sábado, 18 de mayo de 2024

Las inoportunas parálisis en la vida

 



No fui nunca excesivamente habilidoso. En el servicio militar no se me daba mal ejercitar la carrera, subir por una maroma o tirarme cuerpo a tierra y afinar la puntería. De hecho, me seleccionaron para un cursillo de francotirador, que decían de manera más rimbombante tiradores de élite. Eso de ser francotirador con objetivos estáticos no tenía ni mérito ni emoción, pero llegaron a premiarme. Sin embargo en otros ejercicios la maña, bien fuera por nervios o porque no acertara con el artilugio, me traicionaba. 

Recuerdo un día en que fuimos a practicar con granadas de mano. Era habitual que me costara un poco desprender la cinta de la espoleta con los dientes, arrojar lo más lejos posible el artefacto y tirarme de bruces al suelo, resguardándome siempre tras unos sacos de arena. Antes o después lo lograba. Pero aquel día que pudo ser fatídico no sé qué me sucedió. 

Ante la orden del sargento chusquero me dispuse a colocar mi cuerpo en acción para arrojar la bomba de mano lo más lejos posible. Le pegué la dentellada a la cinta pero sin embargo fui presa de la inacción. ¿Saben lo de la cámara lenta del cine? Tuve de pronto la sensación de que no coordinaba mis movimientos y que sujetaba el artefacto con ligereza excesiva, demasiado volátil. Arrancar la cinta de seguridad me estaba pareciendo un proceso largo, inacabable. Permanecí inmóvil en una posición difícil de precisar. Yo miraba tontamente aquel ingenio maligno. Incluso presentí un diálogo sordo con él. De pronto lo que tenía en la mano no me parecía familiar. Me desagradaba la forma cilíndrica, las estrías de su superficie, el mismo color terroso oscuro con que venía de fábrica. 

Todo el mundo pendiente de mí. Hasta el suboficial dudó y creo que le contagié la parálisis. El recuerdo vago que tengo es que me quedé contemplando el fruto prohibido en la mano y que las voces del superior retumbaban mientras a mis compañeros, atónitos, se les congelaba el alma. 

Ellos a dos metros de mí. Tírala, tírala de una maldita vez, oí la voz tronante. Pero yo permanecía indeciso, despistado, casi indispuesto para ejecutar el lanzamiento. Sentía mi mano agarrotada sobre la bomba. No soltaba aquella carga destructiva y mi cuerpo vacilaba en una postura retorcida, nada cómoda. 

De pronto los dedos se fueron relajando, la palma se abrió como una ofrenda perversa. Sentí cómo me orinaba. Las voces me llegaban de todas partes, pero las recibía apagadas, dispersas. El tiempo se detuvo. Fue una escena también de cine. Alguien corta por un instante el proyector. Silencio mudo y expectativa. No recuerdo si el público pateaba o estaba sin palabras. Los instantes, tan largos. 

Si fue un calambre o estar sufriendo una abducción lo que me atacaba no se supo nunca. La granada se deslizó juguetona entre las piernas de los reclutas próximos. Yo con la cinta aún entre los dientes y aquél explosivo yaciendo inútil por los suelos para relajada sorpresa de todos. Sin explosionar. Qué suerte, cabrones, repetía una y otra vez todo sudoroso el sargento. Defecto de fábrica. Pero tú...y me acusó energúmeno, disfrutando de toda clase de improperios. 

Mejor evito relatar la disciplinaria que me vino a continuación. Pero aquello me sirvió, un tiempo después, para escalar entre los tiradores de objetivos móviles. Era más seguro para los míos. Las figuras de paso que se pusieron a tiro no podrán decir jamás lo mismo.


  

* Imagen: Galo moribundo. Copia en escayola de 1885, sobre una copia romana del siglo III antes de nuestra era. Casa del Sol. Museo Nacional de Escultura de Valladolid,


28 comentarios:

  1. El paso fue aterrador; y un alivio en momentos así el defecto de fabrica, Fsckel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No era nada agradable la situación, y es que los despistes pueden ser fatales en determinadas tesituras.

      Eliminar
  2. Terrible anécdota personal. Yo viví una más placentera. Palma de Mallorca (1968) CIR14, lanzamiento de granadas de mano, va el Peruga (que estaba como una cabra, pero era un tipo con pasta y con su Mini-Cooper en la mili) que se ve, se había preparado una falsa granada (no se supo de donde la sacó) y a la hora de lanzar en vez de adelante, la soltó para atrás donde estaban todos los gerifaltes. No ves como corrieron, lo que no se es si se mearon encima. El Peruga salió bastante bien parado, no hay como tener pasta. Pero recuerdo algo que me dijo unos días más tarde: Aquello no tuvo ningún mérito, la granada tenía que haber sido de verdad.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues si llega a ser de verdad no le libra nadie de juicio sumarísimo y fusilamiento.

      Eliminar
    2. Ostras, Francesc! Yo estuve en el CIR14 en el 72. :)

      Eliminar
    3. Huy lo que sale a relucir. Pero dejaros de gaitas: tiempo pasado.

      Eliminar
    4. Aunque vienen unos tiempos o, mejor dicho, quieren venir...

