martes, 25 de octubre de 2016

Praça de São Paulo




Una mujer mira a un hombre a hurtadillas. Él la mira también pero ella no quiere obsequiarle más su mirada y le olvida. Él la observa, unas veces con descaro, otras con pudor. En una ocasión coincide la horizontalidad de los ojos de ambos. La línea que se dibuja entre uno y otro parece larga. La mujer se turba y ambos restañan con miradas líquidas sus tristezas. Ella, de pronto, le aparta, porque si por un instante más le retuviera lo recordaría. Y ella no quiere recordar. Recordar es más que un ejercicio de recuperación temporal. Es una condena. Se recuerda por frustración, porque se tuvo y se perdió. Se hace imaginación del recuerdo por lo que se pudo tener y no se tuvo. En cualquier caso, ese intercambio de una mesa a otra del bar resulta una curiosidad, activa un juego. Ninguno de los dos ignora que se trata de un recurso para sentirse vivos. Más pragmática, ella razona: si no retengo no llegaré a añorar. Gira la silla y deja de mirar hacia el hombre, al que regala su nuca distante. Él sorbe lentamente un café expreso, cuyo denso humear dilata el horizonte. Las volutas del café y las que caen del cabello sobre el cuello de la mujer se encuentran en un infinito improbable.





4 comentarios:

  1. "... Se hace imaginación del recuerdo por lo que se pudo tener y no se tuvo..."

    Es muy curioso el hecho en el ser humano: todo el mundo sueña con quien no duerme.
    Salut

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    1. Si comparáramos lo que se vive con lo que se sueña y se imagina (y se desea) ¿qué platillo de la balanza ofrecería mayor carga?

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  2. Es la condición humana, desear e imaginar que otra vida es mejor que la presente. Estoy segura de que, si se cumpliera nuestro deseo, la decepción aparecería en un suspiro.

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    1. Otra vida no solo en general, que es abstracto, sino en detalles, en situaciones, en márgenes, en experiencias, en aventuras, etc. Vivir siempre es un equilibrio arduo y difícil, pero sin imaginación estaríamos todos o muertos en vida o en grados de violencia bestial.

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