miércoles, 27 de enero de 2016

Defensa de gallinero




Cuando yo era joven y díscolo e iba al cine me gustaba subir con la tropa a gallinero. Era el espacio donde se tomaba la iniciativa para protestar si la película se hallaba en mal estado, si se producían cortes o si se censuraban los besos de los protagonistas. Sin aquel espacio libérrimo de gallinero, donde accedíamos cuarenta y la madre, no lo hubiéramos pasado tan bien. ¿Que la película era mala? El cachondeo general que montábamos nos sacaba del hastío. ¿Que los diálogos no había oído que los captase? Poníamos sonido colectivo en do mayor. ¿Que el morreo entre el chico y la chica del film nos parecía logrado? Aplausos y pitadas entusiastas. ¿Que el argumento se alteraba cuando llegaban escenas de amor que se nos hurtaban? Pataleo general, poco comprendido por las gentes de bien que se sentaban en butaca de patio. ¿Que nos reconcomía la ansiedad del film? Nos poníamos las botas a pipas. Ya mayorcitos gallinero fue también un lugar idóneo para dejar caer octavillas, pero tenía sus riesgos, por supuesto, aunque la emoción purificadora bien valía la aventura. Así que reivindico el noble gallinero. Ese ámbito que rezumó siempre olor a proletariado. Claro, eso era en otros tiempos; hoy no se habla ya de clase obrera, solo se menciona a la gente difusa, y a este paso ni vamos a saber de qué materia humana laboriosa se compone la sociedad. Se ve que nadie quiere estar hoy en gallinero, y de ahí a que la película sea repe y ya la hayamos visto y que además la dirijan los de siempre solo hay un paso. De seguir así volveremos a tragar el NO-DO.







9 comentarios:

  1. Desde el gallinero, de siempre, se ha obtenido la mejor perspectiva ...para quien pueda mirar con claridad y sin prejuicios obsoletos.
    Menudas juergas, qué magníficos recuerdos en aquellos gallineros de antaño. Cuando pude elegir butaca, siempre por las alturas, sin cabezotas que molestaran.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues díselo a algunos que se quejan de que les han mandado a gallinero...¿no saben esos chicos que la bronca tiene más efecto desde allá arriba? En fin, cuánta bobada hay en esta cinematógrafo hispanicus.

      Eliminar
    2. Huy no podria, el problema es que soy tan crítica y exigente conmigo misma como con los demás. No digo lo que desean escuchar sino lo observado desde perspectivas tanto propias como ajenas y eso molesta. A estas alturas el respeto se ha transformado en obstrucción. En otras palabras radical, exigente y sibarita perdida a la vejez por tanto me alejo, y no me queda otra que asumir el estupido giro continuo de una rueda embarrancada.
      Todo inicio resulta endorfinico después el organismo se acostumbra y las endorfinas se evaporan o se transforman, no se, el caso es que dejan de funcionar. Siempre igual. La rueda embarrancada que no avanza aunque a veces su trayectoria sea falaz.

      Eliminar
    3. Es bueno ser autocrítico pero los límites de comprensión con otros los debemos establecer en función del sistema de relaciones que hayamos establecido con ellos. Los años no tienen que inhibirnos del disfrute, sino que este lo deberemos replantear de otro modo, pero nada de renunciar.

      Eliminar
  2. Molt bona entrada! Que diferent d'ara tot plegat.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todo es diferente, Helena. Pero ya ves, quién me iba a decir a mí que tuviera que recordar aquello para compararlo con lo que algunos diputados de ahora se quejan "porque les mandan al gallinero".

      Eliminar
  3. No pisé nunca el gallinero,pero sí muchas tardes de cine en sesiones dobles, en un barrio donde los padres enviaban a los niños a pasar la tarde del domingo. Era aquella sala un glorioso gallinero con un acomodador que repartía collejas a con mucha alegría. Y exactamente era como lo cuentas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es posible que entonces osciláramos entre gamberros y gallitos, pero eran las manifestaciones mínimas que se nos permitían. Hoy otros van de gallitos de buenas a primeras.

      Lo de las sesiones de programa doble en butacas de madera que se golpeaban y crujían era inenarrable. Lo de los acomodadores...qué sacrificados los pobres, jaj.

      Eliminar