Subía por una rampa que acababa convergiendo con un techo de roca. Según avanzaba hacia el vértice me empequeñecía más y más. A los lados una tierra oscura y en ella la impronta de pisadas antiguas. Sobrecogimiento por hallarme en un templo cuya construcción me era regalada. Me quedaba en cuclillas, atónito.
Todo un privilegio llegar a tiempo para percatarse de ello y poderlo compartir. Moltes gràcies.
ResponderEliminarO cuando reclama el útero de la tierra, miss.
EliminarViajero privilegiado, qué libros de viajes más maravillosos. Larga vida de esta a nuestro Gulliver metafísico, presiente mi alegría. Para mí, ateo, esto es pura religiosidad o misticismo del de verdad. En cuclillas contigo por reverberación y presentimiento...
ResponderEliminarNo nos nombremos, para tocar lo profundo debemos desproveernos de las palabras. Las sensaciones no saben de ideología. Aunque las fantasías que nos susciten pretendamos llevarlas a nuestras peculiares casuísticas. Empecé a quitarme la basura cuando percibí la naturaleza en su esplendor. Me arranqué la costra cuando supe ver que la fuerza natural era mucho más efectiva y evidente. Y cierta dosis de animismo tuvo su encanto.
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