PRUEBAS a leer en voz alta, como tanto te gustaba en otros tiempos. Pero al invocar la palabra se precipita la conciencia de tu fragilidad. Los textos no se reconocen de mano de tu voz. Los tonos son un filo de sierra gutural. Los significados se sienten traicionados por la garganta herida. ¿Serán menos auténticos? ¿Tendrán otra oportunidad de reescribirse? Mis antiguos oyentes se quedarán huérfanos, finges, como si el Tiempo no fuera ahora más opaco que nunca. Cierra la boca y lee. Pon sonido sin emitirlo. Haz que las frases gesticulen. La mente proporciona recursos. Levanta un bastión dentro de ella que proteja las palabras. Pero ¿dónde queda la oralidad añorada? En tu relato interior. En la crónica enmudecida de tu propia historia.
(Foto de Lee Jeffries)
Y sin embargo, la oralidad es el secreto de cualquier escrito.
ResponderEliminarY bien estimulante y capaz de sugerir otros escritos. Ya fue dicho: "De boca en boca".
EliminarPara mi maestro de nombre y sobrenombre germano. Por ser tan suyo. Por cobijarme. Y por todo el conocimiento que nos ha regalado. Hogaño.
ResponderEliminarMester traigo fermoso, non es de joglaría
mester es sin pecado, ca es de clerezía
fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas cuntadas, ca es grant maestría.
LIBRO DE ALEXANDRE
Puedes contestar tranquilamente: Uff, Puff, Buff o Aggg. Estás perdonado.
Assaz se sauieza quanta me es mester
Eliminarfuera tu non a ome que me pudies uençer
connosco que a ti lo deuo gradecer
que m'ensennast' las artes todas a entender
Está bien traer aquí el libro de Alexandre, uno de tantos supervivientes no obstante ignorado. Gracias por ello. (Ni aggg ni buff ni puff ni uff, solo ah!)
Me inquieta este "Tiempo" con mayúsculas. También me procupa el enmudecimiento de la historia sobre todo si se trata de historia colectiva.
ResponderEliminarCuando escuchamos la voz del recuerdo, todo argumento se transforma, cambia de dimensión -antes todo era más grande- ahora la oralidad empequeñece, pero esto no es lo peor ni siquieera tiene porque serlo, lo malo es la contaminación de la memoria. Uf, me temo que me estoy metiendo en el pensamiento teórico.
Salud
Francesc Cornadó
Hay ciertos términos que denominan conceptos que valoramos ahora como jamás lo habíamos contemplado. De ahí que, al uso de algunos poetas, rescate la mayúscula T. Este Tiempo que vamos avanzando nos hace enmudecer un poco más a cada uno (el que diga que no, miente; otra cosa es que le dé a la palabrería para animarse y a otros quehaceres que le ocupen y le aparten de la angustia, cada cual sabe) Pero es preocupante que además nos acompañara el enmudecimiento colectivo que, no obstante el ruido estéril, se va imponiendo. Porque ante tantos acontecimientos vamos quedándonos todos sin palabras. Y una colectividad sin palabras es como si se ve sin cantores. La contaminación de la memoria colectiva no es simple contaminación, sino una adulteración burda y un no querer saber. Eso no es meterse en devaneos teóricos, es que está ahí el riesgo. ¿Acaso no lo estamos viviendo? Y esta vez, hermano, sospecho que no viene el Arte para Renacer y salvarnos. (Discutible, pero ahí lo dejo)
EliminarSalud y buen apetito.
La voz de tu palabra escrita sigue dándonos los matices imprescindibles para pensar y conmovernos. Eso importa. Un abrazo y gracias
ResponderEliminarHay quien piensa que doy demasiadas vueltas a las cosas, pero yo necesito darlas.
EliminarPertinax?
ResponderEliminarNo se trata de Publio Helvio Pertinax, no. Poco le duró el reinado. Pertinaz es un adjetivo que escuchaba con frecuencia en mi infancia: "la pertinaz sequía", decía el NO-DO.
EliminarGrecosay.
EliminarNo sé si digo bien.
Estoy por asegurar que si.
Saludos.
Salud para el lunes, Marcelo.
EliminarHay textos que mejoran con la oralidad de según quiénes...
ResponderEliminarSaludos
Eso, según de quiénes. Hoy, la oralidad de cierto orador que no lo es y que aparecía en las noticias, me ha transmitido desasosiego. Para el don de la oralidad también se precisa pudor, no solo tono.
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