas unas décadas. 

Sobre el texto adjunto acerca de la lujuria, lo dejo ahí para vuestras sabias consideraciones. No tiene pérdida. El sexo, las relaciones sexuales y el criterio sobre la mujer ha sido algo obsesivo en la historia de la Iglesia.




(Imagen de cabecera: fragmento del monumental fresco que pintó Luca Signorelli sobre el Juicio Final en la Catedral de Orvieto en 1502. Tampoco tiene pérdida, pero es de una belleza que desborda.

Imagen intermedia: primera página del Modus confitendi

 

36 comentarios:

  1. ¿No es precisamente esta armonía lo que certifica una obra bien hecha?
    He he parado justo ahí; me he puesto a observar el texto y si, convengo en que la sensación al mirarlo es agradable. Hay arte.
    Precisamente estoy leyendo un libro que me recomendó mi buen amigo Francesc C. El número de oro, se titula, y es de Matila C. Ghyka. Trata de la exposición de las ideas de la proporción, y con ella, la armonía, y como se da en la naturaleza y de ahí a trasportarla a lo que se llama la vida cotidiana.
    Me gusta el latín, la escritura con "tinta china", los libros viejos y los secretos que estos conllevan.
    Salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La frase interrogativa puede aplicarse a cualquier tarea de cualquier oficio. La artesanía del pasado, con otros medios y otro sentido del tiempo, permitía una armonía manual que siempre se ha puesto de relieve y de ejemplo. En lo que respecta al libro citado te diré que toda mi vida he tenido pasión por las ediciones, sus correspondientes alfabetos y tipografías, fueran anteriores o posteriores a la imprenta. Este Manual, aparte de curioso y de nula afectación hoy día para la conducta de los individuos, es una edición cuidada. Precisamente estos días tiene lugar en la Biblioteca Nacional, sita en Madrid, una exposición donde se muestra el primer libro editado en imprenta en España (entonces Castilla), de 1472, también del impreso Juan o Johannes Párix, también en Segovia, también sobre tema de ritual eclesiástico. Es el llamado "Sinodal de Aguilafuente". Se puede leer y entender (salvo cierto vocabulario desaparecido) perfectamente el texto.

      Creo que hay que valorar los tesoros del pasado que consisten precisamente en lo dicho: la obra bien hecha.

      Veré de informarme sobre el libro que te recomendó Frances.

      Me alegra también saber que compartimos gustos sobre los secretos (que a veces no es sino desconocimiento o desinformación) que conlleva toda labor de edición fuera de amanuenses, de incunables o de imprenta consolidada.

      Un abrazo y buena mirada.

      Eliminar
    2. Mi hijo lo ha encontrado en Amazón. Son dos tomos en uno, de tapa blanda. Es una verdadera delicia:
      "El número de oro"
      Matila C. Ghyka
      Ed. Apóstrofe
      Salut ¡

      Eliminar
    3. Moltes graciès, Miquel.

      Eliminar
  2. Hay tantas cosas por conocer y saber apreciar, que desespera el ver la cantidad de cosas que nos perdemos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bien dices, participo de esa opinión, que es a la vez inquietud. Por eso no entiendo que haya gente que se aburra, que no muestre interés, que se deje llevar por lo cutre, etc. Pero cda uno, ya lo sé, es cada uno.

      Eliminar
  3. Hay que reconocer que "el tinglado" lo tuvieron, tienen y no sé si seguirán teniendo, muy elaborado y bien montado. De la confesión, lo que mas recuerdo (en el colegio religioso al que fuí de niño -Maristas-) es como el cura que venía a confesarnos, me abrazaba, la peste que le hacia el aliento y como me tocaba la parte de atrás del muslo. Gracias a eso, creo que mi última confesión fué antes de los catorce años (mas o menos). Quemaré en el infierno.

    ResponderEliminar
    Respuestas

    1. Las nuevas generaciones no tienen idea de aquellas prácticas todopoderosas de los clérigos, refrendados, lógicamente por sus superiores. La imaginería religiosa de siglos no tiene precio. Han vendido un producto ideológico, de imágenes y expresiones, como la panacea de la realización del individuo. Las ovejitas cayeron en mayor o menor medida, siquiera porque no había escapatoria y en muchos casos y tiempos, entre ellos el nuestro, Estado e Iglesia compartían favores mutuos, no solo parafernalias. Eso no quita que me llame la atención precisamente los textos que en diversas épocas dieron a conocer las autoridades de Roma.

      Eliminar
  4. Ego te absolvo a peccatis tuis... Ufff... Y, que malos momentos se pasaban... Sombras del remoto ayer. Buendía.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sombras innombrables, sombras que huían de la luz, sombras que acechaban, etcétera.

