Una voz, la de Píndaro, que nos avisa, aunque muchos no quieren enterarse, de nuestras vanidades. "Efímeros somos, ¿qué es uno? ¿qué no es? Sueño de una sombra, el hombre". Entre ese ser o no ser que no se desenmaraña de la pregunta, el transcurso. Los acontecimientos transitan y nos empapan. Con ellos el lenguaje, el pensamiento y el diálogo. Pero ¿por qué a veces estas herramientas, que nos hacen y que de hecho habitamos en ellas, nos parecen insuficientes y casi agotadas? Tal vez el ruido excesivo o el ritmo oneroso de lo superfluo o simplemente la inhibición de su uso. Los habitantes "entre la ciudad sí y la ciudad no" (Evtuchenko) no podemos extendernos más allá de unos confines, por mucho que deseemos prolongarlos. El árabe Ibn al-Mu'tazz debió beber la filosofía del griego cuando tan poéticamente, y menos mayestático que Píndaro, escribió aquello: "¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve?"
Anhelar nubes para devolvernos el sol o anhelar soles para disolvernos en nube!!!
ResponderEliminarPor mi parte los pies en la tierra, no obstante el fango.
EliminarSomos sombras. Y así seguimos con ese perfil evanescente de la nube, en cualquier caverna platónica...No es mala identidad...
ResponderEliminarLas cavernas platónicas se han multiplicado y no sé si hay quien no vea otra cosa salvo imágenes...y además trucadas. La belleza de las opiniones de Píndaro y al-Mutazz dicen de nuestros límites.
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