domingo, 4 de octubre de 2015

La Pensée, de Aristide Maillol






Dice el  poeta Rilke en Elegías de Duino: "La belleza no es sino el comienzo del terror, que a duras penas todavía podemos soportar." Pero la belleza ¿paraliza a todo el mundo o solo a quien no quiere asumirla? Asumir la belleza es aceptar los tiempos, el reconocimiento del pasado, la asunción de lo incierto por venir, las limitaciones entendidas no como claudicación sino como posibles claves para comprender que nada hay peor que el vacío ni tan insensato como acatar la nada. 

Acaso Aristide Maillol entendió que una de las formas más auténtica de la belleza, o acaso la más acertada, es la capacidad de pensamiento. Pensamiento, en lengua francesa, es nombre femenino y singular. Su musa  y modelo Dina Vierny le proporcionó la pauta formal que bebe de las diosas griegas, pero el escultor va más allá, incluso en elaboración formal. No construye una diosa más, ni recrea las que mitos y artistas generaron, ni pretende nuevas adoraciones con su evocación. Maillol dota a la escultura del poder de sí misma. El poder de la calma, del control, el recurso pensante que esencia la belleza.


No eres la diosa que nace eternamente
ni la que exhibe el poder
ni la que garantiza los dones de la tierra.
No eres la expresión de la pasión
ni la cazadora que sirve a los dioses
ni la que parirá mil hijos llevando al sacrificio
a su amante consorte.
No eres la que petrifica a los hombres  
ni la reina esclava del Hades
ni la que hace del parto el gran símbolo.

Tú eres más. Más que una diosa
porque cubres desde dentro
la gran necesidad humana
que endereza todas las demás necesidades.
Sabes parar al borde del camino
o al filo del acantilado 
haciendo de tu mirada y tu actitud
la dimensión de la conciencia.





(Fotografías del Musée Quai d'Orsay)



4 comentarios:

  1. No se me ocurre interpretar la belleza como el comienzo del terror, sí, la puedo llegar a interpretar como una forma del pensamiento. Desde ese punto de vista, la obra que nos muestras alcanza doble validez.
    Un abrazo

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    1. A mí tampoco, pero ciertos autores hacen de pasillo para que descubramos perspectivas no imaginadas anteriormente en nuestros conceptos, que acaso hemos dado por sabidos apenas plantados en el vestíbulo de su amplia estancia. Tal vez se (me) impone leer más y mejor a Rilke (por ejemplo)

      Un abrazo, Neo.

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