domingo, 8 de enero de 2012

desde dentro


No sé desde dónde emergían aquellos ojos oscuros. Pero jamás tuve miedo cuando me cogía y me acercaba a él. ¿Llegarían desde lo más agotado de su ser? ¿O era su desesperación por sentirse ya tan lejano de la partida? ¿Le estremecería su destino cada vez más ineludible como próximo? Pero en su severidad yo veía también su aflicción. Él debía darse cuenta de que yo no reaccionaba con temor y aquella mirada fue preñándose poco a poco de perplejidad y poblándose de espanto. ¿Sería lo que yo significaba para él lo que le hacía dudar y emocionarse? Hubiera querido consolarle en ese momento, apaciguarle con mis palabras. Hubiera deseado ofrecerle mis aromas y la lozanía de mi iniciada juventud con tal de verle liberado de su angustia. Oh, padre, ¿por qué no cedería a mi orgullo con tal de desviarte de las torturas que te desgarraban? ¿Por qué no nos pusimos a edificar una casa nueva donde la fatalidad no entrara? Cuanto más me sometía a la alucinación de su mirada más sentía que era posible poseerle a través de su experiencia. Sé que me la hubiera dado toda a cambio de efímeros momentos de luz que yo le aportara. ¿Podría haberte detenido en tu furia cada vez menos contenida si mis destellos hubieran cubierto tu cuerpo, padre mío? Y sin embargo, yo veía que su rostro se iba cargando de brillo, de aquel que solo emana del calor más profundo.

10 comentarios:

  1. Magnífico el texto. Como padre - lo que significa ser hijo casi se me ha olvidado - me "siento" en el temblor de esos ojos que relatas. Oscuridad, agotamiento, desesperación, severidad, aflicción, duda, emoción, alucinación, fatalidad... Inmensa la perplejidad ante el hijo. La voz que narra no sabemos si va condenar al padre-buey en el altar de los sacrificios a dioses paganos de juventud y, para prolongar el placer, se deleita en esa cantidad infinita de detalles. Parece que será el caso. Parece que el padre será devorado y el hijo tiene en su mano la sorpresa: cuando queremos comernos a los hijos ya son ellos los que nos desgarran dislocando con caballos de juventud y perfumes de osadía nuestros miembros. O, tal vez, surja la piedad y el deseo de una casa donde la fatalidad no entre sea "sentido", "veraz", "auténtico"... Pero, ¿qué es la veracidad en el joven hijo? ¿Es su piedad un grado más en la escala de la tortura? Saturno juega al juego en el que siempre se pierde pues en algún momento faltan los dientes y aparece Júpiter...

    Me gustó. Enhorabuena

    L

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  2. Me ha encantado, la verdad.

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  3. Todos somos hijos,todos seremos padres,todos nos desviaremos y entraremos en las miradas,saldremos de ellas,pero nunca nos pareceran vacías.
    Los ojos hablan más que las lenguas,hay miradas que duelen como heridas ,otras nos acusan, pero las de un padre siempre transmiten amor en todos los idiomas.

    Saludos

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  4. L. La interpretación que haces me deja de una pieza. Me encanta. Nada que añadir por mi parte, ni objetar. Lo ves así. Te aplaudo. Dejemos que la metáfora se amplíe.

    Un abrazo.

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  5. GallegoRey, agradezco tu presencia bondadosa. Y tu participación gozosa, también.

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  6. Genetticca. ¿Somos también o sobre todo nuestra propia mirada?

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  7. Conmovedor. Imposible no verse salpicada de sensaciones y momentos en forma de sucesivos reflejos.
    Un abrazo.

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  8. Diana, ciertamente esos reflejos nos persiguen, en ocasiones de manera obsesiva.

    Un abrazo, gracias.

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  9. Dura y triste relación entre un padre un hijo. Impotencia de no poder encontrarse en la paz del espíritu.
    Un saludo.
    Mercedes.

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  10. Mercedes, sé bienvenida. Tal como dices y como se proyecta con letras. C'est la vie.

    Saludos.

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