Entre el esfuerzo y la derrota no es tiempo lo que hay. Es sangre. Sangre que bulle y rebulle o sangre que rebaja su ritmo o se seca y nos hace palidecer. No debemos de conceder una importancia decisiva a cómo nos vean otros en cualquiera de esos estados. El otro siempre nos ve en función de su mirada y de su comparación. Pero está bien ponernos sobre aviso al advertir que alguien nos admira o nos compadece. Todo esfuerzo nos hace morir un poco más, pero si de inmediato comprobamos que hemos generado un acierto catamos éste como si se tratara del fruto más gustoso. Un sabor que dura lo que transita pero que justifica estar aquí.
La victoria o la derrota son muescas en el tiempo. Aunque se vayan las cámaras, la vida sigue después del podio.
ResponderEliminarHuy...si solo fueran muescas en el tiempo. También son melladuras en el cuerpo materia del hombre. Irreparables para convertirse en una sola. Imagina cuál. Por cierto, para mi el podio no existió jamás, lo cual me congratula. Te saludo Camino, y me alegra mucho saber de ti.
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