sábado, 19 de octubre de 2019

Naida y los perros de Sarajevo




Cerca de la mezquita de Gazi Husrev-beg varios perros callejeros se nos aproximan. Se oye un silbido y casi todos echan a correr. Sin embargo, dos se quedan dando vueltas a nuestro alrededor.  Naida me tranquiliza. Vendrán a husmearnos, estarán atentos a ver si sacamos un cevapi o cualquier chuchería, nada de inquietarnos. No tienen dueños pero no nos verán como enemigos. ¿De qué hablarán los perros?, pregunté a Naida por decir algo. De nosotros, sin duda, saltó ella rápido. No solo de nosotros dos, por supuesto, sino en general de los humanos. O tal vez hablen de su maldita orfandad. Puede que incluso conserven una memoria, digamos biológica, de otros tiempos vividos por sus antepasados. Eso es fantasear demasiado, le replico. Pero quién sabe, al fin y al cabo esta vida de merodeo que llevan, buscando el alimento caritativo, disputando con otros perros o enfrentándose a humanos de los que intuyen que son poco amigables tal vez sea síntoma de que se estén volviendo salvajes. Ni la domesticación ni el salvajismo son etapas que se originan de un día a otro, precisa Naida. Pero puede que el estado salvaje sea una etapa adormilada en su genética, replico. O que sigan la tónica de los hombres, en los que si el estado de cosas es estable reina una normalidad, a la que suele llamarse paz, pero si en un momento dado nuestro sistema de vida salta por los aires los hombres nos enfrentamos manifestándonos como los animales más feroces. Naida se pone en guardia. ¿Es una indirecta por lo que conocimos aquí? Oh, no te molestes, y suavizo la voz para sustraer cualquier rastro de mensaje crítico. Son maneras de funcionar en cualquier parte del mundo. A nosotros también nos pasó y aún se mantiene viva una clase de memoria para descendientes de quienes sufrieron los horrores. Naida parece ignorar mi comentario, pero recoge la pregunta de antes. Me he quedado pensando en los diálogos de los perros. ¿De qué hablarán en sus agitaciones cotidianas? Se amodorran, juegan, se incitan, se encelan, buscan juntos el alimento, pelean por él si escasea...todo eso lo vemos, no tiene misterio para las miradas humanas, pero lo que piensen, lo que comenten ellos en secreto, ¿cómo será? ¿Qué clase de razonamiento, siquiera primario, esbozarán? ¿Qué sistema de comunicación analítica, a su manera, intercambiarán? Y lo que me intriga más. ¿Qué consideración mereceremos los de nuestra especie para ellos? Tus devaneos no tienen freno, suelto a Naida con cierta chacota. Son perros solamente. ¡Son listos!, dice y me devuelve una carcajada vengativa. ¡Y son sumisos!, salto yo, se venden al que les ofrezca algo en la mano. En eso, ¿se diferencian de los humanos?, se impone la mujer. Observa a estos mismos que no nos quitan ojo, intercambian miradas rápidas entre sí, están al tanto de nosotros. ¿Y si esas miradas contienen un lenguaje desarrollado que no necesitan palabras para interpretarnos? Estoy segura de que entienden lo que hablamos. Saben que son los protagonistas de nuestra conversación, y de ahí que estén pendientes de nuestros movimientos. Podría ser, le concedo a Naida. No hay más que ver las caras bonachonas, casi suplicantes, que saben poner. ¿No estarán pidiéndonos que los acojamos?, apuntillo mordaz.

La mujer se ha adelantado hacia los perros. Se agacha, acaricia sus cabezas, les susurra. Ya vi que lo hacía en otro paseo que dimos. Cómo te los ganas, Naida, deslizo quedamente. Chis, calla, me están contando historias muy interesantes.



(Fotografía de Inés González)

18 comentarios:

  1. La mujer que susurraba a los perros... Los perros son animales muy fieles e inteligentes. Li piensa que hablan de emociones y sensaciones. Pero también es mucho imaginar, querido Fackel.

    Saludos cordiales.

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    1. Emociones y sensaciones, así como instintos varios, no les falta a los perros, seguro. Seguramente no imaginamos lo suficiente el mundo interior de los canes. Me alegra que haya seguido escribiendo en su blog nipón, no obstante parecer china, Li Yan.

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  2. Según cuentan las estadísticas de la UE, hay solo en Sarajevo cerca de cincuenta mil perros callejeros,o los había, porque cuando abandoné el país en 2017 ya habían comenzado a desaparecer, tantos perros salvajes y portentosos molestaban al turismo. La misma UE se encargó en un comienzo de esterilizarlos y posteriotmente de aniquilarlos. Los perros de Bosnia no son serviles, y mucho menos se dejan acariciar, en manadas cruzan las noches cual lobos indómitos Es muy perturbador escucharlos, y si es invierno con muchos grados bajo cero más aún. Son perros poderosos, bien alimentados, la gente, el bosnio en general ama a los perros, son hijos o nietos de perros de casa, la guerra mató a sus dueños y errantes comenzaron a vagar por la ciudad. Alimentarlos es un acto amoroso. He visto en plena montaña casas rudimentarias que las personas construyen para que los perros salvajes pasen el invierno. A veces atacan, a mí nunca me hicieron daño alguno, crucé la manada en varias oportunidades, quizá el secreto radique en no segregar adrenalina. No siempre se puede, imponen mucho. Dudo que los perros hablen de nosotros, no somos en sus códigos tan importantes, y si lo hacen seguramente será como un eco lejano y triste casi traumático de los tableteos del pasado. Naida debe ser especial, para que se dejen acariciar...
    Saludos, muchas gracias por estos curiosos y amenos diálogos.

