Hundía la boca en la herida blanca de aquel cuerpo. Veía entre sus cristales salinos cómo el sol se domesticaba. Los escorpiones se detenían a comer de mi mano. La arena era fértil. La línea lejana del horizonte se combaba. Al beber de aquella incandescencia percibía la llamada del mineral. Había estado esperando mi llegada desde una dimensión que los hombres llaman tiempo. Dejé que la forja configurara mi máscara insaciable.
Intentaré descifrar el enigma de este críptico "Imaginario, 6".
ResponderEliminarLamento el esfuerzo que tengas que hacer.
EliminarNo es cosa de lamentar, es reto de agradecer. Tus escritos recompensan el placentero esfuerzo de ser leídos y releídos.
EliminarLuis González me ha puesto en camino.
EliminarHay sensaciones que no se pueden explicar de otra manera, ni revelar a los demás de forma más explícita, y los símbolos se inventaron para ese ejercicio. Gracias, Loam.
EliminarAh, es que Luis sabe lo suyo, a mí mismo me da claves su aproximación.
EliminarEn el imaginario cabe vencer a la vida que, totalitaria, quiere fagocitar al símbolo. El símbolo de nuestra identidad, por influjo del deseo, se retuerce, no se deja hacer, rompe tendencias.... Pero, en ocasiones, como en un sueño de muerte, podemos llegar a vernos en la piedra, siendo las minúsculas partículas del mineral que frota el escorpión con su cuerpo acorazado. Pasividad consciente. Ser polvo, ser tierra y que el aire construya la máscara de un esfinge tallada por el desierto. Más allá del deseo y del libre albedrío. Desvelamos sin aspavientos nuestro propio fósil expandiéndose por el universo tras la explosión.
ResponderEliminarPodemos vernos en otras dimensiones, en otras formas, en otros seres, para ello existen formas variadas de sueños, unas las percibimos cuando dormimos, otras cuando imaginamos, otras cuando nos abstraemos...Es un ejercicio de espiral que nos reenvía hacia orígenes y nos expande hacia ¿quién sabe?
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