martes, 13 de mayo de 2014

Imaginario, 35.



Dificultad de entender cómo, si estoy subido a la terraza, no veo el paisaje. Lo lejano se difumina y lo próximo está tapado por más terrazas, mientras me llega el olor húmedo del heno.



4 comentarios:

  1. Demasiadas terrazas asomadas al mismo paisaje y que se estorban entre ellas para divisarlo. Magnífica idea.
    Escogí para mi blog Enjuagues de Sofia -que tengo completamente abandonado esta semana por asuntos mucho más interesantes, apasionantes y estimulantes- una foto de mi amigo Jorge porque intuitivamente explicaba el enfoque del blog. Un balcón desde el que se divisa el paisaje en el que, sin embargo, no hay en principio nadie haciéndolo. Una atalaya vacía. Recuerdo por cierto una visión mística en un ensueño muy potente: estaba frente al trono de Dios, que estaba vacío, era de madera muy vieja y cochambrosa, y sin embargo me convulsionó de terror sagrado.
    Y en la foto del blog, además el balcón distorsionado desde el punto de vista de los contemplados desde abajo, lo que seguro me incluye a mí el primero. Algo así como aquel chiste transferencial de que debes estar muy borracho porque te veo borroso.
    Me lo has recordado, o será que acaso me enorgullezco de mí cada vez que creo encontrarme cosas también tuyas aunque sea vagamente. Al final, tampoco yo escapo al mimetismo emulador de la admiración, que es ambivalentemente el mismo de los celos y envidia destructores del otro (y con ello de nosotros mismos. Recuerdo muy exacto el análisis de los celos por parte de Cooper en "La gramática de la vida"). Ya sabes, ambivalencia y locura. ¡Y arte! El mismo mecanismo que hace que la amistad llegue a ser un alma en dos cuerpos que decía Aristóteles, es el mismo que disgrega y destruye. La ambivalencia del bien y el mal que somos, que nos entraña. Que crea y destruye en el seno de la sociabilidad humana. Destrucción creativa y creación destructiva, dos caras indesligables de Jano. Por eso grandes amigos y enemigos llegan siempre a parecerse tanto tras el intercambio prolongado, pura mimesis que termina acercando a fondo las identidades (tantas veces como los erizos de Schopenhauer). Como ya te indiqué refiriéndome a "Shakespeare: los fuegos de la envidia", es también origen de la locura mimética humana en sus estadios de degradación mental avanzada, ávido de canibalizar y usurpar identidades -ya sabes, el robo a la orden del día- y que Shakespeare se diría que conoció como si los hubiera sorbido hasta la hez. Y sin embargo, es también su matriz creadora, la que metaboliza esa hez mimética: ese ambivalente don-condena de poder llegar a ser todos a fondo, del gran dramaturgo. La que la alquimiza en el heno caliente de la vida. O dicho como Heráclito: lo mismo son en su tranfondo configurante, en su logos, amor y odio, amistad para la vida y enemistad hasta la muerte.
    Te encantaría, por cierto, la semblanza que hace Girard de la Tempestad. Próspero reprocha a Calibán, el salvaje que hablaba con los ríos y árboles, a quien él enseñó a usar las palabras para expresar sus intuiciones exuberantes de naturaleza salvaje, poesía prelingüística digamos. El salvaje refinado por la educación y la razón que es el artista, seguramente una autorreflexión del propio Shakespeare.
    Admirable tanta intuición poética de la verdad, semejante vergel de intuiciones y metáforas directas al corazón de la verdad como el tuyo, para empezar desde tus sueños. Toda una guía infalible.
    Voy a ver si empiezo a desperezar el blog otra vez, y aprovecho la tarde.
    Saludos arcangélicos. La lejanía borrosa que trato de atisbar yo también, no olvides que posee una presencia que se dibuja también cuando trata de difuminarse ante ciertos trapos. Nada es algo, vaya si lo es. A ver si logramos que ese algo que yo me sé se diluye de una vez en nada, o que se preparen para el gran órdago arcangélico, porque han rebasado una línea inadmisible para mí. De pronto sé que era eso lo que me hacía falta...

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    1. Me desborda tu tempestuosa argumentación, Zenon. Tomo nota de aquellos apartados y personajes que nombras por si en algún momento les puedo hincar el diente; yo necesito ir más despacio, que de momento ni tengo intención de cambiar el mundo (por impotencia) ni de apearme del mismo (por falta de apetencia, malgré lo que no me gusta del mismo) Eso de estar frente al trono de un dios debe ser impresionante y debe ungir con una impronta especial, me ha gustado la expresión.

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  2. es un mundo oscuro, el paisaje no es el que quisiéramos ver
    saludos

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    1. Indudablemente, sabias son tus palabras de viviente experimentado. Un abrazo.

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