A veces me haces bostezar con tus cuentos y recuentos, me dice ufana la gata. Te aprovechas de que no digo ni miau para contar historias que vete a saber si han sido vividas o si están pendientes de vivir. No, no es que me moleste que te inventes o que hagas de lo pequeño algo grande; creo que poderlo contar ya es de por sí hermoso. Solo que se te ve también de qué pie cojeas. La insistencia en rendir cuentas con lo incierto del pasado, que también existió. Porque, ¿si todo lo tuvieras tan nítido te partirías la cervical por teclear cada día en busca de respuestas cuando no sabes ni enunciar con claridad las preguntas? Sé lo que me vas a decir: que por eso escribes tus menudencias cotidianas. Porque el reflejo de escribir no tiene por qué estar sujeto a un plan ni orden ni estructura, al menos si no se pretende nada canónico. Si yo fuera a vivir tantos años como vas viviendo tú probablemente te pediría que me enseñaras al menos un método instintivo, suponiendo que método e instinto puedan ir de la mano. Te voy entendiendo un poco. Lo que escudriñas como los gatos es para ti algo que te permite recuperar imágenes reales o nonatas. Pero no solamente del pasado, sino las que aún queden por llegar. Unas las vivirás y otras las imaginarás y casi todas volverán a ser inciertas. Casi todas. Muchas traducidas en la agitación de los sueños. ¿Es por eso por lo que muchas noches te despiertas sobresaltado mencionando nombres o exageradamente turbado? No sé si lo sabes, pero los gatos también soñamos. Sin tantos aspavientos.
Se me da que esta es la gata de tu vecina. Sin sentido peyorativo, se entiende.
ResponderEliminarSalut
Confidencias de gata, oui.
EliminarMuy bueno tu texto. Me gustó.
ResponderEliminarSaludillos
Una gata que araña lo suyo, sabes. Salud siempre.
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