domingo, 10 de enero de 2010
Werlisa, mon amour
Es lo que tiene remover cajones o bajar maletas de los anaqueles de un armario. Que empiezan a caerte encima los recuerdos. Fatal. Te quedas inmóvil y ya no haces nada más. Abducido por una telaraña que te traslada a través del tiempo. Ni recoges ni ordenas ni limpias. La función que te habías propuesto pasa a segundo plano. Y de pronto este objeto o aquel otro se atraviesan en tu plan y te descolocan. Y el largo carrete de la memoria, ése que normalmente no rebobinas, se despliega ante ti. Y ahí tienes de pronto la Werlisa entre tus manos y te cuesta adivinar cómo funciona. Temes que ella se dé cuenta de tu torpeza y reniegue de tus dedos poco hábiles. La sacas hasta con dificultad de su estuche, tan desmañado te muestras. La observas y, aunque su morfología exterior se mantiene semejante a la técnica actual, la observas con sorpresa. Te saca la lengua y te hace creer que es más de lo que es. ¿Qué te pensabas, maldito, que estaba hecha de papel de fumar?, parece decirte. La ves como una máquina extraña y compleja. Y ya no sabes por dónde se mete la película, ni cómo tenías que ajustar la velocidad ni el diafragma, ni por dónde debes mirar, ni siquiera estás seguro de si el disparador es ese dispositivo que tenías que bajar con el pulgar. Y a duras penas caes en que esa otra palanca horizontal servía para pasar cada toma. Pusiste a prueba tu ojo y tus dedos como un artesano. Más manualidad no cabía en aquella juventud estrenada. ¿Recuerdas todavía dónde tiraste las primeras fotografías? Elegiste piedras, cómo no. Un terraplén de cascotes que sepultaba en pleno centro de tu ciudad las ruinas de una colegiata románica. Una rampa que te permitió registrar aquella decoración de ajedrezados que toda torre o puerta románica que se precie debe exhibir. Unos ventanales huesudos de ojiva que ratificaba que tras un estilo había llegado otro ocho siglos atrás. Para ser las primeras de tu vida, el blanco y negro las cuidó con esmero. No recuerdas, en cambio, cómo convenciste a tu padre para que te la comprara. Era un capricho. Y para ti sigue resultando un misterio cómo aquel hombre tan severo para ajustar los gastos domésticos cedió. Lo que ni él ni tú podíais intuir entonces era que sólo se trataba del principio. Avant, c’est le comence, continuez le combat...photographique! Sí, gracias a la fotografía encontraste muchas playas bajo el asfalto. Aún las sigues hallando.
Yo tengo una relación con una Zeiss Ikon desde hace mil años. Descubrí que traducía bastante fielmente mi mirada de niña, Mi padre me dejaba hacer fotos con ella, y salían bien. Recuerdo el paso del blanco y negro al color...Y recuerdo mi primera foto: el castillo de Alicante, en un mes de septiembre algo gris. Él, mi padre, me enseñaba a poner velocidad y diafragma, y luego lo seguí haciendo tal como me dijo. Tengo que llevarla a arreglar, Fackel, y rescatar esa parte de mi vida. Saludos y buena noche.
ResponderEliminarYashica, my first true love.
ResponderEliminarMe has hecho levantarme y sacarla de su estante. Fotómetro a punto, carrete cargado... lista para mí.
¿Todavía revelan o tendré que montar el laboratorio?
Buenas y "viradas a sepia" noches
Lagave, ni se te ocurra tirarlaaaaa. Lo tuyo es de lujo. Qué maravilla. Seguro que si te la arreglan bien aún saca buenas fotos. La lente de primera, ¿no?
ResponderEliminarGracias por pasar. Buena noche.
Aragonía, parece que nos hemos puesto todos retro, jaj. Vas a tener que mendigar el revelado, creo. Pero me has dado empuje. Tal vez pruebe a colocarle un carrete, si aún existen. Utilizar la cámara de los quince años para ver el efecto de la vida con unos cuantos más. Genial, Ara. Qué divertido.
ResponderEliminarUn abrazo, que me has enternecido con la idea.
Por cierto. Se admiten más impresiones sobre la primera cámara que cada cual ha tenido. Incluso sacarla a un post, para que los demás la veamos. Libre, oigan.
ResponderEliminarMi hermana mayor tenía una werlisa como la que muestras.
ResponderEliminarNunca me la dejaba y un día se la quité. Se me cayó...
La primera que tuve fue una de clik-clik.
La tengo guardada. La buscaré.
Recuerdo una Hanimex,parecida a la tu Werlisa, aún la tendré por algún rincón...y recuerdo esas de plástico cutre que son las únicas que los padres te dejaban llevar en las excursiones del cole...y después ya vino mi Nikon con un teleobjetivo de 28-200 que no veas lo que fardaba con ella...y no digo lo que me han traido este año los reyes porque se os van a poner a todos los dientes largos...
ResponderEliminarBesos
Aquí. Mala mano con las cámaras en tus orígenes, ¿eh? Bueno, seguro que la Werlisa resistió la caída. Tengo alguna experiencia similar con una reflex pre-digital. Ahí, cierta caída de una altura en la montaña me destrozó la máquina, pero aunque me dio rabia, a cambio no me destrocé yo. Una por otra, no se puede tener todo, jaj.
ResponderEliminarRat, para, para, no nos lo cuentes...nada de afilarnos los dientes, que los aficionados a la fotgrafía no somos insensibles. De todos modos, aprovecha los recursos de la técnica para respaldar tu visión de las cosas. Lo importante, Rat, es la mirada, ¿no te parece? Y si la cámara ayuda...ni te cuento.
ResponderEliminarBs.Ns.