martes, 11 de octubre de 2011
La burbuja
A veces se pregunta qué platillo se inclina más en la balanza de las tolerancias y de las persecuciones. No es un hombre que se conforme con vivir en la burbuja. Ni siquiera cree al cien por cien en ella. Sabe que la tolerancia occidental para con sus territorios y pobladores implica una contrapartida. La cesión de una parte del libre albedrío de los ciudadanos, la conformidad, la aceptación de una reglas de juego que nunca son fijas ni estáticas. Que oscilan, se interpretan y se inclinan hacia un lado. Según la presión de esa parte en fricción permanente con la otra. Porque todo está sometido a un pulso de poderes. Si el ciudadano cede, los poderes efectivos se la cuelan. Y entonces el camino de las restricciones, limitaciones y prohibiciones se amplía. Sospecha que la actual crisis puede traer una merma de derechos y reconocimientos cívicos. Que la crisis es un eufemismo que está ocultando -cada vez menos- una recomposición de los poderes, una emergencia de unos poderes sobre otros, el afianzamiento de unos propietarios sobre los demás. El control más absoluto de la vida y la organización social. Esas urgencias a recapitalizar la banca con dinero público lo deja todo claro. ¿Cómo va a derivar todo eso en la ciudadanía? Teme que se traducirá en pérdidas. No sólo de coste público, condiciones económicas familiares, formas de contratación laboral u obligaciones abusivas como usuarios y consumidores, sino también que serán heridos los derechos y la representación públicos. Pérdidas de dignidad, de libertad, de creatividad. No le gusta el cariz de los acontecimientos, pero los ve imparables. La democracia será cada vez más formal y se exigirá a los miembros de la comunidad unos cumplimientos cada vez más estrictos de las nuevas formas de funcionamiento. El viejo instrumento de coerción, el Estado, seguirá siendo utilizado y adaptado por los poderes triunfantes en su hegemonía. Probablemente modificado. Hace tiempo que la política es subsidiaria de la concentración de poder económico y financiero. Que no se acepta la intervención cívica más allá del corsé de una ley electoral hecha a imagen y semejanza partidista de las dos caras de la misma moneda. ¿Quedará cada vez más ajustada y relegada a los designios de este poder? Le gustaría oír el rescate de lenguajes antiguos, no menos reales. Por ejemplo, que el pulso y la tensión es de intereses de clases, aunque sabe que las clases no son estables y que también se están reconfigurando. Que ya de por sí se encuentran muy diezmadas y que habrá sectores que colaborarán servilmente con el poder establecido y otras que se resistirán a la mengua de sus derechos. Tal vez estos comportamientos se están instalando ya. Una burbuja en la que se vive. Donde el ser humano parece que prefiere definirse -triste ceguera- por un estado de consumo, que pretende apoteosis de bienestar y seguridad. antes que por una organización más equitativa y participativa de la sociedad. La respuesta: un sálvese quien pueda. Donde los valores que alguna vez significaron algo no existen; ya se sabe, aquellos conceptos y palabras tan idealistas como solidaridad, apoyo mutuo, justicia. ¿Existieron ampliamente alguna vez o sólo en la conducta de los idealistas? Aceptación cotidiana de la burbuja, hasta que ésta se diluya o pinche.
Entonces una noticia de última hora le hace pensar en que hay burbujas peores o no las hay. Piensa en la actriz iraní Marzie Vafamehrha, chivo expiatorio del fundamentalismo que es tanto como decir de la intolerancia y la represión más necias. Una condena a un año de cárcel y noventa latigazos por interpretar una película que no es del agrado del gobierno y de la autoridad religiosa. ¿Por qué ella es la condenada y no la productora o el director o el guionista o cualquier otro miembro del equipo? No hace falta mucha sagacidad para obtener respuesta.
¿Clarividencia? No. Clara evidencia. Magnífico resumen Fackel. Beso.
ResponderEliminarCada vez más, el momento actual me recuerda a la caída del Imperio Romano. La duda es si detrás vendrán tiempos de oscuridad, o derruido el falso dios del mercado con sus leyes y sus normas que nos tienen atrapados, volvamos a ver algo de luz que provenga de ese horizonte utópico que todos tenemos.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
O confuso, Emejota, pero inquieto y sumamente preocupado. Y lo de la actriz iraní ya me parece de repugnancia divina. Hasta las narices de que se trate mal a la gente en nombre de Dios, de Alá o de San Serenín del Monte. Hasta las narices. Tenemos que evitar un mundo totalitario o será nuestro fin.
ResponderEliminarCarlos. Todas las caídas de imperios han sido procesos aparentemente lentos y no de perfil violento necesariamente. Los árabes entraron y se consolidaron en España por la debilidad del reino visigótico, su pérdida de referencias y porque tenía que ser así, qué rayos. y pactando con sectores de ese reino, según parece. Difícil predecir las formas, si bien comparto tus temores respecto al fondo. La reorganización del imperio financiero y monopolístico internacional ¿qué traerá para cada región del planeta? ¿Para los individuos? Y no obstante, no quiero ser negativo. Y a todo habrá que adaptarse, ¿no?
ResponderEliminarHace tiempo que soy pesimista, lo siento, me habré hecho a la idea, o acaso sea mi naturaleza. De ahí mi modo de vida, amen de alguna otra razón.
ResponderEliminarEmeJ. Claro, no es para ver las cosas de color rosita a cierta edad. Pero que nada nos mate la curiosidad ni la pasión por seguir.
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