martes, 12 de enero de 2016

Si-la-bea-mos




Nunca es tarde para fijar la mirada sobre viejas miradas. Mi primera cartilla tenía un nombre precioso. Silabario. ¿Por qué percibo hoy el término con un cierto grado de sensualidad y no como mera técnica de aprendizaje de las palabras por medio de su partición en sílabas? Creo que el silabario, en sentido extenso, lo aplicamos a lo largo de la vida en muchas otras conductas y aprendizajes. Silabeamos  -otros dirían tanteamos-  la aproximación a una persona, a un proyecto, a una intención, a un sueño, a un vínculo en ciernes, a la estética o a los sentidos. Dotamos de palabras, a veces previamente silabeadas, a cada de uno de nuestros actos y pensamientos, sin saber cuántos de estos surgen de aquellas por inercia o si aplicamos las palabras a algo que concretamos o al menos determinamos. Me gusta también que la portada del libro añada el calificativo moderno porque según van cayendo los años uno teme que haya perdido la presuntuosa modernidad. No es que me importe. Me desagrada una cierta clase de modernidad superficial que en la actualidad lo invade todo sin que nos impregne de nada, como no sea de banalidad, tontería y pérdida de tiempo, esfuerzo y recursos. Lo moderno es un término tan relativo para mí como, en otro sentido, pudiera ser el de lo clásico. Y, sin embargo, cuánto admiro ahora lo consolidado, lo que se dota de algunas certezas, lo que se aseveró hace años o siglos sin pérdida de significado y de sentido. Y que en uso desde tiempos antiguos se sigue considerando en pleno valor (no valor de precio) para ratificar nuestros comportamientos presentes, simplemente porque se reveló, además, útil, luminoso, prácticamente indiscutible. Mi silabario moderno siempre fue complementario de mis padres silabarios, si puedo llamar así a mis progenitores con quienes, dedo sobre sílaba a sílaba en el papel, fui domesticando las palabras que llegaban desde ignotos y salvajes territorios a mi cuerpo. Dedo sobre sílaba a sílaba. ¿No era ya sensual entonces aquel aprendizaje? ¿No lo sigue siendo ahora mismo sobre cada descubrimiento al que aplicamos la partición para que llegue mejor a nosotros o nosotros podamos adentrarnos en el paisaje novedoso que es infinito? 

(Por cierto, cuánta intención en la imagen del niño que exhibe el libro abierto. Doble página donde una niña juega con una muñeca y un niño se postra ante la Virgen. Donde el niño alegre casi parece de sexo indefinido, con ese rostro de maniquí de tienda de géneros de punto, esos labios de carmín y esas manos femeninas, de mayor...) 





6 comentarios:

  1. Lo cierto es que mi experiencia infantil fue muy diferente en todos los sentidos. Niños y niñas tratados por igual. En realidad para lo verdaderamente importante la diferenciación sexual no tiene otro valor especifico que la reproducción, antaño, que ya ni eso. Lo triste es que la cultura se desarrolle en base a formas, bastante necias en su mayoría.....he escrito mayoría?.....jolín

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    1. Es obvio que tu historia, por lo que has comentado otras veces es excepcional y digna de admiración en cuanto a libertades y mezclas positivas. Pero otros vivimos lo que vivimos y a pencar con ello, analizándolo, eso sí.

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    2. No es oro todo lo que reluce hermano, también me ha tocado pencar con sombras muy muy densas, de otro género. He pagado el precio pertinente, creo y con enormes esfuerzos emocionales, asumiendo no solo mi responsabilidad absoluta en supuestas injusticias sino también la ancestral.
      Eso si, a partir de hace algún tiempo se acabaron los nubarrones, solo agüita fresca y alegría.

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  2. Hola Fackel, me gusta la palabra silabario. Creo que la primera vez que me di cuenta que existía, fue cuando empecé a estudiar japonés. Tienen, además de los kanjis, dos silabarios, ¡toma ya!, estos japoneses. Silabario, qué bien suena.
    Los dibujos están hechos por un cura, de eso no hay duda, a la vista de todos los escándalos de abusos.
    Yo recuerdo los cuadernos Rubio, creo que aún tengo alguno por ahí.
    Que seas muy feliz Fackel,
    Bara

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    1. Se agradece la información, Bara. Y se acepta el deseo de felicidad, no faltaba más.

      Por cierto, te paso este enlace, no sé si alguna vez lo habías visto (leído)

      http://elmonogatari.blogspot.com.es/

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