El impetuoso, agresivo y omnipotente mercado en tiempos de banalidad extrema. Se me ocurre ver:
la alegre protesta (sin riesgos), la alegre juventud (sin riesgos), la guapa gente (sin riesgos), los pacíficos manifestantes (sin riesgos), el interclasismo (sin riesgos), la interracialidad (sin riesgos), la interconfesionalidad (sin riesgos), la vestimenta desenfadada (sin riesgos), la canción compartida (sin riesgos), la confraternización con el orden (sin riesgos), la audacia contemplativa (sin riesgos)...¿Véis? Todo el secreto de la protesta de los manifestantes estaba en un sencillo bote que te venden en los lineales de un supermercado. El ligue de los artistas, en tiempos de no-obreros. Los símbolos más edulcorados de los 60 del siglo pasado. Los derechos civiles de beber un refresco, o lo que sea. El guiño a los guardias, que ya no pide pégueme más por favor. La conquista feliz y a carcajada y aplauso limpio de la calle. Todos iguales y la diferencia no era sino un producto. Y el choque apenas un recuerdo de los malos tiempos. Guays y divertidos somos y en el camino a la banalidad nos encontraremos. Al final, todos tan amorosos y queer, a casa, o a los bares. Objetivo conseguido. Reivindicaciones satisfechas. El mundo nuevo. La Democracia es ¿o era? una fiesta. Lo demás no existe. Estamos en sus manos. ¿No hay escape?
Bueno hermano, desde mi perspectiva aparentemente extrovertida pero profundamente introvertida en realidad, no se me ocurre otra salida que la huida, escape, paseo hacia el interior más profundo de uno mismo, pese a quien pese y a pesar de todas las graves consecuencias que ello pueda acarrear. Mejor encontrarse en manos propias aunque teñidas de lo que sea que en manos ajenas teñidas, seguramente, de lo mismo en el fondo. Ayyy, mencioné la palabra fondo, "grave transgresión" para unas "enzimas" que viven en la superficie. ......y por ahí anda el sol escupiendo fuego en nuestra dirección ¡como para hacerse notar! y demostrarnos que se puede cargar todo nuestros montajes y los de nuestros sistemas si le diera la gana. Y ahí fuera sigue. Aaggghhh, busquémoslo durante nuestra deriva hacia los fondos oscuros, malolientes y fangosos a ver si encontramos algún arroyo medianamente limpito que sacie todo tipo de sed.
ResponderEliminarTienes razón, y mira que me he propuesto no sentirme afectado y menos saltar, pero hay cosas, tantas cosas, ya no sé si me irrito por la vaciedad o por la estética cutre disfrazada de guapura...Ya no sé.
EliminarMagnífico título y magnífica exposición Fackel, aunque los optimistas sociales no te lo perdonarían, los unificados en el "uniformismo" “buenismos” o “alegrismos” o “divertismos” y demás ismos... ¿dónde queda el famoso y entendible pesimismo de Shopenhauer?
EliminarDisfruto mucho leyendo tu personal modo de ver el mundo, aceptando las luces y sombras de los que habitamos en él.
Se agradece mucho tu punto de vista digamos comprensivo. El perdón o no de los necios me la trae al pairo. Y mira que hay clérigos de toda laya y condición. Te diré que me repugna esa alteración maniquea y oportunista para el negocio que las "marcas" se traen permanentemente entre manos. La publicidad es una de las opiáceas formas religiosas de nuestro tiempo. Allá cada cual.
EliminarA Schopenhauer, como a Nietzsche, mucha gente los ignora. La libertad de pensar siempre da miedo...a los que luego o incumban el miedo o son cómplices de su práctica.
¡Bufffff! Escalofriantes las artimañas que usa la publicidad. Tu reflexión me ha parecido tan acertada y tan pertinente (y, de nuevo, tan bella) que no me queda nada más por añadir. Sólo la sorpresa de comprobar que existen publicistas tan avispados como para juntar churras con merinas y hacer como si tuviera el mayor y mejor de los sentidos del mundo. Ostrás, es que después de ver el anuncio casi me han dado ganas de beberme el producto... Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar¿Un producto para creerte que el mundo irreal es real? Así pretenden ellos que vaya todo. La publicidad, opio de nuestro tiempo. No es un producto que yo consuma, pero se ve que tanto ese como el de la competencia, que es tan famoso o yo diría que más, deben tener componentes estimulantes, como pasa con el tabaco elaborado repleto de química y basura. Una vez unos amigos yanquis me trajeron unos botes de cocacola de los de allí. Créeme, imposible de ingerirlo, me recordaba el alquitrán. Pero ya sabes que los gustos sensitivos son objeto de manipulación. ¿Hay algo que no lo sea? Esa es la cuestión a estas alturas del Sapiens que de erguido va a acabar tumbado por sus propias invenciones insanas. Un abrazo.
Eliminar