miércoles, 16 de septiembre de 2015

Hallazgos: una cara tras otra cara






















Debajo de la superficie está la profundidad. ¿O acaso lo hondo todavía se encuentra más allá? ¿Cuánto de lejos? ¿Qué consistencia posee? Hastío de asistir a la presencia continua de seres que exhiben una fachada y en los que si se les pilla desprevenidos se adivina otro rostro. Tampoco lo intuido tras la primera capa puede ser lo auténtico, pues el hombre no está hecho de autenticidades sino de posibilidades que cuajan mejor o peor, en función del medio, de su capacidad de resistencia, de su aprendizaje y, sin ninguna duda, de su imaginación. Fachada tras fachada del hombre, ¿dónde se advertirá su verdad innata? Difícil e inverosímil juego de la vida, transmitiendo una nueva apariencia cuando la anterior queda al descubierto y no sirve. El hombre es, fundamentalmente, como el resto de la naturaleza y las especies: adaptación a su tiempo y a su espacio. Acaso en esa concreción reside su autenticidad. Lo demás no es sino la justificación de los revestimientos de los que hace gala. Añadidos que dan lugar a sistemas de representación -ideas, creencias- que jamás explican el rostro oculto del hombre, pero que sí se utilizan para domeñarlo.


(Donde unos ven el feo desconchado de una pared yo observo la dignidad del material que se oculta. Donde hay dignidad hay belleza, sin duda. Así se ha vivido siempre: tapando lo grande y fuerte con una capa frágil y aparente. Poderosos vientos y lluvia, y esos pequeños gamberros callejeros, capaces e inconscientes al poner de relieve lo profundo, lo protector, el material antiguo que sigue siendo nuevo)




6 comentarios:

  1. A ver ..que pasa con el Toro de la Vega, parece que hay ruido por ahí.
    Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hala, qué bien, Tula, que aparezcas de nuevo por aquí. ¿Toro Vega? Me suena a una marca de polvorones:

      http://www.amazon.co.uk/El-Toro-Vega-Polvorones/dp/B0049H3ZV6

      Por lo demás, ¿qué te voy a decir que no sepamos todos? Por mi parte, vergüenza ajena. Pero ni yo ni miles tenemos la culpa. Un abrazo.

      Eliminar
    2. Era para que te marcaras algo sobre los hermanos….

      Eliminar
    3. Imagino. Pero ni soy un seráfico de Asís ni un energúmeno de esos que son capaces de todo en nombre de las tradiciones. Discúlpame que no emita más opinión, pero el tema me hiere bastante. No pertenezco a esa sociedad a favor de la violencia taurina -que para muchos es proyección de otras, no hay más que ver cómo enarbolan banderas- y odio en general todo tipo de violencias, aunque escapar de ellas es imposible.

      Eliminar
  2. Prefiero el ladrillo al remozado. Parece una herida. Y es que para encontrar algo que merezca la pena hay que escarbar y, a veces, despellejarse vivo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también prefiero el ladrillo. Es un material de una genialidad asombrosa y muy extendido su empleo de modo secular. Del asunto puede hablar con conocimiento exhaustivo del caso Francesc Cornadó. Tu metáfora complementa mi reflexión. No sé por qué lo hondo tenemos que vivirlo casi siempre como herida.

      Eliminar