domingo, 15 de diciembre de 2019

Naida. De aquellos los expulsados




El extranjero iba absorto mientras merodeaba por aquel barrio del que le había hablado el buen Petar. La historia depara análogas experiencias a la humanidad, no importa el tiempo ni el lugar. ¿La historia o la vida? Se corregía a sí mismo, buscando la argumentación más lógica. Pero qué importa eso cuando el viajero se empapa de paisajes desconocidos. Miró la altura y recordó que desde allá arriba los francotiradores hacían la vida imposible a los sitiados, según le habían contado. Por qué vinculó un padecimiento reciente con otro antiguo, aunque de diferentes características, se lo explicó a sí mismo como una asociación de ideas desordenada. O acaso por la proximidad del viejo cementerio judío, donde yacían descendientes de los que fueron hace varios siglos expulsados de su propio país y acabaron en Sarajevo. Sintió con intensidad que los de aquella otra cultura le reclamaban. Sus pensamientos se alteraban a medida que caminaba entre tumbas maltrechas. Nadie está seguro en ninguna parte, pero como ocurre siempre, unos menos seguros que otros, concluyó con tristeza. Pero era emoción lo que percibía al penetrar en un territorio universal, el de los muertos. Los muertos pertenecen a la misma cultura, pensó. La de la nada. Da igual de qué país o religión o ideas hayan sido, lo cierto es que las tumbas los representan por lo que fueron, no por lo que no son ni volverán a ser. Se rió de su perogrullada. El hombre muchas veces pensaba de esa manera en apariencia contradictoria, pero era su estilo o, mejor, su método. Se provocaba a pie de cada nueva visión. Ya tendré tiempo luego de poner en orden lo que veo y cuanto me dice mi mirada. Al leer las lápidas en una lengua que prácticamente era la misma de aquel otro país de procedencia hace quinientos años el hombre se admiró pero también se hundió en un pálpito. ¿Cuántos como aquellos se habrán visto obligados a exiliarse desde su propia tierra en los últimos siglos? Se estremeció al recordar lo que había estudiado y lo comparaba con lo que seguía sucediendo todavía en tantos sitios. Minorías étnicas o culturales condenadas a irse a la fuerza de su mundo habitual, salvo que renegaran cediendo así ante la religiosidad triunfante. Minorías perseguidas hasta la muerte sin opción alguna, por mor de ideologías totalitarias. Minorías sentenciadas a la miseria por guerras y conquistas entre poderes hegemónicos y otros que pretenden serlo. Eran pensamientos viscerales, rápidos, cargados de pena y de espanto. Preñados de una bondadosa identificación con cualquier miembro del género humano que hubiera padecido. A todos nos puede pasar, concluía. A todos nos pueden despojar de lo poco que poseemos. ¿Nos quitarán también a nosotros el suelo bajo los pies, como a otros se lo han quitado?, se preguntaba azorado mientras contemplaba las tumbas ajadas de aquellos descendientes de los expulsados. Y sin embargo, pensó, qué torpes los ejecutores de la persecución. No pudieron quitarles el idioma común. Y qué hermosa gratitud la de los desterrados, conservando durante tantos años el mismo habla.

El hombre solitario leyó con cariño y lentitud los nombres y los epitafios de las lápidas. Miró las fotografías. Calculó los años de vida que habían tenido. Se aproximó hasta las tumbas más antiguas; piedras hincadas, caídas, heridas por el olvido. Se sentó a contemplar como un empedernido paseante romántico la lluvia exuberante y protectora de los sauces llorones. Evocó a aquellos muertos más fieles con su pasado y su lengua. Ellos sí podrían decir con derecho y convicción, pensó, y no como los poetastros vacuos o los políticos oportunistas: nuestra lengua es nuestra patria. 






(Fotografía de Inés González)

27 comentarios:

  1. A todos, sin discusión, nos puede pasar. Perder referencias, por lo que sea, ha de ser duro.

    Un abrazo y semana bonita

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    1. Si solo fuera perder las referencias, Albada...Piensa a fondo en ello.

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    2. Precisamente lo que no perdieron los judíos sefarditas fueron las referencias, de las cuales la lengua fue la más importante.

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  2. Me gusta pasear por los viejos cementerios de pueblos pequeños, de esos en los que casi no hay nichos y todos están enterrados en el suelo, con o sin lápida y recordatorios varios. Y no entiendo ese comportamiento de los que incluso persiguen al diferente profanando tumbas. Esto se aparta un poco de lo que dices pero no mucho.
    Saludos.

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    1. Tiene que ver. A mí también me gusta. En los de costa, que conozco menos, hay los que están al borde del mar, con sepulturas de gente de allende los mares y con inscripciones muy interesantes. Todo un mundo (el de los muertos)

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  3. Este texto consigue que todos los tiempos se fusionen en uno, el presente del narrador. A veces se tiene esa conciencia cuando caminamos por los lugares en los que la historia ha convertido a los seres humanos en una huella invisible.

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    1. Creo que es el ámbito apropiado para hacer reflexiones y consideraciones profundas.

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  4. Lo que es increíble es que mantengan tantos rasgos comunes con la lengua originaria después de tanto tiempo.
    Me da vergüenza como español lo que se hizo con aquellos compatriotas nuestros.
    Los expulsados, los deportados, los perseguidos, los enterrados sin memoria... son todos hermanos de infortunio independientemente de su religión, de su etnia o de su origen.
    Un saludo.

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    1. Es un tema que me conmueve. En Sarajevo prácticamente no quedan de habla ladino, aunque enterrados en el cementerio judío hay muchos sefarditas. Observa la foto con atención.