      Eliminar
  3. Inés González Soria18 mayo, 2024 11:15

    El miedo no es como el coraje dice un refrán, esos bloqueos en momentos claves son espeluznantes. Quizá era una granada de fogueo para el entrenamiento probando la reacción psicológica del joven conscripto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, sí, granadas de fogueo. Conozco un caso muy cercano y familiar de alguien que desactivando al final de la guerra civil granadas le explotó una por mala por no decir perversa indicación de su superior de turno. Y adiós muy buenas.

      Eliminar
  4. Quiero suponer, aunque no se menciona, que era una granada de fogueo. Y tambien que no es un relato autobiografico.
    Y la forma cilindrica? era un soldado naZi?
    Galo moribundo,¿ quieres decir que se entretuvo en leer un pergamino? Cuantas preguntas, no?
    Abrazooo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Existen las grandas de fogueo? Ah, sí en las Hazañas bélica, tebeo de mi infancia y en filmes sobre buenos y malos.

      Yo soy un hombre de preguntas como tú, Gabi, y de escasas respuestas, y las que obtengo son muy relativas.

      Eliminar
  5. Penso en la meva impotència a la carrera on ho suspenia tot al principi, on fins i tot una vegada vaig marxar d'un examen i vaig renunciar a l'assignatura. Que em va servir, com a tu, "para escalar entre los tiradores de objetivos móviles", per fer una altra assignatura en comptes d'aquesta, en la qual vaig treure un excel·lent. L'únic, com el lliri blanc de Van Gogh entre els blaus.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué asignatura sería, me pregunto; no hace falta que respondas. En otros tiempos el cuerpo se prestaba a infinidad de osadías.

      Eliminar
    2. Crec que era "Història i cultura dels Països Nordamericans" la que vaig deixar. I la de l'excel·lent, "Hermenèutica literària" amb Jordi Llovet, en relació a Kafka. Es podia fer un examen jugant-s'ho tot en una hora i mitja, o un treball que vaig titular "Avatars de la vida de Kafka i algunes de les seves narracions". Llovet té molt de carisma.

      Eliminar
    3. O sea que eres kafkiana, vamos, quise decir entusiasta de Kafka. Aunque ser kafkiano es un estado anímico y expresivo muy particular que a veces nos embarga.

      El otro día moviendo fotos me encontré una en que aparezco con la kipá -recordarlo no me impide criticar duramente la barbarie israelí en Gaza- al visitar la tumba de Kafka y familia. Y es que un bondadoso y anciano portero del cementerio nos pone tal casquete a los hombres cuando entramos en el recinto.

      Eliminar
  6. Haciéndose eco de máximas antiguas parejas, Unamuno dijo que el ejército era el único cimiento con el que se podía dar una base seria a España. ¿Sería cosa de extrapolarlo al mundo en general e indagar en ello?

    Chiloé

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues, querida Chiloé, me parece que los hechos no ratificaron tal cimentación expresada por Unamuno. No tuvo tiempo de corregir su deficitaria observación. No voy a abundar en el tema. Yo no extrapolaría nada sin estar mínimamente seguro.

      Eliminar
  7. Tremenda anécdota que, me alegra, puedas hoy contar. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo cuenta el narrador, Neo. Yo soy intermediario.

      Eliminar
  8. Menuda anécdota, es para no creérselo!!!
    En mi periodo de instrucción, corría por radio macuto, que los buenos con el cetme, pasaban a un subfusil mucho más eficiente y pesado.
    Con lo cual, hasta que no me pillaron, me dedicaba a disparar a las dianas de los compañeros que tenía al lado, que sí querían destacar en el tema, luego el sargento que era de milicias me dijo que disumulara mi poco espíritu militar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un amigo íntimo mío fue alférez de milicias y era un bonachón con los soldados. Él ni tenía fe ni espíritu guerrero. Lástima que ya no esté.

      Eliminar
  9. Coño! Parece que esto de los ejercicios del lanzamiento de granadas de mano, se generaliza en el anecdotario reclutero. En mi caso, en el BIR nº1 (Aaiún, Sahara) el artilugio lanzado por un vasco, no tomó el trayecto parabólico esperable, sino que ascendió como un Falcon X de Elon Musk para caer a escaso metro y medio del sujeto. Afortunadamente, al otro lado de una especie de muro compuesto por sacos. Aun así, después de un mes y medio en el hospital militar, volvió a casa con su brazo izquierdo prácticamente inútil. Aprendí que los vascos también lloran

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Joder que si lloran, aquel supuesto RH - de Arzallus y antes del Sabino no les protege.

      Eliminar
  10. Creio que todos temos esses momentos de paralisia...sabemos que temos que agir, mas nada nos obedece... e aquela indecisão pode ser fatal...
    Beijos e abraços
    Marta

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es. Aunque en ocasiones hay paralizaciones que nos salvan también de una catástrofe. Es parte del vivir.

      He alucinado con los vídeos del meteorito o lo que sea sobre Porto. La iluminación del Douro y el puente de Eiffel.

      Eliminar
  11. Quizá pasó que tu interior NO belicista pudo con el exterior, la granada de mano, y se paralizó el cuerpo.
    De la mili nada que contar. No fue interesante.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para mucha gente lo fue, incluso ha subsistido la experiencia como tema repetitivo de conversación para muchos, durante un tiempo, que todo aburre.

      Eliminar