sábado, 19 de enero de 2019

Naxos. Entre los olivos












"...preferimos la catástrofe a la reforma, antes elegimos inmolarnos que repensar el mundo y no lo repensaremos más que en medio de las ruinas".

Albert Caraco, Breviario del caos.


El antiguo remero ha ido al alfar a buscar a la pintora de copas. Hoy ya has trabajado mucho le dice Naxos a Thera apartando los pinceles de sus manos. Son jóvenes pero su pensamiento ha madurado tras las vivencias soportadas. Tan diferentes en ambos. Tan próximas en el sufrimiento. Si volviera algún día al mar no sería para arremeter contra las gentes de las ciudades costeras, dice el remero. Tampoco para llenarme la cabeza de aventuras imposibles, pues ahora sé que estas conducen a lo otro. Thera le mira comprensiva. Rompe su silenciosa concentración. Se deja apartar del trabajo. Yo antes tenía ilusiones y fantasías que, ahora, tras lo vivido, no me atrevo a hacerlas evidentes. No a través de las palabras. Acaso por esa razón mi pintura ha evolucionado y los cálices y las ánforas son el territorio donde explayo mis sueños. Además, lo que yo opinaba antes ha perdido su vigor; cuando se apodera de una la desgracia nada tiene sentido y lo íntimo busca otros cauces. Quién iba a decir que de este modo llegaría a más ojos y daría pie a interpretaciones más abiertas. A Naxos esta mujer le alienta siempre con ideas nuevas y sorprendentes. ¿Quieres decir que te comunicas mejor con el mundo a través de tus copas? Thera afirma pero precisa. Comunico lo que llevo dentro, no necesito que nadie de otras ciudades sepa quién soy, aunque el comerciante que nos visita ya se encargará de difundir quién está detrás de las escenas de mis cálices. ¿Qué importa el nombre o la vida de quien crea? ¿Qué lo mismo da que las manos que ejecutan una obra sean de hombre o de mujer? ¿No es lo importante aquello que se hace y lo que representa? Los que compren mis trabajos ¿no los adquieren porque les gusta y sobre todo porque les dice algo que no les dice nadie? Naxos y Thera han abandonado el alfar y caminan más allá de los muros de la ciudad. Suben por una ladera de olivos. Cada cierto trecho se paran a contemplar la tierra cultivada y por otra parte el suelo pedregoso donde nada crece, sino las hierbas que la gente llama malditas. Ella ha encontrado en el extranjero un confidente amable con el que se puede hablar sin que el otro se imponga ni ahogue la expresión. Abandoné las representaciones de combates heroicos y las revelaciones de las deidades porque llegó un momento que no encontraba ni sentido ni significado en ellas. Cierto que si hay que hacer encargos aún colaboro algo en ellos. Una tiene que cambiar, mirar y dibujar los mundos que se agitan dentro para no asfixiarse. Los dos jóvenes se encuentran a gusto en compañía. Se desahogan, se escuchan, a veces piensan en común. No es poco pero, ¿todo queda ahí? De entre los olivos retorcidos y frondosos una voz se dirige a ellos. Quedan paralizados, pues de algún modo creen identificar a quien les habla. Vosotros que estás aún en el tiempo del amor, dice una voz severa de mujer, no os demoréis. No ignoréis el encuentro, no os limitéis a la palabra, no os conforméis con el intercambio de las ideas. Hay dos mundos en ambos, disponed cada cual del otro. Gozad con plenitud de vuestros cuerpos, intercambiad la riqueza de las fantasías, converged las miradas sobre el paisaje que veis y diseñad el que puede ser, compartid las inquietudes por muy contradictorias que os parezcan. Solo así y en estos momentos viviréis la eternidad. El discurso de la mujer oculta es contundente, a ellos les parece inagotable. No saben qué decir, pero no parece que tampoco se les permita abrir la boca. Estáis en el tiempo del vigor, tanto del cuerpo como de las aspiraciones, siguen escuchando. Estáis en el momento del dulce riesgo. No volveréis a tener más adelante la libertad y la disposición con que vuestras facultades, pero también el azar, os proveen ahora. 

No se oye una palabra más. El viento es débil y acaricia las ramas de los olivos con delicadeza. La pintora y el remero se miran. Pero su mirada está cargada de preguntas que se hace cada uno a sí mismo. No al otro.   




