viernes, 20 de abril de 2007
Diwan
En una librería de viejo encuentra Diwan, la obra maestra de Gunnar Ekelöf, el poeta sueco por excelencia del siglo veinte. Mientras hojea el libro se siente poseído por el espíritu de letra e imágenes de William Blake, y el seísmo de Urizen se le planta delante y compara y la blasfemia redentora se le consagra como una necesidad inevitable y una racionalidad salvadora. Abre Diwan y lee, por ejemplo, aquella parte del poema que dice...
El Diablo es dios
y Dios es diablo
y a mí me enseñaron
a adorar a ambos
a uno de una manera
al otro de otra
pero ambas maneras eran idénticas
porque las dos eran igual de autoritarias
Hasta el día en que conocí
el Amor, brecha
entre los dos contendientes
el Amor, un rayito
de luz entre los labios sangrantes
La brecha por la que
entran los elegidos
al mundo de indiferentes
Indiferentes los que adoran a un Dios
Indiferentes los que adoran a un Diablo.
Se sumerge en la noche, y desbordado, trata de descubrir pausadamente un poema de mitos embriagador.
(La pintura superior es de William Blake; en la foto de abajo, Gunnar Ekelöf)
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