martes, 8 de mayo de 2007
El vuelo
(Variaciones XII)
Nutrirse de tu aroma, como un ave de paso. Libar ese jugo que al mordisquear tu seno se queda entre mis papilas. Mordisquear tus pétalos hasta adherir su textura a mis labios. Las garzas revolotean ante nuestra presencia. No huyen ni desisten. Transmiten la noticia de mi alojamiento repentino. Te atraigo y me repelo. Los años deberían haberme concedido serenidad y sin embargo respondo solicitándote. Debería confirmarme seguro y me hierve la sangre del encuentro adolescente. Aparento impositivo pero me muestro rendido. Mis heridas aseveran su gravedad, pero tu atracción me torna liviano. Pesan los encallecimientos de mi voluntad, y no obstante me revelo novicio. Aparento firmeza y arriesgo volubilidad. La vida es paradoja en cada instante, incluso cuando la calculamos previsible y aburrida. Lo establecido es una consecuencia del desistimiento. Y al volar, saltan por los aires los frágiles nidos de la experiencia. Catarte. Aspirar las fragancias violetas que calman mis tribulaciones. Admirar la permanente novedad de tu sonrisa. Rozar con mis dedos lentamente la estructura de tu talle. Inhalar los profundos vapores del deseo. Lo sé. Ante mi presencia, un rayo de malicia iluminará tu rostro y te poseerá. Yo caeré. Me dejaré derribar. Todo es frágil hasta el fin de los días. No se sabe si es la fortaleza o la endeblez las que trazan la fina línea donde renacemos. O el combate incitante entre ambas. Acaso la persistencia. Todo es tal vez una apariencia. Siquiera un sueño. Siempre un vuelo.
(El hombre ha llamado a su puerta. Como el destino. Como el pájaro que busca)
Tanta sensorialidad me ha conmovido. Qué poder de representación el de las palabras.
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