      Eliminar
  5. Pecados capitales, virtudes teologales y todo el cuerpo de normas que son, al fin, un código para ordenar la vida social y mantener el control sobre los instintos primitivos, foco de conflictos en la comunidad. Este manual, preciosa caligrafía y composición, iba dirigido al populacho, como siempre. Ya sabemos las libertades y licencias en la conducta de los príncipes de la Iglesia y de la élite aristocrática. El invento de la confesión es uno de los grandes avances para preservar la salud mental y lo vicios privados en perfecto (imperfecto) estado de revista.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El populacho de aquel tiempo, amplio, no sabía mayormente leer ni interpretar los textos. Solo una minoría digamos culta era la emisora y receptora de lo impreso. Había mucho intermediario y ahí el papel de los clérigos y todo el cuerpo eclesiástico en general abundaba. El invento de la confesión y el perdón, que puede que jugara también su función terapéutica (habría que matizar esto) es inseparable del mecanismo de control, seducción y dirección de las conciencias por parte de la ideología cristiana y sus órganos estructurales. También ha sido algo cambiante. La confesión no existió siempre, por ejemplo, o había una especie de confesión general y no individualizada. Hace algunas décadas un amigo personal mío que era cura se negaba en su parroquia a practicarla, lo cual le enfrentó con el arzobispo de turno. Hoy no sé, ni me intereso, sobre cómo estará el tema. Pero los textos antiguos me siguen interesando sobre el fondo y la forma porque dan claves para saber lo que ha vivido nuestra sociedad occidental y...cristiana, como dice el dicho.

      Bien por saber de ti, Marga. Un abrazo.

      Eliminar
    2. En mi opinión (nada experta), la función terapéutica es inexistente. Mas bien, lo contrario porque a mi entender fomenta el complejo de culpa. La reafirma. Por no entrar en otras influencias nefastas relacionadas con la dependencia y necesidad de una confesión y un confesor para conseguir una supuesta salvación.

      Eliminar
    3. Función terapéutica pero inclinada hacia un lado y visión de la vida, y sesgada. Muchos quedaban tranquilos tras confesarse.
      No les importaba vender su primogenitura. No era terapia sana, sin duda, pero a muchos les funcionaría. ¿No son todas las terapias una suerte de engaño? Por supuesto, no te quito razón. Hasta herencias se han dejado en los confesionarios.

      Eliminar
  6. menos mal que las cosas cambian, porque qué sería del mundo del hoy sin la lujuria...

    Saludos,
    J.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y lo que conlleva consigo. En fin, buen festivo y con razones sobradas.

      Eliminar
  7. Ho trobo molt curiós: "siempre he visto mucho erotismo en las tipografías de los diversos y ricos alfabetos que hay por el mundo".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Entiendo en sentido amplio y extensivo el término erotismo. Por ejemplo, hay un erotismo de una profesión a la que uno se entrega a fondo, hay erotismo en la política, hay un erotismo en la disposición de bienes, etc. No circunscribo el término erotismo a lo erotizante de orden sexual.

      Eliminar
  8. Ah, esas tipografías tan hermosamente ejecutadas...

    A mi me gustan los libros de todos modos, pero es mi hijo el que suspira por encontrar esos libros preciosos, preciados y curiosos, hoy mismo está en la feria que hacen en Madrid en el Paseo Recoletos, aunque su economía de guerra no le permita adquisiciones memorables, rebuscando siempre se encuentra algo interesante.

    Dejé de confesarme cuando era adolescente, y por mi manera de ser descreída y a la vez reflexiva, por suerte, nunca sentí la culpa ni el pecado... Me parecía tan extravagante lo que me contaban que creí a fe ciega en el poeta Éluard cuando decía aquello:
    "Hay otros mundos, pero están en éste"

    Un beso,

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todos tenemos testimonios personales de ruptura (todos los que tuvimos ruptura) con aquella manipulación en serie. Los procesos tienen muchas aristas y factores, y siempre hay alguna circunstancia que muestra el camino. Yo creo que lo del sentimiento de culpa venía por muchas bandas, era la misma sociedad estructurada y jerárquica, en mi generación acompañada por una dictadura casada con la Iglesia, que hizo pasar por el aro más ignominioso a toda la población.

      Afortunadamente las extravagancias las detectamos en buena edad y tuvimos nuestras caídas del caballo, pero en otra dirección. Gracias por tu comentario, Tesa.

      Eliminar
  9. Yo antes pensaba que habría mas gente como yo, pero poco a poco me voy dando cuenta de que soy un bicho raro. Fui a un cole de curas no mixto entre 6 de egb y 3 de bup, y ninca me metieron mano, ni conocí ningun caso de ningun cmpañero. Nunca me obligaron ni me indujeron a confesarme (no recuerdo haberme confesado nunca, ni para la primera comunión, que debimos hacer una comunitaria de esas que mencionas). Habia profesoras. Nos daban una charlita por la mañana por megafonia, donde nos decian , con ese tonito de cura, lo buenos que debemos ser.
    Solo nos obligaban a ir a misa una vez al año, el 31 de enero, que no haciamos clase.
    Saludos Fackel

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. O eras de tiempos más juveniles que los míos o el lugar rompía las normas. Tampoco a mí me metieron mano en el sentido pedófilo, pero la mano en la conciencia sí, aunque no debió de ser tan honda, pues la pubertad decidió que la conciencia tenía que ser mía y muy mía. Pero incluso aquella experiencia sirve para conocer lo que es la vida, siempre que se intente interpretar y uno se libere de la roña. Higiene, siempre higiene, que lo contrario abunda en muchas ideologías y etcéteras.

