Hojeando un libro de fotografías de Henri Cartier Bresson se entiende que el paisaje de la ciudad sea sobre todo el paisaje humano. Y como todo paisaje, puede mostrarse cálido o frío, solitario o bullicioso, acogedor o repulsivo, depende de la hora, de la luz o de los elementos. Pero hay que captarlo y aceptarlo tal cual es. En las fotos de HCB los individuos posan, actúan, ignoran o se paralizan ante la sorpresa. No lo sabremos con exactitud. La mayor parte de las veces prosiguen como si ningún extraño acechase. Unas veces el fotógrafo llegó en el instante preciso, en otras ocasiones la circunstancia sorprendió al visor, otras más la escena reveló el argumento por azar.
Las fotos de Cartier Bresson se sobredimensionan en su perspectiva integral. El conjunto y el detalle particular se imbrican en una armonía de lenguaje. Es lo que ordinariamente ocurre en la vida habitual de las ciudades, ¿no? Hay fotógrafos que hacen la toma desde fuera. Pero el ojo del Bresson se integra en la escena. Y lo observa como un miembro más. Es un participante admitido. Por eso las escenas no se rompen ni las gentes se alteran. Y persisten en sus comportamientos, como si el ángel de la imagen no hubiera pasado por allí.
Las conductas humanas escriben sucesos que están aconteciendo y desde la visión de Bresson se nos transmite una percepción honda de que perpetuan momentos irrepetibles. Pero no se para la acción, no queda esa sensación de lo inexistente que nos transmiten otras fotografías.
Está claro que las situaciones callejeras dictan más historia que las lecciones de libro o que los acuerdos de los parlamentos. Cartier Bresson lo sabe y se ratifica en cada descubrimiento. Bajo su Leica osada y sagaz los grupos humanos adquieren carta de naturaleza digna, sobre todo los más miserables. Sigue impresionando visionar a estas alturas esas fotografías de la España de primeros de los años 30, del México humilde o de las banlieues parisinas, donde el lumpen y la condición obrera son elevados a categoría de existencia mediática (la real era ya por desgracia constatable e innegable)
La perspicacia y la habilidad de Cartier Bresson han fundido la vida y el arte. A mi me sigue pareciendo que las tomas de HCB siguen siendo cosa de menage a trois.
Bresson es muy Bresson. Muchos le han imitado, e incluso muy bien, pero siempre será tan cautivador...Su aprendizaje surrealista le beneficia conceptual y artísticamente. Naturalmente que funde vida y arte. Y eso el espectador lo siente, y lo agradece.
ResponderEliminarTienes razón Pardo.
ResponderEliminarFackle me gusta mucho la aparente sencillez y almismo tiempo profundidad con que has analizado 'psicologicamente' el punto de mira de este gran fotógrafo que a mí parece genial.
Un saludo
La vuelta al mundo de la mano de Cartier-Bresson es única. Como si leyeras todos los reportajes de todos los periodistas concentrados en imágenes. Sus noventaytantos años de vida han sido un favor y un don para la humanidad. Está bien que lo cites Fackel, aunque las exposiciones de su obra se reciclan por todos los países, también es además de documento y estética una virtud de memoria viva. En estos tiempos en que tanto se habla de recuperar la memoria, la propuesta de la herencia del fotógrafo francés es NO PERDERLA.
ResponderEliminarSaludos.