miércoles, 4 de octubre de 2006

Erich Fried contra el asco

Empieza a sentirse asqueado. Las viejas santas alianzas siguen corrompiendo la política como antes corrompieron los recursos como antes corrompieron las relaciones como antes corrompieron las imágenes como antes corrompieron los valores.
Tal vez querrían corromper los conceptos. Pero mientras no lo logran, intentan adaptarlos a sus fines.

La vía es la de siempre: la apropiación. No contentos con tratar de hacerse con todos los márgenes habidos y por haber de los negocios, del poder y de la opinión pública, desearían capturar los espacios civiles, vaciar de contenido las representaciones pactadas, ahuyentar las ilusiones.

El hombre no siente sino repugnancia por esa tribu arcaica y avariciosa. Por sus objetivos, por sus medios y por su estética. Teme que el pulso que mantienen con la sociedad en base a la mentira, los despropósitos y la ignominia haga mella en ella. Naturalmente, las dificultades ponen a prueba siempre la salud del cuerpo. Pero en tanto en cuanto éste no se manifiesta en su recuperación, le preocupa el enigma. Siempre asomando su hocico, las vetustas santas alianzas que creímos fantasmas de nuestro pasado: los permanentes esclerotizados, los taimados dogmáticos y los demagogos oportunistas conspiran entre las ondas y el papel presos de la rabia y de su propio desencanto.

El hombre ha ido a ciegas hasta una estantería. Ha cogido un tomo extraviado, Cien poemas apátridas, del austríaco Erich Fried, un libro de esos que crees que no vas a necesitar nunca más, después de la moda de los episodios históricos que lo requerían. Y entonces es cuando te das cuenta de que un libro que dice es un recurso sin fin o de eterno retorno. Y lee:


SEGÚN UNA ANTIGUA ANÉCDOTA

"¿Cómo conseguiste

tú solo

hacer sesenta prisioneros?"

El interpelado rió:

"Muy sencillo,

los rodeé"

De esta forma

también yo quiero

rodear las sesenta mentiras

y las seiscientas sesenta y seis

vilezas

que nos dominan

Todavía no sé

cómo

pero al final

será muy simple

pues no puede ser de otro modo

Y entonces me reiré

(Las pinturas son del peruano Alberto Quintanilla y en la foto adjunta, Erich Fried)

3 comentarios:

  1. Ah, Fackel, ¿pero hasta ahora no te habías sentido asqueado? ¿Qué sucede ahora que no venga suediendo al menos desde hace dos años largos? Como amigo: ¿has descubierto aquellos dones que los eclesiásticos católicos enominan virtudes cardinales? Ya ves, hasta esos dones se los han apropiado una de las fuerzas dogmáticas que tú citas, como si sólo fueran propiedad de ellos. Pue eso, ahora mismo te deseo templanza, que seguro que fortaleza no te falta.

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  2. Gracias Fackel, no conocía a Erich Fried. Y habrá que rodearlos no?. Pero nos pillan cansados, sobre todo acostumbrados a tanta mierda (con perdón).Y además todos han aprendido a nadar y nosotros no nos damos cuenta de que nos ahogamos.
    Entiendo que te sientas asqueado.
    Un saludo

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  3. Me encantan las pinturas del tal Quintanilla (por cierto, hay varios pintores con este apellido)que has escogido para iluminar tu rabia. Ni a propósito ni hechas por encargo para representar a esa malhadada y recalcitrante santa alianza de la que hablas. La representación bestiaria y monstruosa es antigua en la historia de las imágenes y del arte. Hoy vienen bien para desacreditarlos y caricaturizarlos, pero lo que nos dan miedo no son esas imágenes, sino los comportamientos de esas fuerzas de la mentira. A mi me da más asco cuando les veo a través de los noticiarios en el hemiciclo parlamentario, con esas caras de cínicos, chulos y fracasados.

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