lunes, 4 de mayo de 2015

Atracción















Es muy contradictorio lo que siento por el ser humano, dice Walden. Que es lo mismo que decir lo que siento por mí, porque el otro y yo siempre generamos un juego de toma y daca. Hay momentos en que el hombre me inspira ternura, otros además comprensión, otros simple respeto aunque no comparta actitudes suyas.  Entonces propendo a aproximaciones, esa sensación interior de que el otro y yo somos único cuerpo en el cuerpo amplio de la naturaleza. Más allá de lo que se denomina fríamente sociedad. Fantaseo que el ser humano es otra cosa más allá de leyes, reglas, pautas, ritos. Ver al hombre en su necesidad me hace ahondar en afrontar la mía. Pero no es verdad del todo. Siento más satisfacción si se crea un espacio distante: el otro anda mal y yo pujo a la resistencia incluso a la superación, me digo. Y alardeo de ello dentro de mí. Es estúpido, ciertamente, porque al cabo de unas horas o unos días, la relación se puede invertir. Tal vez por eso necesito siempre que el puente esté tendido. Que el edificio sea único cuando el otro, los otros, se revelan como parte de uno. Como mundo que también es el mío. Atracción por ese hombre mundo que ríe, llora, se abraza, se descompone y se rehace, expone lo que piensa, se deja entrar. Porque luego está el otro hombre, lo que me suscita, lo que no me atrae, lo que rechazo. Pero hoy no tengo pensamientos de odio, salvo que los racionalice.

No he querido responder nada a Walden. Para no obligarle a racionalizar. No vendría a cuento.



(Fotografía de René Groeblin)


2 comentarios:

  1. Atracción al vacío la de aquel pedrusco ajeno a la ley de gravitación universal.

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    1. Atracción por lo improbable pero acaso sí por lo posible.

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