sábado, 10 de mayo de 2014

Imaginario, 31.




En aquel sueño me volvía loco tratando de encontrar un disfraz adecuado. Rebuscaba entre el amplio surtido de miradas, canciones, voceríos, discursos, exhibiciones, gemidos. El que había elegido debía pasar desapercibido porque todos me preguntaban si no quería disfrazarme de nada.



12 comentarios:

  1. Una posterior reconsideración durante paseo perruno me hace pensar que semejante actitud se deba al aburrimiento que me produce el hecho de elaborar o comprar físicamente disfraz alguno, basta con el caleidoscopio personal ....o la pereza de tener que hacer algo aburrido a muestra naturaleza.

    ResponderEliminar
  2. En el pasado lejano fui conminada a hacerlo en demasiadas ocasiones. Ya no, resultaría indigno.

    ResponderEliminar
  3. La ineludible máscara. Siempre me ha producido una profunda emoción ese breve momento en el que el niño, sabiendo ya hablar, aún sabe expresarse.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Loam. A veces me pregunto si habrá espacio entre la máscara y el Yo.

      Eliminar
    2. Tal vez ese sea el espacio de la muerte. O de la locura.

      Eliminar
    3. Tal vez, Loam, ambas posibilidades, netamente humanas.

      Eliminar
  4. Magnífica paradoja autorreflexiva. Cien Magrittes diciéndote a coro "esto no es un disfraz".
    Como sé que sabes, el concepto "persona" adoptado por la filosofía cristiana proviene del griego "máscara" -las de la comedia y la tragedia, separadas siempre por un fino hilo-. La tuya una manera ingeniosísima y metacomunicativa de narrarlo. Buenísima la idea.
    Perdón por el retraso, llevo toda la noche sin el wi-fi de los de abajo y mi modem no tira tampoco -cambios de presión atmosférica habituales por aquí- y ando ahora en un cafetín. Bonjour...

    ResponderEliminar