“...aunque en algún lugar del espacio se pretenda perpetuar. Un fin que de hecho no se da jamás. Hay una especie de dirección helicoidal en todas las cosas que ejecutan los hombres. Con sus propias obras los hombres pretenden ofrecer la visión de un mundo acabado. Todas las culturas se empeñan casualmente en el mismo objetivo. La experiencia biológica y cultural demuestra que todo lo aparentemente concluido inicia un retorno hacia su desaparición. De la nada para la nada. Pero la obsesión demiúrgica de los hombres trata de prever en sus obras una solidez que garantice si no una vida eterna para la obra, sí al menos una existencia prolongada. Por supuesto, muchas son las nombradas y pocas las obras escogidas. Incluso aquellas que tenían una funcionalidad y un carácter sagrado han operado una quiebra, si no su desaparición. Es esa tendencia helicoidal la que sigue actuando para hacernos inasequibles a la búsqueda y al esfuerzo. La obra no es ya solamente lo que se ve, sino fundamentalmente lo que permanece en la oscuridad. Es en los segundos e incluso postreros planos donde se fragua un nuevo anillo del caparazón que nos permitirá seguir intentando ascender al cielo. Latentes y perseverantes, se multiplican los esfuerzos. Ahí se crece la materia que permite ganar en consistencia al caracol. A cada paso, miles de figuras y representaciones quedarán en el camino, acaso injusta y desacertadamente para nuestros fines. No es extraño que tras lo traslúcido aparezca lo opaco, siendo como son ambas características más aparentes que definitivas. Y sin embargo, son reales en la medida en que no interviene otra fuerza exterior que las desplace, porque entonces dejarán de ser...”
lunes, 22 de febrero de 2010
Ascensión
“...aunque en algún lugar del espacio se pretenda perpetuar. Un fin que de hecho no se da jamás. Hay una especie de dirección helicoidal en todas las cosas que ejecutan los hombres. Con sus propias obras los hombres pretenden ofrecer la visión de un mundo acabado. Todas las culturas se empeñan casualmente en el mismo objetivo. La experiencia biológica y cultural demuestra que todo lo aparentemente concluido inicia un retorno hacia su desaparición. De la nada para la nada. Pero la obsesión demiúrgica de los hombres trata de prever en sus obras una solidez que garantice si no una vida eterna para la obra, sí al menos una existencia prolongada. Por supuesto, muchas son las nombradas y pocas las obras escogidas. Incluso aquellas que tenían una funcionalidad y un carácter sagrado han operado una quiebra, si no su desaparición. Es esa tendencia helicoidal la que sigue actuando para hacernos inasequibles a la búsqueda y al esfuerzo. La obra no es ya solamente lo que se ve, sino fundamentalmente lo que permanece en la oscuridad. Es en los segundos e incluso postreros planos donde se fragua un nuevo anillo del caparazón que nos permitirá seguir intentando ascender al cielo. Latentes y perseverantes, se multiplican los esfuerzos. Ahí se crece la materia que permite ganar en consistencia al caracol. A cada paso, miles de figuras y representaciones quedarán en el camino, acaso injusta y desacertadamente para nuestros fines. No es extraño que tras lo traslúcido aparezca lo opaco, siendo como son ambas características más aparentes que definitivas. Y sin embargo, son reales en la medida en que no interviene otra fuerza exterior que las desplace, porque entonces dejarán de ser...”
Cuestión de intensidades..quizás.
ResponderEliminarBuena noche viajero.
Sí, Tula, la intensidad va más allá de otras percepciones sensoriales. Tal vez sólo la calidez la gane.
ResponderEliminarBuena y ventosa (y venturosa también) noche.