      Eliminar
  10. Cuanta tinta gastada para controlar hasta en sus más intimas expresiones a la gente.
    Un saludo, Alfred.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Millones de palabras vacuas desde hace siglos, sin duda. Y haciendo profesión de ellas ciertas castas.

      Eliminar
  11. A Igreja era poderosa naqueles tempos e os sete pecados mortais serviam talvez para controlar as pessoas....Afinal, todos somos humanos e continuamos a pecar....
    Interessante...
    Beijos e abraços
    Marta

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todavía tiene alto poder. En otros tiempos tenía poder omnímodo (y omnívoro) Hoy más selecto pero aún extenso; por ejemplo en la Educación, en su Estado y sus concordatos, en su actividad política.

      Eliminar
  12. El texto sobre la lujuria me parece sabroso, instructivo, completo, toca todos los ángulos referentes al deseo. Quien lo redactase revela una verdadera pulsión interior con el erotismo y cualquier clase de conducta que facilite la pasión amorosa. Oculta tras el velo del pecado y la conducta desordenada atribuible a otros se puede leer a la inversa: hay una inclinación suprema y manifiesta por el alcance del placer y por la contracultura religiosa. Verdaderamente genial y con una narración castellana perfecta. Los que os habéis librado del complejo o no lo habéis tenido nunca podéis estar satisfechos del cuidado, punitivo si se quiere, pero verdaderamente solícito que teólogos, jerarcas y clérigos ponían sobre los individuos. Su moral de evitar el descarrío les deja a ellos mismos con el culo al aire, que se suele decir.

    Un saludo y gracias por el divertimento.

    Sebastián G.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Disculpa, se me había pasado de largo tu comment.

      Tal vez todo lo que han escrito unos condenando las conductas de otros revelan esas pulsiones internas de quienes lo escribieron. Voy a pensar en la idea que expones.

      Eliminar
  13. Fáckel:
    es curioso que para una parte de la iglesia los pecados contra la carne sean más perseguidos que los que atentan contra los bienes ajenos.
    ¡Más valiera que los fuegos eternos cayesen sobre el que abusare de menores!
    Salu2.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Su permanente deriva de estar con el Poder y ser incluso Poder (habría que matizar sus formas tanto en el pasado como el presente) es el gran pecado, por utilizar su propio lenguaje y moral, de esa institución. De ahí dimanan todas sus obsesiones, la más grave querer siempre marcar la conducta de los individuos.

      Eliminar
    2. Me parece muy acertado lo que dices: "marcar la conducta de los individuos". Controlar, dominar, amaestrar.
      Salu2.
      Desde hace unos días tengo problemas con muchos blogs porque aparece un mensaje de cachpta o no sé qué. A veces quedan registrados y otras no.

      Eliminar
    3. Sí, sale siempre, yo no hago nada, le doy a publicar y espero un poco.

      Eliminar
  14. La confesión fue un invento de la Iglesia Católica para conocer los rincones escabrosos de la gente y de ese modo ejercer un control y una manipulación social.

    Me parece muy interesante el texto que nos muestras.

    El pueblo, como colectivo, tiene mucho poder; pero siempre se ha limitado su conducta y se le ha inoculado el sentimiento constante de culpa para que permanezca quietecito y se deje dominar por los poderosos a nivel religioso, político y financiero.

    En fin...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hace tiempo que tengo serias dudas -no solo por experiencia personal sino también por lo que he venido sabiendo de la Historia- sobre ese supuesto poder del pueblo. Pueblo, además, es un término genérico y su nombre y el de sus derivados es utilizado por cualquiera que quiera llevar a los individuos a su redil y utilizarles para sus fines espurios. Muchas veces se autolimita la gente, simplemente no ejercitando pensamiento, no aclarando situaciones, dejándose llevar por lo superficial y pasajero (las encuestas prueban mucho esto) y concediendo demasiada importancia a las imágenes de líderes y organizaciones en lugar de valorar la propia capacidad individual. Pero lo que dices en el último párrafo lo respaldo. Pero añado: si se deja manipular que no reclame luego al maestro armero.

      Eliminar
  15. Qué curioso e interesante! Queda expuesta la forma en que se pretende ejercer el poder estableciendo los "sí y los no" y las condiciones para "perdonarlos"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y hace tantos siglos, ¿verdad?

      Qué petulancia. Puedo entender sus pretensiones, pero afortunadamente mi libre albedrío me permite no aceptarlas.

      Eliminar