domingo, 21 de febrero de 2010

Paso


“...y cuando me aproximo me desconcierto. Porque una imagen que una vez fue una obra, y seguramente una obra que pretendió aunar espacio y conocimiento de artesano, sigue siéndolo en su estertor. Aun diezmada, derruida, efímera al fin ante el poder de las herramientas. En su día, y esto es lo paradójico, las herramientas empuñadas por unas manos, por un cerebro, por una intención, levantaron aquello que duró cuánto, ¿dos, tres siglos? Pasado el tiempo, pasado el éter de lo que llamamos tiempo de historia, otras herramientas empuñadas por otras manos, por otro cerebro, por otra intención, acaban con el instante que se prolongaba. Es en ese momento cuando llegas a tiempo de comprobar el factor moribundo de un objeto. Imaginas por un instante el proceso de ascensión del objeto, cuando todos los recursos, los materiales, la concepción de sí mismo, el fin y la armonía convergente, se iban situando como un todo acabado. Y la imaginación, tan arbitraria como inútil en este caso, se desvanece ante el polvo que llega a tu garganta, y las cenizas, las astillas desprendidas, los ladrillos desencajados, la mampostería quebradiza, el cañizo desvencijado. Las grietas seculares no han originado esto. Las grietas hablan, dan fe, garantizan firmeza. Son tránsito en sí mismas. Prolongación. Las grietas son como la fiebre, no constituyen un mal en sí mismas. Acostumbrarse a convivir con las grietas es un ejercicio que entraña al ser con el objeto. Conciencia de lo inestable, de lo no perdurable. Veo entonces la metamorfosis. Las formas más antiguas del universo reproduciéndose ante mis ojos. El viejo caracol que sube a ninguna parte...”

2 comentarios:

  1. Muy cierto, a veces la pátina del tiempo mejora la obra de los hombres y las grietas nos hablan.
    Fractalmente en medio de un temporal que ya,.. ya.

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  2. Tal vez. Pero lo efímero tiene un precio.

    Salud a pesar del temporal. No te expongas.

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