      Estoy de acuerdo contigo: la fraternidad del infortunio. Pero es triste que la fraternidad venga por ese lado, ¿no?

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  5. Una imperdonable mancha en nuestra historia y en la de cualquier país.

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    1. A la expulsión de los judíos tienes que añadir la de los moriscos que fue mucho más tarde.

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    2. No olvido, me refería a todo tipo de exilio forzoso, incluido el de tantos ancianos enviados lejos de sus hogares.

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    3. Cuando los expulsadores expulsan o mandan a campos de concentración o a Siberias no se andan con contemplaciones de edades ni sexos ni humanidad alguna.

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  6. Pensar y reflexionar son ejercicios necesarios para la salud mental. Tus entradas facilitan estos ejercicios..

    Gracias y saludos

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    1. Ya que me dices eso te confesaré que precisamente escribo estas ocurrencias para higiene mental y disciplina saludable. Ya envenenan bastantes otros temas que en su momento me hicieron callosidades. Te agradezco la observación, Luis Antonio.

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  7. Me he quedado pensando y en mi trastocado cerebro, unas cuantas neuronas han parido un pensamiento. Este:
    La muerte nos viste a todos de un mismo uniforme que nunca hemos visto

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    1. Total, un uniforme para la misma tropa, el mismo ejército, la misma bandera, el mismo frente...

      Ácido aforismo el tuyo, pero certero.

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  8. A todos nos pueden despojar de lo poco que poseemos..."

    No se porqué me viene a la memoria la última frase que pronunció Pedro Muñoz Seca delante el pelotón de fusilamiento:

    «Podéis quitarme mi hacienda, mi patria, mi fortuna e incluso —como estáis al hacer— mi vida. Pero hay una cosa que no podéis quitarme: ¡el miedo que tengo ahora mismo!»

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    1. Sí, siempre oí de esa frase casi epitafio, ignoro si será real o se la aplicaron posteriormente por aquello de que era un comediógrafo y, por lo tanto un humorista.

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  9. Tiendo a mirar más el cielo que los cementerios. Siempre hice mío el final de Una bolsa de canicas "Cada hombre de bien que nos deja es una estrella que brilla en el cielo".

    Adriana


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    1. Sí, muy bonita la frase, o el pensamiento poético, pero también es un vacío en la Tierra, que es lo que me sugieren los cementerios.

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  10. La muerte nos iguala a todos. Se debería siempre respetar al fallecido. Las tumbas anónimas... creo que eso es una ignominia.

    Escribes muy bien. Este texto da pie a una reflexión profunda.

    Abrazos
    Ana

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    1. La muerte no tiene mérito alguno. Por lo tanto ni nos iguala ni nos diferencia. Otra cosa es la memoria que decidimos mantener y la secuela de rituales que se establecen -cada vez más rápidos y reducidos- para honrar o cumplir con la despedida. Hay tumbas anónimas en muchas partes, las inscripciones se han borrado, muchos sepulcros han sido profanados (en Sarajevo también) En mi ciudad un sector del viejo cementerio está repleto de tumbas borrosas, apenas es una delimitación de tierra, con sus símbolos caídos, o sin símbolos, el lugar de reposo, por decirlo así, de los que no eran de la religión dominante, y sí librepensadores, masones, protestantes, suicidas. Si a ello se le suman las diversas fosas de fusilados del golpe de 1936 el panorama de cómo consideran los vivos a los muertos no resalta prcisamente por principios ni de igualdad, ni de fraternidad, ni de caridad.

      Ana, sobre cualquier tema o visión se puede reflexionar, pero los cementerios permiten una reflexión tranquila, libre de prejuicios y visceralidad no sobre los muertos, sino sobre la impunidad de los vivos en cualquier circunstancia histórica.

      Gracias por leer, un abrazo.

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  11. Es un relato para pensar profundo. Historia y vida suelen entrelazarse de forma inextricable... la primera da fe de la segunda y ésta nutre a la primera... y sí, la Historia da fe de exilios, desarraigos, totalitarismos y otras razones y sin razones de por qué la vida a veces se complica... la lengua en la que se muestran las inscripciones de las lápidas da fe del arraigo de los muertos pero también da referencia a los vivos sobre los orígenes, sobre el tránsito y sobre los finales... algunos trágicos... pero estando vencen al olvido...

    Me ha gustado el relato y me ha hecho pensar en ciertas tribulaciones étnicas...

    Abrazo

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    1. Sí, tal como dices. Tras tu último párrafo y pensando en la larga marcha de la Humanidad solo se me ocurre: La Historia es la relación de todas las tribulaciones de los hombres.

      Gracias por leer y opinar.

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  12. Lamentablemente la historia se repite una y otra vez. ¡Cuántos viajeros obligados hay a lo largo del tiempo!
    Es obligado por mi parte pensar en aquuellos que pisaron antes que yo los adoquines de mi ciudad, de las ciudades que visito.
    Estupenda entrada, siempre nos haces reflexionar!!

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    1. Y uno no quisiera, pero me temo que se repetirá, de hecho ya se está repitiendo para algunos en este tiempo nuestro. Eso que dices de recordar a los que, sin conocerlos, vivieron pisaron lo que visitamos me pasa a mí también. Con especial sobrecogimiento cuando recorro ruinas de ciudades de la Antigüedad. O cuando me metía en cuevas: aquello era una sensación difícil de narrar, porque descubrir restos del Paleolítico, sus utensilios, desechos de comida, etc. impacta.

      Gracias por tu lectura, Undine.

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