domingo, 31 de julio de 2016

Aquellos estos árboles, 30




"El hombre es una nube de la que el sueño es viento.
¿Quién podrá al pensamiento separarlo del sueño?"

Luis Cernuda, de Lamento y esperanza.


¿Cuánto de nosotros muere cada vez que el otro, al que alguna vez hemos tratado, muere? (Frase tópico que suele repetirse con pretendida frecuencia salvadora) ¿Cuánto sigue muriendo en nosotros cada vez que nos enteramos de las muertes anónimas, espantosamente crecientes, que nos comunican a todas horas por los medios de comunicación? ¿Quiebra nuestro pensamiento cada vez que sabemos del fin de otros? ¿Arrojamos nuestras ridículas e incompetentes ideas al basurero de los detritos? ¿Regeneramos nuestra imaginación? ¿Abandonamos nuestra cómoda instalación personal cuando se nos dice de los desplazamientos de millones de individuos hacia las encerronas? ¿Seríamos capaces de cambiar nuestra ubicación por la de un moribundo, de aquel más íntimo del que incluso decimos que le queremos tanto? Nadie rescata a los muertos, ni siquiera la memoria. El ejercicio de ésta se desvirtúa poco a poco y se traiciona. No es cómodo reivindicarla en su manifestación más aproximada posible, se prefiere fantasear con ella. Se delega en los textos, en las imágenes, en los juegos pseudointeligentes. El hecho de la vida está anclado en cualquier punto de la alta e inextricable mar que es el caos. Los vivos, justificándose en sus ideas y en sus obras, permanecemos al pairo y no nos damos cuenta. Me pregunto si la muerte no será simplemente sino la propia mala conciencia. La inefable seguridad de que se ha vivido como nube, y el sueño ha sustituido al pensamiento. Probablemente Cernuda conociera los versos del poeta árabe Ibn al-Mu’tazz: "¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve?". Creemos aprehender lo inaprensible. A la ficción que generamos le llamamos vivir. Que no nos sorprendan ni nos cojan desprevenidos los episodios que vamos escribiendo día a día. Un cierto grado de insolencia con la vida no viene mal. 



(Composición fotográfica de Francis Bruguière)


6 comentarios:

  1. El problema no es la muerte en sí, sino el saber que un día nos tocará y entonces nada será lo que podramos hacer.

    Saludos,

    J.

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    1. En efecto, y con ella no vale insolencias ni vanidades. A veces pienso si no será mejor dejar de resistir y dejar de indignarse todos los días ante lo que no tiene solución. Y buscar, por el contrario, el hedonismo en el tiempo que nos quede. Aunque dudo que uno valga todavía para eso. Gracias, José.

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  2. "Nadie rescata a los muertos, ni siquiera la memoria", con ella, con la memoria intentamos superar o calmar el dolor que sentimos ante la pérdida de alguien a quién queríamos, intentamos rellenar una ausencia en nosotros mismos pero quien muere la única verdad es que desaparece de la vida. Los muertos ajenos, las muertes anónimas, nos sacuden, o no, tocan nuestra conciencia, o no, pero la única realidad es que ellos están muertos y seguirán muertos, y quizás aunque suene duro y brutal, lo único positivo es la posibilidad de que sus muertes toquen nuestra conciencia y nuestra rebeldía ante las injusticias y barbaridades que ocurren, por desgracia, cada vez con más frecuencia.
    Miedo me da el momento en que la visión de esas muertes ajenas dejen de "movernos" internamente y dejen de importarnos los motivos que las han provocado. La memoria de un ser querido intenta acallar un dolor solo nuestro y la memoria de tantos muertos ajenos debería hacernos mas humanos, si aún estamos a tiempo.

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    1. Qué importante es la memoria, ¿verdad? Pero si en cierto modo olvidamos a os próximos (no hay por qué vivir con los muertos en la cabeza permanentemente) no pasa que con los desconocidos o lejanos no es que haya olvido es que ni siquiera los consideramos. Pero es así el funcionamiento individual y social. Tal vez inventaron los hombres para compensarlo los homenajes, ritos, las presencias nominales, etc. Claro, pero todo esto suele estar sujeto al mundo de las ideas que cada grupo de hombres en ascenso o que se impone decide. Pues ese momento de dejar de movernos las muertes ajenas existió siempre, Carmela, y ahora lo que ocurre es que la información sobre las mismas nos llega a todas horas. ¿Qué información al instante había en otras épocas sobre todos los que cayeron por obra de la maldita esclavitud, por ejemplo?

      Miedo me da a mí que demos la espalda a la Política con mayúsculas y dejemos actuar a los bufones de corte que tantas desgracias han causado a la humanidad siempre. Un abrazo.

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