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    1. Tal vez la orfandad llama a la orfandad, no sé. Y mira, coincide con lo que expresa el relato. Los animales -también el hombre- sometidos a una situación que rompe la normalidad domesticada, digamos, reivindican el estado de salvajismo. Qué te voy a contar de las situaciones de países del mundo donde se ha demostrado esto con humanos, simplemente. Gracias a ti por esas fotografías tan vívidas.

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  3. Los perros guardan la memoria de lo que vieron. Tal vez los llantos de unos habitantes postrados ante la locura que les tocó vivir.

    Tal vez piensan, a su modo, qué bestias somos los humanos. Un abrazo

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    1. Fácil que sea así. Motivos tienen. Dicen que si ven sufrir a los dueños también sufren ellos. Buen anochecer.

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  4. Me encantan los perros, pero mi vida ajetreada me impide compartir hogar con uno. A veces parece que te hablan cuando les miras a los ojos.

    Un beso ladrador y poco mordedor.

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    1. Lo importante es que te lleves bien con los animales de dos pies. Los perros tienen su punto. Pero no comparto convivir con ellos por moda, como es de hábito y costumbre en estos tiempos. Ja, está bien lo de ladradormordedor. Curiosa variante.

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  5. De las bestias callejeras son las que menos miedo me dan. Buscan cosas simples: comida, afecto...
    Un saludo.

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    1. Sí, porque hay otras que espantan por lo que buscan de manera retorcida e ineducada, y además resultan insaciables. Saludos.

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  6. Nunca he sabido relacionarme con los perros. Les temo y por eso ellos me miran con recelo. Armamos un círculo vicioso.
    Un abrazo

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    1. Un círculo de alejamiento mutuo, es decir que ellos te tienen miedo y tú pánico a ellos. Adrenalina que detectan en ti y que presumen que puedas ser agresiva, jaj. Bueno, hay mucha gente así. Yo tampoco tengo la misma actitud con ellos todos los días. Ni necesidad, complican la vida más de lo que la tenemos.

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  7. Una de las cosas más llamativas cuando uno sale de los países del primer mundo es la presencia de los niños y de los perros en las calles. Yo recuerdo aún una España así.

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    1. y yo. Niños que entonces podían jugar por doquier -pocos vehículos y tasa de natalidad alta- y perros sueltos, entonces los perros solos los tenían algunas mujeres mayores y solitarias y en casas, que no pisos. La moda de hoy es eso, moda. Yo que los perros con dueño no me fiaría de los dueños; si un día vienen mal dadas se convierten en perros perdidos sin collar.

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  8. No he tenido buenas experiencias con perros salvajes. Hace bastantes años, haciendo el camino se Santiago en otoño-invierno, junto a la Cruz de hierro, una manada de perros vino hacia nosotros, y uno de ellos, negro, con los ojos rojos, se lanzó hacia mí a morderme sin ninguna provocación por mi parte. Iba con dos compañeros -era una mañana de niebla poderosa, el lugar era misterioso- que lo ahuyentaron con sus bordones. Yo apenas pude reaccionar. Me mordió en el pantalón pero no atravesó la tela del vaquero. No ha sido la única ocasión pues otra vez me mordió también un perro haciendo una caminata por el monte. En esta ocasión tuve que ponerme la antitetánica. Así que me dan cierto miedo los perros sueltos, no me fío, especialmente en parajes desolados.

    Muy hermoso el texto. En la serie Chernobil de HBO, también aparecen multitud de canes sueltos en los bosques de la central y los liquidadores tienen que matarlos, a pesar de la inmensa pena que les dan.

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    1. En mis tiempos de niñez y juventud también tuve alguna que otra experiencia, en una ocasión tuve que ir a la casa de socorro (el único establecimiento sanitario que había en una ciudad para este tipo de temas), pero casi siempre las afrontaba con un método que hoy ya no podría practicar: correr como alma que lleva el diablo o plantarles cara para asustarlos. Y ojo, que muchos perros que sus encantadores dueños sueltan por los jardines (algo no admitido) también dan sus sustos. Yo creo que los salvajes porque son salvaje y los domesticados porque sus dueños ´son conflictivos, si no de qué.

      Me han hablado de esa serie, no tengo ni ese ni ningún otro canal de pago, estoy casi casi fuera del tiempo, jaj. Salud y paciente lunes.

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  9. Fáckel:
    no sé si ha sido intención tuya, pero leo el texto como una metáfora de la realidad inmediata que vivimos.
    Los perros se asalvajan con una facilidad pasmosa y luego es difícil que vuelvan a confiar o reconducirlos. Con las masas pasa algo parecido. No hay nada más peligroso que una masa: esas masas que aplaudían a Franco. Esas masas que aplaudían a Hitler. Esas masas que pululan por ahí.
    Salu2.

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    1. Totalmente de acuerdo contigo, esa sensación tengo yo siempre. Lee "Masa y poder", de Canetti. Et allias.

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