    
(Fotografía de Ata Kandó)


16 comentarios:

  1. Y ese tiempo es tan breve... se pasa volando

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    1. Claro, dura lo que dura. Como la salud, como las aspiraciones, como...etcétera, ¿no? Hay quien intenta retener ese tiempo, o volver a él a destiempo. O soñar con que aún es posible.

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    2. Cuerpo e instinto pugnan amigablemente (a veces no)

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  2. Trocar el murmurio en cantábile, ¿siempre compensa?

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    1. Yo creo que como todas las compensaciones: parcial, relativa y temporalmente. Luego están las proyecciones ideales que cada cual se monte al cantábile. Ars amatoria aparte, que diría Publio Ovidio Nasón. Salve.

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    2. Era una pregunta-trampa con respuesta explícita. Hay cosas imposibles de enjaular, pequeño Fackel, pero eso no es malo ni escandaloso. Lo malo son las convenciones, las pamemas y la mojigatería. Dice un poema de Agustín García Calvo:

      Libre te quiero,
      como arroyo que brinca
      de peña en peña.
      Pero no mía.
      Grande te quiero,
      como monte preñado
      de primavera.
      Pero no mía.
      Buena te quiero,
      como pan que no sabe
      su masa buena.
      Pero no mía.
      Alta te quiero,
      como chopo que en el cielo
      se despereza.
      Pero no mía.
      Blanca te quiero,
      como flor de azahares
      sobre la tierra.
      Pero no mía.
      Pero no mía
      ni de Dios ni de nadie
      ni tuya siquiera.

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    3. Cuando uno se deja caer en la pregunta-trampa es porque aún mantiene cierto espíritu de niño curioso. De aquella época uno supo que no se podía enjaular el aire (tal vez los físicos actuales digan otra cosa, pero no voy por ahí) ni poner puertas al campo.

      Buen e ingenioso poema de García Calvo. Hay una otra parte, la cantada:

      https://www.youtube.com/watch?v=cWC-zLqwm_E

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  3. Sera cierto que cada fase biologica tiene su "aquel"?

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    1. Creo que cada fase biológica conlleva una fase cultural también. Intercambian fuerzas y elementos, unas veces resultan y otras no. Pero no me cabe duda de que la edad que avanza marca muchísimo, no siempre para anular (en unos casos sí) y a veces para adaptarse simplemente.

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    2. Muy cierto. Mas quien desearia eternizarse?
      Para Tot: Me parece que la felicidad tiene rostro introverso, que no gusta manifestarse abiertamente por motivos convenientes a su paz interior.

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    3. Hay cierta clase de gente que pierde la vida tratando de eternizarse, MJ.

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  4. Curioso es que cada uno sueña con quien no duerme.
    Me extraño en tantas ocasiones del mismo argumento ¡ Hay si tuviera 20 años menos¡; les contesto siempre lo mismo: cometería ud. otros errores, sino los mismos: Nooo, pero sabiendo lo que se, suelen responder.
    Y ahí está el error. Pocos saben lo que se nos acerca , y sólo algunos privilegiados lo intuyen.
    Solemos , aún y así, con la experiencia debida, tropezar otras tantas veces con el mismo obstáculo, porque nuestro sino es "buscar la felicidad", y nos creemos que cambiando de coche, mujer, marido, trabajo, casa, y partiendo otra vez de cero (con la experiencia que ya tenemos¡¡¡¡), podremos conseguirlo.
    Así, nos hemos casado tres veces y divorciado otras tantas. Hemos cambiado un par de veces de piso, y más de cuatro, el coche. Nos hemos hipotecado otras tantas; y nos movemos entre la casita de la playa y los esquies del invierno, porque hay que sacarle tajada al tiempo y a la vida. Hay que vivir, nos decimos a viva voz.

    Mientras, el mantra de : " Estáis en el tiempo del vigor, tanto del cuerpo como de las aspiraciones, siguen escuchando..." nos va flagelando, y la sala de urgencias del Clinic, area coronarias ya nos tiene preparados el desfibrilador, por saben, allí si que saben, somos los próximos futuros clientes (lo de pacientes ya ha pasado a mejor vida), del box.

    salutte

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    1. Una síntesis realista la que acabas de hacer. Así que en plan realista también solo cabría concluir: hubo un tiempo en que pudo y se logró. Pero no toda la realidad es realista.

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  5. Quizá lo mejor que tengamos sea eso, un murmullo del viento en el olivar. Deberíamos aprender a escuchar más: hacia adentro y hacia fuera.

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    1. ¿Será que quien no se escucha a sí mismo malamente puede y sabe escuchar a los demás?

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